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festival de cannes

Natalie Portman: «Amos Oz fue muy generoso y me hizo sentir muy libre»

La actriz presenta su opera prima como directora, «Una historia de amor y oscuridad», filme basado en la obra homónima del escritor israelí

Natalie Portman: «Amos Oz fue muy generoso y me hizo sentir muy libre» reuters

gloria scola

No quiere hacer comentarios sobre su próximo proyecto, en el que se meterá en el papel de Jackie Kennedy, y que rodará a las órdenes del chileno Pablo Larraín (director de «No»), que estos días se vende en Cannes. «No tengo nada que decir sobre eso, lo siento», se disculpa al final de la entrevista. Lo cierto es que Natalie Portman (Jerusalén, 1981), muy guapa, con el pelo recogido y un discurso que denota inteligencia, ya tiene bastante con hablar de su película , filme que supone su debut como directora de largometrajes, y que, además, ha sido rodado en hebreo y en Israel.

«Una historia de amor y oscuridad», adaptación del libro homónimo y autobiográfico de Amos Oz , narra la infancia del escritor y su relación con sus padres (especialmente con su madre, interpretada por Portman) durante los primeros años de la creación del Estado de Israel. En la terraza de la playa Majestic de la Croisette, sonriente y contenta, la ganadora de un Oscar por «El Cisne Negro» atiende amablemente a ABC.

—Felicidades. Una película muy poética en la que no solo destaca la dirección, sino, en concreto, su interpretación. ¿Le resultó difícil dirigirse a sí misma?

—Muchísimas gracias (sonríe). En realidad, al principio quería que lo hiciera otra actriz, pero ahora me alegro mucho de haberlo hecho yo. Dirigir a actores consiste en convertir las indicaciones en palabras, así que en mi caso fue muy fácil, ya que solo tenía que ir al monitor y verme en la escena. Y también resultaba más sencillo a la hora de dirigir a los otros porque, si estás en la escena, lo haces directamente ahí. Cambias tu actuación. Por ejemplo, cuando quería que el niño (el personaje de Amos Oz) riera, le decía una tontería para provocar su risa. Y si mi deseo era que se enfadara, le gritaba. Pero sin llegar a ser mala con él, claro. Puedes dirigir a los actores a través de tu propia actuación en la escena y eso es interesante.

—Usted ya había hecho cortos, pero, ¿por qué eligió esta historia para hacer su opera prima?

—Porque cuando leí el libro de Amos Oz, con esa maravillosa escritura, vi que era una película. Lo primero que me atrajo fue todo lo relacionado con el lenguaje. Me pareció interesantísimo. Y también me inspiró la historia de esta mujer inmigrante (la madre). Yo soy la tercera generación de mujeres inmigrantes; nací en Israel y a los tres años nos fuimos a Estados Unidos, pero mi madre era inmigrante-americana en Israel, y también mi abuela, y llevo años pensando en las emociones que todo eso provoca y en la historia.

—Rodó en hebreo. ¿Habla el idioma?

—Aprendí hebreo de una forma extraña, porque técnicamente es mi primera lengua. Pero la perdí cuando nos fuimos a vivir a Estados Unidos. En casa hablábamos inglés porque mi madre es americana, pero fui a un colegio judío, y ahí lo aprendía como una niña americana. No me gustaba mi colegio, y no me interesaba y, ya de adulta, redescubrí el idioma. Es tan mágico y tan poético... Es el mayor milagro lingüístico. Una lengua bíblica que estaba muerta y que rápidamente se convierte en algo que la gente habla en la calle y que tiene que ser modernizado. Pero lo bonito de todo esto es que durante miles de años no cambió nada. Es esencialmente una lengua bíblica actualizada con algunas palabras del mundo moderno.

—Amos Oz es uno de los escritores contemporáneos más importantes en hebreo, premio Príncipe de Asturias 2007 y varias veces candidato al Nobel de Literatura. ¿Qué le ha dicho de la película?

—Amos es uno de los mejores, si no el mejor, escritor de Israel. Y, además, es un hombre increíble, maravilloso. Un hombre político y único. Fue muy generoso dejándome hacer esto, y cuando vio el filme, fue tan amable y positivo conmigo que, por fin, ¡pude respirar! (sonríe). Su reacción me preocupaba muchísimo. Además, cuando decidí hacerla, me dijo: «El libro ya existe. Ahora tienes que hacer tu propia película». Y en todo el proceso me hizo sentir muy libre.

—Su padre es israelí. Sus abuelos también. ¿Le contaron cosas de lo duro que fue para ellos esa época?

—Mi padre es israelí y mis abuelos eran judíos de Polonia que se mudaron a Israel en los años 30. Mis abuelos no hablaban mucho de Europa, pero mi padre sí me contó muchas cosas. Y, además, a veces las historias surgían de una manera rara. Por ejemplo, cuando cumplí 17 años, mi abuelo me regaló una bolsa de piel y me dijo: «Me recuerda al olor de la tienda de mis padres». Y yo no sabía que tenían una tienda de productos de cuero en Polonia. Así que iban surgiendo cosas, y mi padre rellenaba el relato con detalles que a él le habían contado. Pero no hablaban mucho de todo eso porque les resultaba muy doloroso. Y, tras la guerra, perdieron totalmente la fe. Mi abuelo no ponía un pie cerca de una sinagoga.

—Ha trabajado con muchos directores. ¿De quién ha aprendido más?

—Soy una afortunada siendo actriz, porque no es lo mismo dirigir una película cuando ya has estado muchas veces en un set de rodaje que los que se ponen tras la cámara de nuevas. Diría que los que más me han influido son Darren Aronofsky , y (los desaparecidos) Anthony Minghella y Mike Nichols .

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