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Madrid Río

Fernando Chacón: «Me gusta parar para ver la puesta de sol»

El decano de los psicólogos de Madrid es un buen conocedor de la sierra madrileña, aunque en su día a día, por cercanía, pasea por la ribera del Manzanares

Feranndo Chacón, junto al Puente de Arganzuela Belen Diaz

Pilar Quijada

El parque de Arganzuela , ahora integrado en Madrid Río, es el sitio habitual de paseo de Fernando Chacón (Jerez de la Frontera, 1959), el decano-presidente del Colegio de Psicólogos de Madrid . Por aquí, siempre que puede, corre unos 5 kilómetros. Alterna la carrera rápida con el trote suave o incluso la marcha. En total le ocupa unos 40 minutos. Lo de correr es una afición antigua: «Yo hacía atletismo y corrí varios maratones. El intervalo de entrenamiento era el que sigo practicando ahora, que curiosamente está de moda porque parece que es eficaz para quemar grasa», explica.

«También e s el sitio donde paseo con mi mujer, nos sirve para desconectar y hablar tranquilamente . Solemos ir con el perro». Por eso, además de un lugar para eliminar el estrés, a este espacio, asegura, «se unen afectos». Madrid Río le gusta porque es « un parque muy vivo , siempre lleno de gente muy diversa, porque está cerca de Lavapiés, Carabanchel y Usera. Te encuentras con personas de todas las nacionalidades . Aquí se celebran cumpleaños, hay mucha gente en bici o patines, ahora tan de moda, o en la zona de la playa, siempre está lleno...»

Melia Acedarach Wikipedia

Muy aficionado a la naturaleza desde pequeño , le gusta identificar las árboles y aves de los sitios que visita. «Me gustan mucho los árboles y procuro identificarlos. A veces me pico. Hace años vivía en Pozuelo y al trasladarme a Madrid encontré un árbol que no conocía. No paré hasta identificarlo, era una melia». La Melia azedarach , procedente de Asia, es conocida también como cinamomo. Su nombre genérico (Melia) procede del griego y significa fresno. Se lo dio Linneo por el parecido de sus hojas con los fresnos. Introducido como ornamental a finales del XIX se ha adaptado rápidamente por su facilidad para crecer en distintos suelos y hoy es frecuente en algunos parques y jardines.

La curiosidad de Fernando Chacón es innata: « Cuando veo algo que desconozco tengo que saber qué es ». Esa curiosidad le llevó también a estudiar psicología social, aunque reconoce que el motivo concreto por el que se hizo psicólogo se difumina en su memoria. «Hay personas que tienen un recuerdo nítido desde pequeños. Yo no. Y no tengo un recuerdo claro de pro qué me hice psicólogo. Me decidí tarde, unos meses antes de hacer la selectividad. Creo que lo que más me decidió fue la curiosidad por saber cómo son las cosas, y en especial, por qué la gente se comporta de una forma u otra», explica.

Y recuerda que la memoria no es un fiel reflejo de la realidad , sino una interpretación: « La memoria se reconstruye continuamente. El cerebro busca congruencia , y reconstruimos los hechos para que casen . Un ejemplo, cuando era joven fui a un lugar de Francia que tenía unas cerámicas que me gustaban mucho. En mi casa tenía tres boles de cerámica. Se rompió uno, y me supuso un gran disgusto. Le dije a mi mujer que lo había comprado en ese sitio de Francia. Pero, al dar la vuelta a uno de los pedazos vi que estaba comprado en una tienda de Madrid. Probablemente lo compré porque me recordaba a ese sitio de Francia, pero ese detalle lo había olvidado».

Recuerdos de la infancia

Sí recuerda su infancia en un internado de Ronda, donde iba con sus cuatro hermanos varones: « Somos ocho hermanos , y mi padre, que era militar, a los cinco varones nos llevaba a Ronda a un internado y, como no era de castigo, lo pasé muy bien». En especial, recuerda La Peineta de la Hidalga, un monte desde donde se divisa una magnífica vista de Ronda. «Mis hermanos iban allí los fines de semana, está muy cerca de los pinsapares». Recomienda visitar en la zona el Caminito del Rey , « una excursión muy interesante , aunque no es apta para las personas que tengan vértigo».

