Por qué son «gatos» los madrileños y otros gentilicios sorprendentes
¿Sabías que Felipe II llamó «el Caribe» al pueblo de Zarzalejo? ¿Por qué a los de Algete se les conoce como «tramposos»? ¿Y«burros» a los de Chinchón?
Actualizado: Guardar¿Sabías que Felipe II llamó «el Caribe» al pueblo de Zarzalejo? ¿Por qué a los de Algete se les conoce como «tramposos»? ¿Y«burros» a los de Chinchón?
12345678910111213141516171819202122232425262728Por qué se llama «gatos» a los madrileños
¿Sabías que Felipe II llamó «el Caribe» al pueblo de Zarzalejo? ¿Por qué a los de Algete se les conoce como «tramposos»? ¿Y«burros» a los de Chinchón? El diccionario geográfico popular de Madrid, recopilado por Gaspar Sánchez Salas, recoge muchas de estas curiosidades.
«Gato» fue un apellido muy célebre en la conquista de Madrid en tiempo del Rey Alonso VI. En el asalto de la villa, un soldado valeroso trepó por la muralla ayudado de una daga que clavaba en las juntas de las piedras. Sus camaradas, al ver la hazaña dijeron que parecía un gato, palabra por la cual comenzó a conocerse también a sus descendientes. La familia llegó a ser tan importante en la ciudad que no se consideraba nobleza castiza de Madrid a la que no pertenecía a aquel linaje –al de Los Escarabajos y Los Muertos, que eran los tres más ilustres de la Villa–. Con el tiempo, se acabó llamando «gatos» a todos los habitantes de Madrid.
Los del Escorial son «caciques» y los de San Lorenzo «gurriatos»
La competencia entre los municipios colindantes en El Escorial viene desde tiempo atrás. La «guerra» ha llegado incluso a calar en los gentilicios. Los de El Escorial de abajo suelen llamar «caciques» –«porque siempre querían imponer su opinión»– a los del San Lorenzo de El Escorial, mientras que éstos llaman a sus vecinos «gurriatos» –por ser «pardillos y fáciles de engañar».
Alcorcón: Alcorconeros, llaneros y «Botijos»
La alfarería, presente en la bandera de Alcorcón, tuvo en los botijos «coloraos» uno de los más típicos representantes de su pasado artesano. Y es la culpable de que de que a los habitantes de este municipio madrileño, ubicado a trece kilómetros de la capital, se les conozca como «botijos».
Algete: Algeteños, jarameños y «tramposos»
El diccionario Geográfico Popular de Madrid, del filólogo Gaspar Sánchez Salas recoge el gentilicio «tramposo» para referise a los ciudadanos de Algete. La explicación se debe a que, los forasteros dicen de ellos que «deben dinero y no pagan, y si les molestan un poco dicen que no deben nada». Incluso el refranero popular recoge esta característica de algunos algeteños:
«En Algete los tramposos
que los que deben no pagan,
y si les dicen que te deben
dicen que no deben nada»
Boadillanos y «Belloteros» en Boadilla del Monte
El gentilicio usual en Boadilla del Monte es el derivado de su nombre: el boadillano. No obstante, existen otros no tan conocidos como «llanero» debido a que se enmarca en la comarca del Llano del Sureste. Aunque, sin duda, el más extraño es «bellotero». Un seudogentilicio que se debe a las encinas que copan el campo de su término municipal. De hecho, en su escudo también se hace referencia a este árbol tan común en la localidad.
Hay «Ladrones» en Brea del Tajo
Según publica la filóloga María del Pilar Cruz Herrera, los breanos también son conocidos, además de por «ribereños», por «ladrones». «Quizás el origen de esta fama se deba a que hace mucho tiempo existió un asaltante llamado Salaván que se escondía en el límite de Brea del Tajo, en Aros, un pueblo desaparecido en Guadalajara».
