Hazte premium Hazte premium

EL ÁNGULO OSCURO

LA CONCIENCIA DEL PAPA

JUAN MANUEL DE PRADA

Para Ratzinger, como para Newman, el Papa no impone desde fuera, sino que desarrolla la memoria cristiana y la defiende

UN muy querido amigo me envía la conferencia pronunciada por el cardenal Ratzinger en un seminario para obispos celebrado en Dallas, allá por 1991. En él, se contienen una serie de reflexiones sobre la conciencia, inspiradas en las enseñanzas de John Henry Newman, que sirven para iluminar los aspectos más desconcertantes de la renuncia papal. En un célebre pasaje de su Carta al duque de Norfolk que ayer Serrano Oceja rememoraba, Newman escribe: «Ciertamente, si yo pudiese brindar por la religión después de una comida, brindaría por el Papa. Pero antes por la conciencia, y luego por el Papa». El propósito de Newman no era otro sino demostrar que no existe una contraposición entre conciencia y autoridad, siempre que la conciencia no se convierta en concha o refugio de la subjetividad.

Para el liberalismo -escribe Ratzinger-, «la conciencia no se abre al camino liberador de la verdad, que o no existe en absoluto o es demasiado exigente para nosotros», convirtiéndose en una «instancia que nos dispensa de la verdad» y se «transforma en la justificación de la subjetividad, que no admite ser cuestionada, lo mismo que en la justificación del conformismo social, que como mínimo común denominador entre las diversas subjetividades tiene la función de hacer posible la vida en la sociedad». Frente a esta concepción liberal, para Ratzinger la conciencia es «la presencia perceptible e imperiosa de la voz de la verdad dentro del sujeto mismo», «la superación de la mera subjetividad en el encuentro entre la interioridad del hombre y la verdad que procede de Dios». La voz de la conciencia, pues, no coincide con los propios gustos y deseos, tampoco se identifica con lo que socialmente es más ventajoso, sino que da expresión a «una memoria original del bien y de la verdad» que ha sido impresa por Dios en el corazón humano. De ahí que Newman pueda brindar primeramente por la conciencia y sólo después por el Papa: pues el Papa no puede imponer a los fieles mandamientos sólo porque él lo quiera o lo estime útil, sino tan sólo recordarles lo que su «memoria original» les dicta. Esto a la mentalidad moderna, que parte de una noción voluntarista de la autoridad, le resulta incomprensible, puesto que considera que «todo lo que no proviene del sujeto sólo puede ser una determinación impuesta desde afuera». Pero, para Ratzinger -como para Newman- «el Papa no impone desde fuera, sino que desarrolla la memoria cristiana y la defiende. Por eso el brindis por la conciencia ha de recoger el del papa, porque sin conciencia no habría papado. Todo el poder que él tiene es poder de la conciencia: servicio al recuerdo en que se basa la fe y que debe ser continuamente purificada, ampliada y defendida contra las formas de destrucción de la memoria, que se ve amenazada tanto por una subjetividad que olvida su propio fundamento, como por las presiones de un conformismo social y cultural».

En su Carta al duque de Norfolk, Newman afirmaba que la conciencia así entendida es «un Mensajero de Dios, que tanto en la naturaleza como en la Gracia nos habla desde detrás de un velo y nos enseña y rige mediante sus representantes», llegando incluso a describirla como «el más genuino Vicario de Cristo, un profeta en sus mensajes, con autoridad perentoria como la de un Rey; un Sumo Sacerdote en sus bendiciones y anatemas». Se trata, desde luego, de una proposición muy discutible (con la que Newman trata de conciliar el pensamiento subjetivista que triunfaba en su época con el dogma de la infalibilidad papal, que acababa de proclamarse); pero parece indiscutible que la renuncia papal no puede explicarse sin tenerla en cuenta.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación