Diez historias sobre la Gran Vía que seguramente no conoces
Inauguración de las obras de la Gran Vía, con la presencia de Alfonso XIII, que firma el acta de inicio. - abc
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Diez historias sobre la Gran Vía que seguramente no conoces

La popular avenida madrileña alberga un amplio muestrario de anécdotas y lugares únicos desde su inauguración, en 1910

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La popular avenida madrileña alberga un amplio muestrario de anécdotas y lugares únicos desde su inauguración, en 1910

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  1. Rechazada por los vecinos

    Inauguración de las obras de la Gran Vía, con la presencia de Alfonso XIII, que firma el acta de inicio.
    Inauguración de las obras de la Gran Vía, con la presencia de Alfonso XIII, que firma el acta de inicio. - abc

    El ambicioso proyecto de la Gran Vía, que arrancó en el cambio de siglo y se hizo efectivo en 1910, contó en un principio con el rechazo generalizado de los madrileños. Y es que una obra de tales características implicaba un elevado coste, que no se limitaba a lo económico. La construcción de la avenida exigió el derribo de más 300 casas y la expropiación de unos 33 terrenos. Además, desaparecieron 14 calles y se recortó el trazado de otras 34, como el caso de la calle de san Miguel o la de Jacometrezo.

    Fue necesario que, en paralelo, se levantaran más de 26.000 metros cuadrados de empedrado, más de 9.000 metros de aceras y se prescindieran de casi 300 farolas, así como la supresión de alrededor de 14.000 metros de cañerías. El coste total de la popular vía madrileña rondó los 29 millones de pesetas.

  2. El primer aire acondicionado de Madrid

    Edificio Carrión, donde se situaban los cines Capitol.
    Edificio Carrión, donde se situaban los cines Capitol. - abc

    Es característica inherente a la Gran Vía su consideración como representante cosmpolita y vanguardista de la capital de España. Pero no sólo es perceptible en su estilo y proyección, sino también en su historia. Así, en dicha avenida se construyó el primer aire acondicionado de Madrid. Fue en 1933 cuando el edificio Carrión, donde se ubicaban los cines Capitol, dio un paso a la modernidad en la necesaria lucha de la ciudad contra el sofocante calor de los meses de verano. Suponemos que mereció la pena aunque el aparato ocupara tanto como el espacio de butacas. Lo que no alcanzamos a imaginar (o sí) era el ruido que generaba.

  3. Un paseo de cine

    Fotograma de la película El Día de la Bestia.
    Fotograma de la película El Día de la Bestia. - abc

    Su esplendor, como no podía ser de otra forma, ha provocado que el Séptimo Arte fije de forma reiterada sus ojos en ella. No nos referimos, aunque bien podríamos hacerlo, a sus históricas salas de cine y a las glamurosas visitas de las estrellas de Hollywood, sino a la elección de la avenida, orgullo de Madrid y su gente, como escenario de múltiples películas.

    Directores como Edgar Neville, con El último Caballo (1950); José Luis Garci, en El Crack (1981); Alejando Amenábar, Abre los ojos (1997); o Álex de la Iglesia y Pedro Almodóvar, en El Día de la bestia (1995) utilizaron la Gran Vía como el lugar idóneo para dar vida a ciertos pasajes de sus largometrajes.

  4. Relax en un Spa subterráneo

    Spa del hotel.
    Spa del hotel. - senatorgranvia70

    El hotel Senator Gran Vía 70, que recibe su nombre por su situación en la avenida, dispone de un relajante Spa para desconectar del estrés del día en una situación única e incomparable: bajo el ruido y movimiento de la urbe, pues es subterráneo. Piscinas tematizadas y climatizadas a distintas alturas, baño turcos, jacuzzi o una gruta de hielo, entre otros, te transportarán a sensaciones y lugares exóticos en pleno centro de Madrid. Un tesoro contemporáneo en uno de los lugares con más historia de Madrid.

  5. Cien años de la primera casa

    Instatánea histórica de la Gran Vía con Alcalá, con el edificio Metrópoli al fondo.
    Instatánea histórica de la Gran Vía con Alcalá, con el edificio Metrópoli al fondo. - abc

    Una de las cosas que ha hecho popular a la Gran Vía, más allá de sus infinitas anécdotas, es la riqueza de sus edificios. Innumerables construcciones, de cuidada arquitectura, hacen única a la popular vía como también lo hacen pequeñas edificaciones que, igualmente históricas, pueden pasar desapercibidas. Es el caso de la primera casa que se levantó, que este año cumple su centenario. Se trata de una vivienda situada en el número 8, esquina con la calle de Víctor Hugo. Se finalizó entre 1915 y 1916, y presume de ser la primera entre cientos. La última, por su parte, fue en el número 72, donde hoy se alza el hotel Wellington.