Eres «del costal», si naciste en Bustarviejo
En Bustarviejo, según las publicaciones de Cruz Herrera, se les conoce como «del costal» porque «asesinaron a un hombre y lo llevaron a Miraflores metido en un costal».
Cadalso de los Vidrios, el pueblo de los «soplones»
Al igual que la coletilla del nombre de esta localidad, el gentilicio «soplón» proviene de una de las más importantes fábricas de vidrios que estuvo allí instalada. El cristal fabricado en este pueblo alcanzó prestigio en los siglos XVI y XVII, ya que gran parte de la cristalería de la Real Botica del Monasterio de El Escorial fue fabricada en Cadalso. Estos hornos estuvieron operativos hasta principios del siglo XX, cuando fueron cerrados definitivamente.
Casarrubuelos, lugar de «garbanceros» y «gallegos»
El patrón de Casarrubuelos es Santiago Apóstol, un recuerdo que evoca a la región gallega y que lleva a muchos lugareños a llamar a este municipio como la «pequeña Galicia». Pero los casarrubuelense, el gentilicio usual, también son famosos por no comer sólo un cocido, sino como mínimo dos al día. Este hecho les hizo ganar el apodo de «agarbanzado».
«Los seis dedos», de Cervera de Buitrago
En esta localidad de la sierra norte de Madrid existía un defecto físico hereditario que se daba en esta población por el que muchos niños nacieron con seis dedos en una sola mano.
Felipe II llamó «Caribe» a Zarzalejo
Felipe II fue el primero que les dio este apodo ante la violenta respuesta de los hablantes de Zarzalejo cuando el monarca pensó en construir en este término el que hoy es el Monasterio de San Lorenzo de El escorial. Con «caribe» se refería a los pueblos indígenas dominaron una parte de las Antillas y se extendieron por el norte de América del Sur.
Los «titiriteros», de Chapinería
Después de las faenas del campo, los chapineros solían recorrer los pueblos de Castilla para «tocar el cornetín, dar saltos mortales y hacer equilibrios en el alambre». De estas acrobacias nació el gentilicio «titiritero» para referirse a los habitantes de Chapinería.
«Burros», de Chinchón
A los chichoneros también se les conoce como «burros» porque, según recoge Sánchez Salas en su libro, «sembraron el rabo de un borrico para que crecieran borriquillos».
«Tinajero», de Colmenar de Oreja
Los hornos árabes que abundan en la localidad de Colmenar de Oreja han dado el sobrenombre de «tinajeros», como se conoce a estas fábricas, a sus habitantes. Así también lo reflejan los su refranero popular:
«Colmenar tiene tres cosas
que no las tiene Madrid:
los hornos, las canteras
y el Puente de Zacatín».
Son «judíos» los de Fuente el Saz del Jarama
La aldea fue fundada por «repobladores» castellanos, que tras la Reconquista, instalaron el incipiente núcleo urbano cerca de una fuente que como principal particularidad tenía que junto a ella crecía el «saz» o sauce. Desde entonces, se dice que las gentes del lugar poseían –y siguen teniendo– una gran iglesia en la que destaca una vistosa torre y ocho campanas. A pesar de tener este insigne templo, a la misa sólo acudían contadas personas. Y muchos defienden la hipótesis de que esto se debía a la presencia algunos judíos encubiertos, que tuviron mucho que ver con el flujo de riquezas que se movía en el pueblo.
Los «de la viga atravesá» son de Hoyo de Manzanares
Dicen los vecinos del lugar que los de Hoyo del Manzanares se empeñaron en meter una viga atravesada en la iglesia. Y según explica el diccionario geográfico popular de Madrid, «como no podían pasar, la untaron con grasa para ver si se doblaba, hasta que a uno se le ocurrió meterla de punta, y le hicieron alcalde».
