«No vengo aquí a analizar el penalti, pero he visto diez veces la jugada repetida y lo tengo claro. Fue penalti», Scolari dixit nada más terminar el polémico Brasil 3-1 Croacia. Los anfitriones comenzaron el torneo con victoria pero, sobre todo, con mucha polémica. En un partido insulso de la canarinha, sin apenas ocasiones y con más empuje y bemoles que juego, tuvo que ser el colegiado nipón el que le sirviera en bandeja de plata el triunfo. A falta de veinte minutos para el final del partido, y con 1-1 en el marcador, Nishimura se inventó un penalti de Lovren sobre Fred, cuya actuación en el área para fingir un agarrón fue digna de estatuilla en el teatro Kodak de Los Ángeles. Para rematar a los balcánicos, ya en el descuento, el trencilla no pitó falta en el robo de balón de Ramires previo al punterazo de Oscar que supuso el 3-1 definitivo.
«No es penalti. Si hubiera sido al contrario Scolari no hubiera dicho eso. Él mismo sabe que está mintiendo», así de rotundo se mostraban la mayoría de aficionados brasileños que festejaban por las calles de Sao Paulo el debut victorioso de los suyos. Contentos y con alguna caipirinha de más, la «torcida» sabe que el primer partido de Mundial siempre es traicionero y que lo más importante es ganar, sea como sea. Eso sí, reconocen que lo lograron atraco mediante y eso tampoco gusta a una hinchada ávida de «jogo bonito» y no de «robo bonito»: «Lo importante es ganar pero a los brasileños nos gusta hacerlo de manera justa. La ayuda arbitral condicionó el partido, eso está claro».