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Perico Delgado: «Ahora puedo bajar de la bici para ver a los buitres o tomar un bocadillo»

Cuando de niño soñaba con una bici, no podía imaginar dónde llegaría. La sierra de Guadarrama le ayudó a curtirse. Hoy su área de campeo es toda la Península

Perico sigue montanto en bici, aunque ahora de forma más sosegada

PILAR QUIJADA

Con su bicicleta, Pedro Delgado (Segovia, 1960) ha hecho más de medio millón de kilómetros, con notable resonancia internacional. Para hacernos una idea, hubiera podido llegar hasta la Luna y volver, si su bici «volara» como la de Elliot, el protagonista de E.T. Condiciones no le faltan, como él mismo admite recordando sus comienzos, «muscularmente tenía buenas cualidades». Lo tuvo muy claro cuando quedó segundo en el Tour: «Allí encontré mi terreno, puertos largos (soy un escalador nato), calor (me adapto bien), son tres semanas muy fatigosas, pero gracias a mi condición física me recupero bien de los esfuerzos y lo asimilaba mejor que mis compañeros».

Apreciación que corrobora su palmarés, con medio centenar de victorias. Entre ellas, una de las más ansiadas por los corredores profesionales, primero en el Tour de Francia, en la 75 edición de esta mítica carrera. Era el tercer español en conseguirlo, tras Bahamontes y Ocaña. Además, añade dos victorias en la Vuelta a España. Aunque en 1994 «colgó» oficialmente su bici, ha seguido añadiendo kilómetros, con dos entrenos semanales.

Prueba escrita de ello son «Las escapadas de Perico» (Aguilar), un libro que acaba de publicar, en el que recorre la geografía española de la mejor forma que sabe hacerlo, a golpe de pedal. Pero ahora de manera más reposada, con tiempo para detenerse y contemplar el paisaje, o tomarse un bocadillo disfrutando de las vistas. De entre todas las rutas que recoge en el libro, una de las que más le ha gustado es la vía verde de la Sierra, un antiguo trazado de ferrocarril, de 36 kilómetros, por el que nunca pasó tren alguno. Discurre al pie de las sierras más meridionales de la Península, entre los pueblos de Puerto Serrano y Olvera . Y en especial destaca el Peñón de Zaframagón. «Con los prismáticos ves perfectamente a los buitres desde muy cerca, y me pareció una auténtica pasada. Además había un sitio donde podías parar a comer, incluso si no has llevado comida. Es una buena ruta para hacer en familia».

Su pasión por la bici le viene de su infancia, cuando le entró el gusanillo, aunque entonces no con afán de ganar carreras... Todavía: «En Segovia mi pandilla iba al río en verano, pero había que recorrer 3 o 4 kilómetros. Los amigos del barrio iban en bici. Y yo me quedaba colgado porque no tenía bicicleta. Y eso hizo que quisiera tener una. Conseguida con sus ahorros y los de su hermano, se movía por Segovia pedaleando, porque me permitía ir de una punta a otra de la ciudad en poco tiempo». Ahí empezó a hacer músculos, pero en el mundo del ciclismo le introdujo un amigo de la infancia. «Desde el colegio, Frutos, corría, y cuando yo iba a su casa veía sus trofeos y la bici de carreras, que para mí era el no va más. Él me invitó a participar en las escuelas de ciclismo de Segovia. Tuve la suerte de que las piernas me respondían y el resto fue seguir adelante...»

«El esquí de fondo me sirvió de entrenamiento»

Después llegaron las victorias. «El éxito tiene un veneno que te invita a buscarlo y repetir». La victoria más ansiada, el Tour de Francia: «con todo lo que suponía para nuestro país tener París a tus pies, con el himno nacional sonando… Es algo especial. Ganar cualquier carrera cuesta muchísimo, ya sea el Tour o la vuelta a Aragón . Pero la repercusión no tiene nada que ver. Triunfar en la mejor carrera, entre todos los corredores de élite, cuando tú eres consciente de que podías lograrlo y lo logras, es magnífico. La Vuelta la gané dos veces, pero siempre estuve allí. Pero en cambio el Tour se resistía. Desde mi primera participación, cuando vislumbré y soñé que podía ganar, hasta que lo conseguí, pasaron muchas cosas desafortunadas...», recuerda.

«De la bici no vas a vivir»

Sin embargo, pese a su éxito, Perico cuenta que no tuvo claro desde el principio que su futuro pudiera ir sobre ruedas. De hecho había escogido el ámbito sanitario como opción profesional. «Empecé a estudiar enfermería y a correr de forma profesional el mismo año, y no pude hacer bien ni una cosa ni la otra. Mi padre me dijo, "hijo tú estudia, que de la bicicleta no vas a vivir", con mucha razón, porque en la mayoría de los casos es así. Yo tuve suerte por mi condición física. Pero también tenía mis reticencias ante ese mundo de la competición que se me presentaba. Por el miedo que había en la familia, me parecía una aventura más que un medio de vida. Aún así, con dos asignaturas aprobadas, ya tenía asegurada la plaza en enfermería, así que decidí probar el ciclismo un par de años, para ver cómo iba. Y fue tan bien que la enfermería ahora es una anécdota a contar a los nietos. El mundo del ciclismo profesional me envolvió y me llevó hacia adelante con muchísima fuerza», recuerda.

La sierra de Guadarrama puso su granito de arena en sus éxitos deportivos: «Uno de mis primeros grandes hitos fue hacer Segovia-Peñalara andando, cuando aún no tenía bicicleta. Y después también, cuando ya era profesional. «El invierno era una época sin carreras, pero tenías que hacer deporte para seguir en forma. Y andar en la montaña es algo que también me gusta, soy esquiador, aunque ahora me he vuelto más comodón. Pero en la época de corredor, hacía esquí de fondo por la vertiente segoviana de Guadarrama. El esquí de fondo me sirvió de entrenamiento. Salía entre semana, cuando había poca gente, lo que te permite ver animales por allí, en medio del silencio. Como algún ciervo despistado, al que sorprendes porque con los esquís de fondo no haces casi ruido. Esos momentos eran mágicos».

Tiene pendiente hacer el Camino de Santiago : «Dicen que se disfruta más andando, porque en bicicleta te pierdes cosas, pero te permite hacer un trayecto en el que puedes disfrutar del entorno. Es algo que tengo pendiente y me gustaría que fuese en familia». Aunque reconoce que no lo tiene fácil, porque los jóvenes de hoy tienen más querencia por la tecnología que por la naturaleza.

Gracias a este libro ha recuperado la bicicleta de montaña, aunque le gusta más la de carretera: «Requiere un esfuerzo físico más importante. Con la de montaña se rueda a otra velocidad, para disfrutar del entorno. A mí me gusta castigarme un poco y sudar sobre la bicicleta». Quién se lo iba a decir cuando soñaba de niño con comprarse una bici de carreras. Hoy su área de campeo es toda la geografía nacional, de la que ha seleccionado las rutas que más le apasionan, para invitar a recorrer las más fáciles en familia. O para retar a los más esforzados a seguir las más complicadas e intentar emular sus victorias.

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