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Elecciones prematuras

Este CIS no debería alegrar a ningún ciudadano deseoso de conservar una España unida

Isabel San Sebastián

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No ha pasado el tiempo suficiente. Si algo se desprende de la encuesta del CIS es el carácter prematuro de unas elecciones determinantes para el futuro de Cataluña y de España, cuyo desenlace augura un escenario endiablado. Porque si lo que anuncia el Centro de Investigaciones Sociológicas se cumple, el árbitro de esta partida crucial, en la que nos jugamos nada menos que la nación y la democracia, será un partido antisistema que ha jugado desde el principio a ponerse de perfil, sin comprometerse ni con la Constitución ni con el golpismo separatista. La marca catalana de Podemos, que defiende el "derecho a decidir" para decidir que quieren permanecer en España. O sea, la quiebra del principio de soberanía despojada de efectos inmediatos y por tanto descafeinada. Pan para hoy, hambruna para mañana. ¿Para esto se puso en marcha el artículo 155 de la Carta Magna?

Se equivoca gravemente quien piense que un escenario semejante resulta igual al existente ahora mismo. Sería incuestionablemente peor, toda vez que las gravísimas consecuencias del golpe perpetrado por el gobierno de Puigdemont serían bendecidas en las urnas por la mitad del electorado, reforzando de ese modo la legitimdad que semejante vía unilateral e ilegal tiene a ojos del cincuenta por ciento de los catalanes. ¿Alguien cree que, si consiguieran volver a capitanear el ejecutivo con el apoyo de los de Iglesias, renunciarían a intentarlo de nuevo? Y de ser así ¿sería viable intervenir otra vez la autonomía, como si nada? Lo dudo mucho. Más bien nos encaminaríamos a algún tipo de "consulta pactada" que supondría un punto y aparte en el concepto de soberanía nacional.

Me consta que la convocatoria de elecciones en el mínimo plazo posible fue una exigencia de PSOE y Ciudadanos , acogida con entusiasmo en la Moncloa. Todos querían quitarse de encima cuanto antes el "muerto" de esta situación anómala, dando la palabra a la ciudadanía sin tomarse antes la molestia de "limpiar" mínimamente el terreno en el que habrán de medirse las fuerzas de uno y otro bando. Ni el de la educación adoctrinadora, ni el de los medios de comunicación al servicio del independentismo, ni el de la depuración de responsabilidades penales, ni siquiera el de la intimidación en las calles. Y claro, si hemos de creer al CIS, el partido va a producir un empate que, en la práctica, supone una derrota severa para el equipo defensor de respetar las reglas del juego aun jugando con cartas marcadas. Un equipo que, por cierto, cuenta con dos jugadores seguros: PP y Cds, y un tercero, el PSC, que todavía no sabe dónde alinearse.

Este CIS no debería alegrar a ningún ciudadano deseoso de conservar una España unida cuyo futuro siga dependiendo de la voluntad de todos. Ni siquiera a los seguidores de Albert Rivera e Inés Arrimadas. Personalmente celebraría que su coraje y su clardad se vieran recompensados con una victoria clara. Ojalá sea así. Sin embargo, incluso si la consiguen, Cataluña tendrá que lidiar con una sociedad demediada en la que el separatismo consolida sus posiciones sin pagar precio alguno por romper familias y grupos de amigos además de llevar la región a la quiebra. Para este viaje no hacía falta tirar de alforjas constitucionales.

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