El «boom» de la arquitectura religiosa en el Madrid de los Austrias
Descubre el origen y las curiosidades de las iglesias, templos y capillas más singulares nacidas del impulso que esta dinastía dio a la pequeña villa que se tranformó en capital del Reino
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1234567891011121314151617La capilla de San Isidro
La historia de la Capilla de San Isidro –en la Costanilla de San Andrés–, arranca del momento en que concluye el proceso de canonización de San Isidro, en 1622, y el consejo de la Villa decide construir una capilla monumental digna de albergar sus restos. Tras varios proyectos irrealizados o interrumpidos fue José de Villarreal quien dirigió las obras ente 1657 y 1666. La capilla, que se dispuso en perpendicular a la antigua parroquia medieval de San Andrés, combina en el exterior el ladrillo con el granito de portadas y pilastras.
El interior se distribuye en dos piezas cuadradas, la segunda de las cuales está cubierta por una gran cúpula con linterna. El 15 de mayo de 1669 el féretro de San Isidro es trasladado al nuevo recinto funerario, profusamente ornamentado con estucos, maderas y dorados; a pesar de la suntuosa decoración barroca de la capilla, sin embargo, el patrono de Madrid abandonó el lugar justo un siglo después, para alojarse ya definitivamente en la colegiata de San Isidro.
En 1936 un incendio devastó la vieja parroquia de San Andrés, de la que tan sólo se salvó la mínima porción que hoy se conserva unida a la Capilla de San Isidro, dando lugar a un templo que mantiene la original advocación a San Andrés. La Capilla del Obispo, también anexa a la iglesia medieval, no resultó afectada por el fuego, pero la de San Isidro quedó maltrecha y se perdieron todos sus interiores, recuperados en la última década gracias a una meticulosa labor de reconstrucción dirigida por el arquitecto Javier Vellés.
La capilla del Cristo de los Dolores
La Capilla del Cristo de los Dolores, en la calle San Buenaventura, es una pequeña construcción religiosa que apenas llama la atención desde el exterior, pues visualmente parece prácticamente fusionada con la iglesia de San Francisco el Grande. Los hermanos de la Venerable Orden Tercera –que era la rama seglar de los franciscanos y gozó de gran popularidad en el siglo XVII–, encargaron su construcción a Francisco Bautista, que con la ayuda de algunos colaboradores concluyó la obra en 1668.
La capilla es una joya del barroco madrileño y está declarada Monumento Nacional. Al exterior destaca tan sólo la cúpula, con las ventanas abuhardilladas que se abren en los ocho faldones del chapitel de pizarra. El interior presenta planta rectangular y nave con forma de cañón, crucero con cúpula y presbiterio; precisamente en el presbiterio se encuentra el fabuloso baldaquino de madera, mármol y jaspes que proyectó el mismo Bautista y que ejecutó Juan Ursularre en 1664; dentro de este altar cubierto se halla la escultura del Cristo de los Dolores, de fecha y autor desconocidos, que da nombre a la capilla. El fresco que decora la bóveda de la sacristía fue pintado a comienzos del XVIII por Teodoro Ardemans.
El convento de las Carboneras
El convento de Jerónimas del Corpus Christi se encuentra en la plaza del Conde de Miranda y es conocido popularmente como de las Carboneras porque, según parece, uno de los cuadros de la Virgen que se conservan en el convento había sido encontrado en una carbonería. El establecimiento fue fundado en 1607 por Beatriz Ramírez de Mendoza, condesa de Castelar, y su construcción corrió a cargo del arquitecto Miguel de Soria, que confirió al conjunto la discreta fisonomía de las comunidades religiosas del Madrid de los Austrias.
La iglesia conventual presenta una sencilla fachada de ladrillo con un relieve de San Jerónimo y Santa Paula, fundadores de la orden. El interior, de una sola nave con bóveda, ofrece ante todo el interés de conservarse intacta, tal cual fue concebida originalmente, lo que no puede decirse de los templos de su misma antigüedad. En el altar mayor, flanqueado por cuatro columnas corintias, destaca un lienzo de la Última Cena de Vicente Carduccio. La clausura del convento atesora un patrimonio artístico de estimable valor que se concentra sobre todo en las zonas del antecoro y el coro; en este último se encuentra la tabla con la imagen de Jesús Nazareno que, según la tradición, llevaba Santa Teresa en sus desplazamientos.
El convento de las Comendadoras de Santiago
El convento de las Comendadoras de Santiago se encuentra enclavado en la plaza del mismo nombre. Fue fundado en 1584, aunque la iglesia conventual no se levanta hasta un siglo más tarde gracias al impulso de Mariana de Austria, viuda de Felipe IV. Esta iglesia, construida entre 1667 y 1697 por Manuel y José del Olmo, está considerada como uno de los mejores ejemplos del barroco madrileño y de la arquitectura religiosa del siglo XVII en general, destacando la impresionante cúpula de tambor que se levanta en el centro de la planta, muy original por su forma de cruz griega.
