Faltaba chispa, decía Manolo Cadenas. Continuidad, fluidez. Aprovecharían sus cartas, la sobreconfianza de una España muy superior sobre el papel, decía Marco Oneto, estrella chilena. Los jugadores de la selección española sabían de esos dos factores: demasiada dificultad en los primeros encuentros y que Chile no le iba a poner demasiados problemas. No se salió relajado, sino todo lo contrario, con temor. Temor de volver a fallar contra una selección que solo tiene cuatro jugadores fuera de sus fronteras porque ni siquiera el deporte es profesional. Ganó la lógica, pero costó toda una primera parte despertarse del sopor y darse el homenaje de goles y confianza en la segunda. España ya está en octavos, con tres victorias en otros tantos encuentros (37-16).
El miedo atenazó a España en los primeros instantes. Seis minutos sin anotar. Para evitar las desconexiones de encuentros anteriores, la concentración fue excesiva y encerró a los de Cadenas atrás, les agarrotó el brazo. Se llegaba al área rival, y con peligro, pero falló la precisión. Entrerríos intentó despertar a la selección con su primer gol, pero ni siquiera los penaltis consiguieron limpiar las legañas. Rocas lo mandó al larguero, Tomás chocó con el portero y solo Rivera logró encontrar el hueco.
Como dormida, la selección fue poco a poco desperezándose, pero también dejó que Chile pudiera mantenerse a una distancia demasiado cercana. No tanta como para inquietar al personal, pero sí para tener que seguir batallando contra el sopor. Fue Albert Rocas una de las alas que logró levantar el vuelo de la selección con tres goles, y en la portería Gonzalo Pérez de Vargas brilló de principio a fin. El partido llegó al descanso frío, como el pabellón.
Reacción en cadena
Apareció Tomás en la segunda mitad, y junto a Valero Rivera dieron vuelo a la selección que por fin se desperezó a lo grande. La victoria comenzó en la defensa, que evitó que los chilenos encontraran bien los huecos, se alimentó en el portero y se consolidó con los extremos. Tomás, Ugalde, Antonio García y un tremendo Valero Rivera con siete tantos de ocho lanzamientos. Todo lo que había costado romper el partido en la primera mitad se puso fácil en dos minutos. La distancia de diez goles se fue ampliando gracias a la velocidad en los contragolpes y la confianza. Esta vez sí, los ataques se contaron por goles.
Pudieron haber sido más, pero también jugaba Barrientos, que frenó algo la sangría. Sin embargo, la lógica fue aplastante. Los amateurs chilenos se rindieron a la evidencia de que la selección española está de vuelta. Y el 37-16 es un balón de oxígeno y confianza para encarar los dos partidos que quedan y la segunda fase del campeonato. España está de vuelta.
