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David Gistau

Democracia real

Lo que me faltaba es tener que hacerle al ayuntamiento su trabajo y encontrar un rato para ser el concejal de Urbanismo

David Gistau

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Llego a casa después de un viaje y me encuentro en el buzón un sobre de color amarillo con el membrete del Ayuntamiento de Madrid . Suelo asustarme cuando me encuentro sobres con un membrete de cualquier manifestación del Estado. El Estado jamás se dirigió a mí para tratar nada que fuera a mi favor. Ojalá fuera posible bloquearlo como hacen los tuiteros, al Estado. Ojalá fuera posible pintar de un brochazo en la puerta con sangre de carnero para que pasara de largo, el Estado.

En esta ocasión, no se trata de una reprimenda, ni de una multa, ni de una llamada a filas. Lo que el ayuntamiento desea es mi participación en una forma experimental de consulta ciudadana para la toma de decisiones. Casi habría preferido una multa: se lee más rápido. El ayuntamiento quiere saber qué opino de un «billete único» en el transporte público y de una reforma urbana en la plaza de España. Hay algo también acerca de la boina de contaminación, que a estas alturas me resulta ya más entrañable que la de Pepe Isbert.

Puede haber gente con una personalidad asamblearia y participativa a la que le resulte agradable que el ayuntamiento la ponga a trabajar y la obligue a leerse entero un proyecto urbano. Admiro, no ya su vocación cívica, sino su disponibilidad de tiempo. Yo atravieso como puedo unas jornadas saturadas que me convierten en un campeón de lo que la jerga tecnocrática llama «la conciliación». Dedico a los artículos menos tiempo del que requieren y llego al final del día tan extenuado que no me apetece ni procurarme una de esas resacas con las que trabajan los rapsodas del malditismo. Lo que me faltaba es encima tener que hacerle al ayuntamiento su trabajo y encontrar un rato para ser el concejal de Urbanismo o el de Transporte. Oiga, usted sabrá qué hay que hacer con la plaza de España , que para eso los vecinos de la ciudad le han delegado las decisiones a través del voto. Si existe un contrato social mediante el cual al Estado se le transfiere el monopolio de la violencia, pues con mayor motivo el monopolio del billete único. Si es usted indeciso o no tiene ni idea, apechugue o dimita, pero no socialice la decisión para no enfrentarse a ella, no socialice el error.

Puede haber un estadio adolescente de la conciencia donde la «participación» resulte festiva y estimulante. Los sabios somos, en general, más proclives a la delegación. Yo puedo imaginar muy parecida a la mía la vida de aquel guionista de Hollywood a quien se le ocurrió una película en la que un hombre podía fabricar clones a los que endosar sus tareas ingratas, incluida la del sexo conyugal. Si yo pudiera fabricarme esos clones, aseguro al ayuntamiento que el clon que dedicaría a participar en la gestión municipal sería como poco el trigésimo que fabricara. Al primero lo pondría a escribir artículos, y así progresivamente hasta la liberación final. Lo del billete único, señor mío, cúrreselo usted, que para eso le pagan un sueldo. Pelmazos están con la democracia real.

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