El gran cuadro enmarcado del altar mayor representa a Santiago «Matamoros» y es de Lucas Jordán. Tres arcos de medio punto dan acceso al atrio de la fachada, flanqueada por dos torres con chapiteles. La interesante sacristía de los Caballeros, de Francisco Moradillo, data ya del siglo XVIII y se levantó con una donación de Fernando VI; en ella se preparaban los miembros de la Orden de Santiago para sus ceremoniales. En cuanto al edificio actual del convento, es resultado de la restauración que Carlos III encargó a Sabatini quien, en 1773, reorganizó en un solo inmueble el conjunto de distintas casas que habían compuesto hasta entonces el establecimiento religioso.
Convento de «las Góngoras»
El convento de las Mercedarias Descalzas de la Purísima Concepción se emplaza en la calle de Luis de Góngora; el nombre popular de «las Góngoras» con que se le conoce no hace referencia sin embargo al poeta, sino a Juan de Góngora, consejero de Castilla, que fue quien patrocinó el convento en 1663. La construcción corrió a cargo del arquitecto Manuel del Olmo, que crea una iglesia conventual no muy grande pero de gran amplitud visual, perfectamente representativa del barroco madrileño. Conservado en muy buen estado, el templo consta de una nave con crucero corto y diáfano sobre el que se levanta una gran cúpula con pechinas.
En cuanto a la decoración, muy hermosa, destaca el logrado trabajo de la cornisa que recorre todo el interior y los festones y guirnaldas que decoran la cúpula. En el altar mayor, la imagen de la Inmaculada y de las dos monjas a sus pies –en madera policromada–, son obra de Juan Pascual de Mena, y las figuras que coronan el retablo también han sido atribuidas al autor de la fuente de Neptuno por algunos autores. En el segundo retablo de la derecha destaca un gran cuadro del granadino Pedro Atanasio Bocanegra.
Convento de las Trinitarias Descalzas de San Ildefonso
El convento de las Trinitarias Descalzas fue fundado por Francisca Gaitán en 1612 y en su primitiva construcción fue enterrado Miguel de Cervantes, fallecido en 1616; paradójicamente, el convento que se conoce popularmente como las Trinitarias «de Cervantes» se emplaza en la calle dedicada a su rival Lope de Vega. Curiosamente también, y volviendo a los orígenes, tuvo que mediar una segunda fundación, por parte de la marquesa de la Laguna, para que las monjas no sucumbieran a la penuria y pudiera levantarse el conjunto actual.
Éste se empieza a construir en 1668 a cargo del arquitecto Marcos López, que organiza el edificio en torno a un patio principal, en la línea de austeridad propia de los conventos barrocos madrileños. Siguiendo la pauta del monasterio de la Encarnación, la iglesia muestra una fachada rectangular con triple portada, ventanas y escudos en la parte superior, y un frontón triangular que culmina el conjunto. El interior de la iglesia está presidido por un retablo barroco dedicado a San Ildefonso.
En cuanto a Cervantes, sabemos que fue enterrado humildemente, vestido con un tosco sayal, pero no se sabe qué fue de su sepultura, ya que su rastro se perdió cuando se derribó la capilla primitiva. En uno de los muros de la iglesia conventual se recuerda en cualquier caso que el insigne escritor eligió el lugar como última morada. Recientemente, la Comunidad de Madrid ha autorizado la búsqueda de los restos del escritor en en el subsuelo del convento.
Hospital de la Venerable Orden Tercera
Tras concluir la construcción de la citada Capilla del Cristo de los Dolores, en 1668, los hermanos de la Venerable Orden Tercera –rama seglar de los franciscanos–, deciden construir en las cercanías un lugar destinado a asistir a sus cofrades. El hospital, emplazado en la calle de San Bernabé, se inicia sobre un proyecto de Marcos López que Luis Román culmina en 1686. La construcción de la iglesia que complementa el conjunto finalizó en 1699.
El hospital, de dos alturas en torno a un patio, experimentó una ampliación posterior que no ha desvirtuado el edificio original, en el que sobresale la escalera, cuyos techos fueron pintados por Teodoro Ardemans; destacan igualmente obras de artistas como Van Dyck, Antonio de Pereda y Carreño de Miranda. La iglesia, de una sola nave con bóveda de cañón y cúpula con tambor, conserva un altar mayor neoclásico de finales del XVIII en cuyo ático se encuentran dos ángeles recostados, atribuidos a José Ginés, que algunos expertos consideran lo mejor de la capilla.
Iglesia de la Concepción Real de Calatrava
La iglesia de la Concepción Real de Calatrava –conocida popularmente como de «las Calatravas»–, se encuentra emplazada en la calle de Alcalá, y fue construida entre 1670 y 1678 por Lorenzo de San Nicolás. El convento, también edificado entonces para albergar a las religiosas de la orden de Calatrava, fue demolido en 1872, y si el templo no sufrió igual suerte fue gracias a la intervención dela esposa del general Prim.