El caminito del Rey: un paseo de vértigo Diputación de Málaga

El «caminito» es un pasarela peatonal de apenas un metro de ancho y más de tres kilómetros de longitud, que cuelga a 100 metros sobre el río , pegada a las paredes verticales del desfiladero de los Gaitanes, entre los términos de Ardales, Álora y Antequera, en Málaga. Se utilizaba para dar acceso a los operarios de la Sociedad Hidroeléctrica del Chorro, propietaria de los Saltos del Gaitanejo y del Chorro. En 1921, explica Fernando, el rey Alfonso XIII fue allí con motivo de la inauguración de un embalse, y desde entonces se le conoce como «El caminito del Rey». «Durante mucho tiempo se consideraba uno de los caminos más peligrosos del mundo, porque estaba muy deteriorado y faltaban trozos. En 2015 lo rehabilitaron y ahora lo gestiona una empresa privada, se visita con entrada, pero tiene unas vistas impresionantes».

En el baúl de los recuerdos naturales del Decano de los psicólogos de Madrid también hay un lugar, aunque más impreciso, para la playa y el puerto de Sanlúcar de Barrameda. Con nueve años se traslada a Madrid y es la Sierra de Guadarrama la que se abre paso de forma más nítida en su memoria: «Mi contacto más directo con la naturaleza fue en la sierra de Madrid, las famosas salidas en coche de los domingos, con mi hermana. Nos llevaban unos vecinos a comer al campo. A los doce o trece años empecé a hacer excursiones caminando por la sierra, en especial a la Fuenfría. Hoy me sigue gustando mucho, aunque es un recorrido durito. Suelo subir por el valle, al collado, y bajar por la otra vertiente hasta El Espinar. La subida al collado es corta, pero intensa. Y la bajada es muy bonita. Es una ruta larga, para hacer en verano», señala. Y como propósito tiene pendiente «recorrer toda la Cuerda Larga». Mientras pasea, le gusta ver árboles: acebos, abedules, tejos, o los reductos del antiguo bosque de hayas de Montejo, explica.

El contacto con la naturaleza le permite desconectar y es importante también por la mera contemplación del paisaje . Aunque, tal vez por ser psicólogo, él se pone retos, como plantearse alguna ruta difícil o, mirando hacia atrás, «aprender a esquiar con 40 años, para poder pasar más tiempo con mis hijos, haciendo actividades que les gustaban. Durante unos años fuimos en familia a esquiar al Pirineo. Ahora las rodillas ya se resienten...», confiesa.

Atardecer desde la sede del COP COP

Y cuando no puede salir, porque su trabajo en la Universidad o en el Colegio de Psicólogos se lo impide, le queda el recurso de mirar por la ventana . «Siempre digo que es un lujo tener vistas así : desde la ventana del despacho, en la Cuesta de San Vicente, las vistas de l os Jardines de Sabatini y el Palacio Real , con puestas de sol muy bonitas. Desde la sala de reuniones vemos el reflejo en el edificio del Senado. Y es muy bonito cuando hay una nube oscura detrás, por el contraste entre la luz tamizada del sol y la nube. En ocasiones, paramos y nos vamos a la ventana para contemplarlo. En la facultad de Somosaguas, en el tercer piso, tengo una vista completa a la Casa de Campo . Y de fondo el skyline de Madrid».

Se doctoró en 1985 con una tesis sobre «Altruismo y conducta de ayuda» y dirige desde hace más de quince años un Grupo de Investigación de la Universidad Complutense sobre voluntariado. «Investigamos por qué perseveran en su labor. Y, curiosamente, los voluntarios ecologistas puntuaban más alto en valores que los socioasistenciales », explica. Fuera del aula, se empeña en convencer a su familia de que todos los plásticos no van al contenedor amarillo. «Solo los envases», insiste.

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