Los «de la ballena» son de Majadahonda
El libro de «Dichos referentes a pueblos y gentes» explica que los majadariegos confundieron una ballena con una albarda –el arreo de los animales de carga compuesto principalmente de dos grandes almohadillas que se adaptan a los dos lados del lomo– que llegaba por el río.
Isabel II llamó «brutos» a los de Pinto
El libro «Dichos referentes a pueblos y gentes» relata que la Reina Isabel II fue una vez a Pinto y preguntó a uno de los vecinos que acudieron a recibirla de dónde era. El interrogado decidió no contestar.
–¿De dónde eres, muchacho?, insistió la Reina.
El individuo siguió mudo y la Reina le vociferó:
– ¡De dónde eres, bruto!
«Indígenas», en Nuevo Baztán
En Villar del Olmo, como respuesta al apodo de abisinios que los baztaneros le dan, empezó a llamarse a los de Nuevo Baztán «indígenas». Con él, pretenden aludir a lo difícil que era entenderlos cuando hablaban.
«Cebollero», de Olmeda de las Fuentes
Hasta 1952 esta población se llamaba Olmeda de la Cebolla porque se trata de un lugar muy fresco en el que crecen muchos olmos y cebollas. El cambio de nombre hizo desaparecer el privimitivo gentilicio que hoy muy pocos recuerdan.
Los de Fuenlabrada llaman a los de Parla «verracos»
Los fuenlabradeños impusieron el apodo de «verracos» a los parleños por «comerse el cerdo que éstos criaban para San Martín».
En Pozuelo de Alarcón son «pijoleros»
Con el apodo de «pijoleros» se hace mofa de la supuesta vanidad hueca que se les atribuye. Quizá se debe a la influencia que ejercieron sobre los humildes labriegos de Pozuelo de Alarcón los veraneantes desde la mitad del siglo pasado.
El pueblo «cigüeño» de Redueña
En los terrenos en los que hoy se levanta Redueña, tenían una propietaria legítima, a la que, no obstante, le fue discutida la legitimidad. Llegó incluso a entrar en un litigio para dilucidar la autoría de la propiedad. El juez, falló en favor de la señora, quien, a la vista de la sentencia concluyó: «Si antes era dueña, ahora soy redueña». De ahí ha llegado hasta nuestros días el gentilicio de redueñense.
El apodo de pueblo «cigueño» no se debe a la abundancia de este ave, sino todo lo contrario. Según cuenta la leyenda popular, mientras el cura celebraba la misa, una cigüeña dejó caer una serpiente y desde entonces ninguna cigüeña ha vuelto a anidar en el pueblo.
En San Martín de Valdeiglesias son «pinches»
Según «El coleccionista de Apodos», de Camilo José Cela, el apodo de «pinche» «se originó en la región porque les consideraban «estirados y presumidos», y que «se creían que eran de Madrid».
Los «golosos» de Santorcaz
La imagen del patrón local, San Torcuato, era hueca y estaba fabricada con escayola. Las abejas aprovecharon el vacío para instarlar allí su colmena, y los monaguillos metían el dedo por el culo de la imagen para para chupar la miel. Desde entonces, a los habitantes de Santorcaz se les conoce como «golosos».
Son «cagones» en Valdetorres del Jarama
En toda la Vega del Jarama es conocido el apodo de «cagón» para referirse a un valdetorrense. Todo viene de una fuerte intoxicación que sufrieron muchos de los habitantes que les hizo padecer diarrea y descomposición.
Los «abubillos» de Villalbilla
Los Villalbillanos hicieron una torre de cestos para coger una abubilla que había en lo alto de una iglesia. Y, como les faltaba una, quitaron la de abajo. Cuando se cayeron los cestos la abubilla salió volando.
Los «saperos» de Villalmanta
Hay dos hipótesis que explican por qué se les llama a los villalmanteños «saperos». Unas teorías indican que hubo una plaga de sapos. Otras, también dicen que les gustaba mucho estar con los pies en remojo.