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José Rosell Villasevil - SENCILLAMENTE CERVANTES (XLI)

El águila va a reanudar su vuelo

Miguel no anda ocioso tampoco, tiene el bendito pan seguro y las proteínas en el corrar con las «veinte gallinas e un gallo» de la rústica dote de su esposa.

JOSÉ ROSELL VILLASEVIL

«El Famoso todo», el que ha pateado los caminos de España, de Europa y aún de África; el que ha navegado por sus mares y ha volado, imaginativamente, sobre los ignorados témpanos del Ártico, es un vecino más del sagreño lugar de Esquivias , donde no por pequeño vive en el limbo del silencio, sino que tiene actividad laboral, social y hasta sus guerras internas de orden político y religioso, siempre bajo el ojo avizor del Santo Oficio; donde la mayoría cuenta los ducados en el debe (hasta el salario de las criadas), ya que el poder económico lo regentan dos o tres tiburones poderosos que lo pueden todo. Pero donde no falta la riqueza humana de un Sancho, un Pedro Alonso , un «Vizcaíno», un Pedro Ricote, un Bachiller hijo de Cosme Carrasco, un barbero-sangrador o un cura metomentodo de los de misa y olla.

Miguel no anda ocioso tampoco, tiene el bendito pan seguro y las proteínas en el corral con las «veinte gallinas e un gallo» de la rústica dote de su esposa. En el año 1585 allí ha gozado la emoción de acariciar su primer libro, «La Galatea». Ha escrito allí una de sus mejores comedias, «La Confusa» («nada fea» , dice él); con su especial atractivo y simpatía se ha ganado el cariño de las gentes de toda condición, y en la familia no solo al tío clérigo, don Juan de Palacios culto y bondadoso, sino a los pequeños cuñados, aunque siempre le guardaran una afectuosa reserva, sin merma de la plena confianza de la taimada suegra, doña Catalina, que le apodera para que solucione en Toledo los desmanes económicos que dejó don Hernando, su difunto esposo.

Fueron muchos los viajes a la Ciudad Imperial por parte del futuro autor de «La Ilustre Fregona» , donde entre otros muchos amigos, como el cura de Santo Tomé, don Andrés Núñez de Madrid, tan vinculado con Esquivias, se encontraba la prima de su esposa, Isabel de Cárdenas, casada tiempo ha con el toledano ilustre don Francisco de Guzmán, así como con su abundante y bien acomodada socialmente prole, quienes supieron apreciar la valía y nobleza de su reciente tío «político». Uno de ellos, Gaspar, andaba en amores con una sobrina del cura de Santo Tomé, hija de su hermana doña Elvira de Ávalos, residentes en Esquivias. El histórico clérigo que no solo encarga al Greco, sino que le diseña argumentalmnte el contenido de esa joya pictórica archiconocida como «El Entierro del Señor de Orgaz».

El domingo día 26 de abril de 1587, tras muchas jornadas desde el Monasterio de San Guillen, en Flandes, en olor de multitudes, llegan a su Toledo las cenizas de Santa Leocadia. Cervantes se hallaba en aquellos acontecimientos de elevado fervor popular, presididos por el propio monarca don Felipe II, junto a lo mejor de su Corte y Nobleza venida de todos los lugares el reino.

Miguel debió encontrarse con algún conocido lo suficientemente autorizado, como para ofrecerle ese anhelado trabajo, ya imperativo con la extinción de su ciclo teatral madrileño. Le ofreció el cargo de Comisario de Abastos de la Armada, con sede en Sevilla y operativo en todo el ámbito andaluz más cerealista y acitero, con vara alta y plenos poderes para la compra o la requisa de productos a los más que agobiados y vapuleados labriegos.

Miguel acepta sin reparo aquella prebenda envenenada que le mantendrá por tierras de María Santísima más una década, en una ocupación de las más infames que puedan darse, pero que formaba parte, todavía, de esas asignaturas providenciales que le llevarían al encuentro con el sublime Don Quijote.

No regresa a Esquivias a despedirse de esposa, familia y amigos, limitándose a enviarle una carta, junto con el Documento escribanil de plenos poderes sobre el que tanto se ha especulado, equívocamente, atribuyéndole carácter de separación. No fue así, Cervantes exhalará su último suspiro en los brazos de su discreta esposa, y ésta, diez años después, pedirá ser enterrada junto a el «esposo que tanto amé en vida».

Por el duro y teatral Camino de Andalucía, o de la Plata, Miguel va de nuevo con su hatillo, de venta en venta y de posada en posada, acumulando datos en el archivo prodigioso de su vida. ¡Cuántas veces le quedan aún de cruzar esas tierras manchegas que siempre le cautivaron! Aula inexorable de todas las ciencias y de todas las picardías.

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