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El elogio del terror de Iglesias y la respuesta «menos gore» de Errejón

Las palabras de ambos políticos tuvieron un efecto balsámico entre la población

Iglesias y Errejón se enfrentaron ayer de nuevo: PAblo apuesta por el miedo e Íñigo por la seducción MAYA BALANYA
Jaime González

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Pablo Iglesias e Íñigo Errejón protagonizaron este martes uno de esos debates de alto vuelo que tocan la fibra , ponen la piel de gallina y reconcilian al pueblo con la política. Los parados de larga duración, las viudas de pensiones misérrimas, los jóvenes que hacen el petate, el tendero de la esquina y las familias que enfilan la cuesta de septiembre no olvidarán jamás lo ocurrido.

Ya era hora de que alguien pusiera el dedo en la llaga. En el ruedo ibérico, sus palabras provocaron un efecto balsámico similar al del polvo mágico que se extrae del cuerno del rinoceronte o al del ungüento de aquellas brujas del medievo que –según probaron Gerónimo Cardano y Giambattista della Porta– daba unas ganas locas de volar.

Cuánto corazón, qué reconfortante demostración de humanidad, qué manera de ponerse en el pellejo de un país en carne viva. Qué grandes los dos, qué par de almas puras, qué virtuoso tándem, qué magnífico dúo, qué regalo para los oídos de un pueblo harto de falsos trompetistas.

Para los despistados que no estén al tanto de lo ocurrido, les diré que Iglesias y Errejón se enzarzaron sobre los efectos de la utilización del miedo como arma electoral. Pablo hizo un elogio del terror nada sorprendente en alguien que es firme defensor de la guillotina. Íñigo, que es menos «gore» que su jefe de filas, le replicó en Twitter apostando por la seducción, a lo que aquel respondió: «Sí compañero, pero en junio dejamos de seducir a un millón de personas». ¡Eso sí que es altura de miras y no la de la vieja política!.

Los parados de larga duración, las viudas de pensiones misérrimas, los jóvenes que hacen el petate, el tendero de la esquina y las familias que enfilan la cuesta de septiembre, supongo que lo tendrán muy claro: «A estos, ni muertos de miedo». Para pájaros, los de Hitchcock. No hay color.

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