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Morate, a su amigo colombiano: «La he liado gorda, tengo aquí a Marina»

Morate maceró la venganza contra su exnovia dos meses. ABC desgrana los actos preparatorios y el día del crimen

Sergio Morate cuando fue detenido en Rumania el 13 de agosto de 2015 EFE
Cruz Morcillo

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Entre 30 y 45 minutos. Ese es el tiempo que, como máximo, tardó Sergio Morate en asfixiar a su exnovia Marina Okarynska (24 años) y a la amiga de ésta, Laura del Hoyo (26), que la había acompañado al piso de él por el pánico que le tenía la chica. Cuarenta y cinco minutos es el tiempo que transcurrió entre la última llamada que le hizo a Marina (a las 17.31 y que duró 4 minutos y 35 segundos) y la hora a la que el amigo colombiano de Morate, Alexander Echeverri , llegaba en un taxi a la casa de los crímenes en la urbanización Ars Natura. En esos tres cuartos de hora, Morate algo débil por haber padecido un cáncer de testículos, encerró, golpeó y asfixió a dos mujeres llenas de vida: a una por venganza y a otra por azar.

A las cinco y media de la tarde, un vecino en la siesta solitaria de agosto vio a las chicas en la puerta de los garajes, dentro del coche de Laura. Reconoció a Marina como la novia de un vecino y le pareció –eso declararía después– que discutía por teléfono. «Me pareció que ella le decía: “déjame en paz”». Pero quería recoger sus cosas de una maldita vez, convenció a Laura y ambas subieron al segundo piso. «Una vez cerrada la puerta, el acusado y en ejecución de su plan propinó a Marina de forma inesperada y absolutamente sorpresiva un fuerte golpe en la cabeza», describe la fiscal en su escrito de acusación. La dejó casi inconsciente y le colocó una brida de plástico corredera alrededor de su cuello hasta estrangularla. Laura, aterrada, trató de huir. Él le dio un puñetazo en el pómulo y la estranguló. Las bridas, las bolsas de basura y la cinta americana las tenía preparadas desde casi dos semanas antes, como recoge la Policía en su apartado de actos preparatorios.

Cuando llegó Echeverri, recién salido de permiso de la cárcel y con el que se iba a ir a un concierto de reggateon a Alicante, le pidió ayuda. «Sergio tenía una actitud extraña y nerviosa. Me dijo: “La he liado gorda, la he cagado. Tengo aquí a Marina ”». El colombiano y Morate se habían conocido en prisión. El de Cuenca le había contado al otro por qué cumplía condena. En 2008, encerró en una habitación del mismo piso, desnudó y fotografió a su novia que lo había dejado dieciséis días antes. La bombardeó con mensajes del tipo «Si no vuelves conmigo, me voy a suicidar», «No quiero verte con ningún chico hasta por lo menos dentro de un año». «Vas a ser mía». Morate fue condenado en abril de 2008. El colombiano pensó que había vuelto a hacer lo mismo con Marina. La conocía porque en los cinco años que había sido la pareja de su amigo ambos le habían visitado en prisión. «Pues yo no quiero saber nada, yo me voy», le respondió Echeverri quien en sus primeras dos declaraciones mintió a la Policía y en la tercera reconoció estos hechos, aunque insistió en que él no sabía que las había matado. Sergio le pidió que le aparcara un coche que había abajo (el de Laura). «Si te vas llévate las llaves de este coche y apárcamelo por ahí». Se negó.

Sin ayuda de su amigo

Los investigadores sostienen que Morate pidió a su amigo que fuera a la casa (acababa de llegar enAVE a Cuenca ) para que le ayudara a trasladar los cadáveres. Al no acceder el otro, le requirió para que moviera el Chevrolet de Laura y así alejarlo del piso de los asesinatos. Tampoco recibió ayuda. La siguiente hora y once minutos el teléfono del asesino permaneció «en blanco». Es el tiempo que dedicó a manipular los cuerpos, meterlos en las bolsas de plástico industriales que había comprado (solo faltaban dos) y bajarlos en el ascensor al Seat Ibiza aparcado en el garaje. Luego trasladó a otra calle el turismo de Laura, donde fue encontrado la madrugada siguiente.

A partir de ese momento, utilizó su Seat Ibiza para moverse por Cuenca y Chillarón donde está la finca familiar y la fábrica de muebles también de sus padres en la que trabaja (el día del crimen les había dicho que no podía hacer un porte de muebles porque tenía algo pendiente). A las 20.42 hora queda con dos amigos suyos (hermanos), cerca de la residencia de ancianos en la que está ingresada su abuela. Les dice que se va de vacaciones. Entre las diez de la noche y las doce y media estuvo en Palomera y alrededores. Fue a su casa, no quiso cenar aunque su madre le preparó algo, sacó a los perros y pese a que había quedado en dar una vuelta con unos amigos se excusó pasadas las doce de la noche en que le dolía la cabeza. Hay dos posibilidades: que en ese tiempo enterrara a medias a las víctimas en la tumba que había preparado previamente, pero solo para Marina, o que lo hiciera a partir de la media noche. Luego contó que se había cansado de cavar y lo dejó a medio. Después de la una de la madrugada volvió a Cuenca y aparcó en su lugar otro Seat Ibiza distinto que había pedido prestado a un amigo esa misma mañana. Es otro de los actos preparatorios que recogieron los investigadores, uno de los últimos antes del crimen: «Pretendía usarlo para que no se relacionara alguno de sus vehículos con los movimientos que quería realizar» (tenía a su disposición al menos tres coches ).

A las siete y media de la mañana, Morate y su Ibiza verde pasaban por Tarancón (Cuenca). Empezaba la huida del asesino, que acabaría el día 13 en Rumanía, unas horas después del hallazgo fortuito de los cadáveres de sus víctimas junto al río Huécar.

La Policía destaca como características del doble crimen el lugar y la planificación. Para la Fiscalía, Morate quería matar a Marina desde que ella lo abandonó en marzo e inició la ejecución del plan a partir de mediados de junio, cuando la mujer regresó a Cuenca (se había casado en Ucrania el 22 de mayo pero él no lo sabía).

Los investigadores enumeran una serie de actos preparatorios . Por ejemplo, las herramientas y efectos adquiridos por el asesino desde finales de julio, «algunos en establecimientos comerciales de Cuenca». La pala y la linterna halladas en su Opel Frontera, las compró en el mismo lugar donde compró las bolsas de basuras, las bridas y la cinta americana. Consiguió además un pico y una azada. Para comprar la cal con la que cubrió los cuerpos, primero fue a una fábrica de piensos y al no encontrarla recorrió varios pueblos de la provincia el 28 de julio. Se cree que la adquirió en La Melgosa. El 3 de agosto instaló una nueva tarjeta de teléfono a la que desviaba las llamadas de su número habitual.

Toda la semana anterior buscó por los alrededores de Palomera, de noche, en su todoterreno un lugar donde enterrar a Marina. Faltar al trabajo, asistir a un concierto en Alicante y pedir prestado un coche formaron parte del plan de muerte que fue fraguando. Al final tuvo que improvisar. A Laura del Hoyo, la amiga fiel, no la esperaba.

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