    

  6. Un antiguo club militar

    Fachada del Centro Cultural de los Ejércitos, conocido como Casino Militar.
    Fachada del Centro Cultural de los Ejércitos, conocido como Casino Militar. - jaime garcía

    En el número 13 se ubica un edificio que es difícil que pase desapercibido dada su singular y belleza arquitectónica, del movimiento que en tiempos se denominó «Art Nouveau». Se trata del Centro Cultural de los Ejércitos, más conocido como Casino Militar. Es un espacio que, desde su inauguración en 1916 por el rey Alfonso XIII, reúne a sus socios para todo tipo de actividades: esgrima, zarzuela, coloquios...

    Con 1.200 socios, que pagan entre 11 y 16 euros, esta magnífica construcción contiene una genial biblioteca, un restaurante cafetería y hasta una peluquería, entre otros. Aunque en los últimos años ha visto como perdía fuerza por el envejecimiento generalizado de sus socios, su encanto natural se mantiene intacto, tanto que un inversor asiático se interesó en su compra ofreciendo, incluso, un cheque en blanco para tal caso.

  7. Un lío de números

    Vista aérea de la Gran Vía en 1933.
    Vista aérea de la Gran Vía en 1933. - virgilio muro

    Si, querido lector, al ver las historias y lugares precedentes has sido capaz de situarlas inmediatamente en la Gran Vía es porque, primero, eres un perfecto conocedor de su numeración y porque, segundo, tu sabiduría, en ese sentido, comienza desde la construcción del segundo tramo de la avenida; o así podría considerarse.

    Esta hipótesis se debe a que la numeración de la genial vía madrileña no siempre ha sido así. En realidad, no siempre ha tenido el mismo sentido. En su inauguración, en 1917, en el tramo entre la calle Alcalá y Red de San Luis, ésta empezaba en esta última. Sin embargo, cuando se finalizó el segundo tramo, desde la propia Red de San Luis hasta la plaza de Callao, se modificó otra vez el orden y se estableció el inicio de la vía en el famosísimo edificio Metrópolis.

  8. Itinerario modificado

    última fase de las obras de la Gran Vía.
    última fase de las obras de la Gran Vía. - Teodoro Naranjo

    La idea inicial que se incluyó en los planos de José López Sallaberry y Francisco Andrés Octavio fue que la Gran Vía se configurara como una inmensa avenida que cruzara la ciudad en línea recta. Aunque su nombre, en efecto, evoca a su anchura y amplitud, tal premisa no pudo consumarse por una razón fundamental. El trazado original pasaba por encima de tres iglesias que los arquitectos quisieron salvar. Así, se modificó el itinerario, desviándose a la altura de Callao. La parroquia de San José, el oratorio del Caballero de Gracia y la iglesia de San Francisco de Borja, ya desaparecida, quedaron, por tanto, en pie.

  9. Una Gran Vía sin coches

    chema barroso

    ¿Quién se imagina una Gran Vía sin coches? No hablamos del desierto improvisado en el que se convierte Madrid en el mes de agosto ni en los daños colaterales de una final del Mundial de fútbol con España como protagonista, sino del proyecto de Miguel Oriol e Ybarra. Árboles, un lago, amplios jardines, arbustos, palmeras... Así es la utópica avenida que el arquitecto diseñó en 2009 para un Madrid libre de contaminación y a la vanguardia del urbanismo verde.

    La vía que Oriol imaginó en su cabeza tendría un túnel y un aparcamiento para 3.000 vehículos bajo el inmenso manto ecológico. El proyecto, según defendió, costaría el 8 % de lo que supuso la remodelación de la M-30 y sería perfectamente «viable».

  10. Adorada y renombrada por todos

    Numerosos viandantes contemplan las obras de la Gran Vía, entonces llamada avenida de José Antonio.
    Numerosos viandantes contemplan las obras de la Gran Vía, entonces llamada avenida de José Antonio. - teodoro naranjo

    Aunque en 1981 se consolidó, por fin, el nombre por el que todos la conocemos actualmente, anteriormente tuvo casi tantos cambios como alabanzas por parte de todos. Ha sido bautizada, por ejemplo, como avenida Conde de Peñalver, en honor al alcalde homónimo de Madrid que inició el proyecto pero no pudo verlo finiquitado. Después, ha recibido otros apelativos en función de las fuerzas políticas del momento y de referencias populares, casi las más arraigadas.

    Ha sido la avenida de Pi y Margall, la de Eduardo Dato, la de la Unión Soviética, de la CNT y, entre otras, de José Antonio. Por la gente, que aunque al principio se mostró reacia rápido la acepto como un patrimonio propio, se la ha llamado la avenida de los obuses o del quince y medio por las numerosas bombas que cayeron sobre el edificio de Telefónica durante la Guerra Civil.

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