Construida en pleno apogeo del arte barroco madrileño, esta iglesia ofrece uno de los más valiosos ejemplos de este estilo, el más importante incluso, según el parecer de algunos historiadores del arte. Presenta nave central con bóveda de cañón y capillas laterales, destacando la gran cúpula octogonal con tambor y linternas que se eleva sobre el crucero. El gran despliegue ornamental del retablo mayor se debe a la inspiración de José Benito de Churriguera, autor también de la talla central que representa a San Raimundo de Fitero, fundador de la orden. Otras esculturas notables pertenecen a Sabino Medina, Andrés Rodríguez y José Pagniucci.
El aspecto de la fachada a la calle de Alcalá, de color rojo terracota, se debe a la reforma posterior que Juan de Madrazo realizó en torno a 1886 al estilo neorrenacentista.
Iglesia de San Antonio de los Alemanes
Ubicada en la Corredera Baja de San Pablo, la iglesia de San Antonio de los Alemanes, de los Portugueses o del Refugio, fue fundada por Felipe III en 1606 como templo de un Real Hospital que primero lo fue para enfermos portugueses y después se destinó a enfermos alemanes; en 1702 pasó a manos de la institución benéfica de la Santa Hermandad del Refugio. Es Monumento Nacional desde 1972.
El templo se inició en 1624 sobre proyectos de Pedro Sánchez y Juan Gómez de Mora. En el exterior, una pequeña hornacina con la imagen de San Antonio preside la sobria portada de granito. El interior, por su parte, puede considerarse una de las más asombrosas y originales muestras del barroco madrileño tanto por su estructura como por su espectacular decoración mural. La iglesia presenta una sola nave de planta elíptica, cubierta por una bóveda sin linterna también oval, y toda ella se halla íntegramente cubierta por frescos de Francisco Rizzi y Juan Carreño –en la cúpula–, y de Lucas Jordán en las paredes.
El retablo mayor, de composición barroca y arco rehundido, data del siglo XVIII y vuelve a estar presidido por una imagen del santo de Padua, obra de Manuel Pereira. A cada lado de la nave elíptica hay tres retablos con cuadros también enmarcados por arcos rehundidos.
Iglesia de San Millán y San Cayetano
La iglesia de San Millán y San Cayetano, situada en la calle de Embajadores, formó parte del convento fundado en 1644 por la comunidad de clérigos teatinos. En la construcción de la iglesia conventual que duró casi un siglo, parece que participaron arquitectos de la talla de Churriguera, Ribera y Moradillo, aunque la autoría continúa siendo objeto de controversia. El incendio provocado en 1936 supuso la desaparición del convento; la iglesia sufrió graves daños pero pudo ser reconstruida para seguir constituyendo, al día de hoy, una atípica muestra del barroco madrileño.
La estructura del edificio es un cuadrado en el que se inscribe una cruz griega con cuatro capillas laterales que se cubren con una cúpula central, cuatro cúpulas menores y altas bóvedas, configurando un espacio muy complejo y nada habitual en la tradición arquitectónica de la capital. La fachada, muy monumental, presenta siete tramos separados por pilastras que rematan en capiteles profusamente decorados. En el centro, tres arcos de medio punto dan acceso al atrio y, sobre los arcos, tres hornacinas albergan las imágenes de la Virgen, San Cayetano y San Andrés Avelino.
Iglesia de Santa María la Real de Montserrat
La historia de la iglesia de Montserrat –en la calle de San Bernardo–, arranca con la llegada de unos monjes benedictinos castellanos que abandonaron el monasterio de Montserrat durante la guerra de Cataluña, en 1640. Las obras de su nuevo convento, con la correspondiente iglesia, se realizaron sobre una traza original de Herrera Barnuevo, prolongándose hasta 1721. El templo proyectado presentaba planta de cruz latina, una nave con crucero y capillas laterales.
En una segunda fase, que se inicia en 1733, Pedro de Ribera abordó la edificación de las dos artísticas torres laterales a ambos lados de la fachada. Bien porque ninguna de las dos fases de construcción llegaron a concluirse, bien debido a algún percance no aclarado, lo cierto es que la iglesia se halla evidentemente incompleta: en el interior –que es muy sobrio– faltan el crucero y la cabecera; en el exterior hay una sola torre, valorada como unas de las muestras del estilo barroco más libre y original, destacando por sus llamativas formas «bulbosas».
A raíz de la desamortización de Mendizábal, en 1842 el convento se transformó en la Casa Galera, una cárcel de mujeres que se mantuvo como tal hasta que en 1914 el edificio fue declarado Monumento Nacional y volvió a manos de los benedictinos.
Parroquia de San Ginés
La parroquia de San Ginés –en plena calle Arenal–, fue en sus orígenes una de las iglesias del Madrid medieval. El edificio actual, sin embargo, es el resultado de múltiples reformas y no conserva nada de su primitiva estructura. En 1645 el templo primitivo sufrió un incendio arrasador y tuvo que ser enteramente reconstruido por el arquitecto Juan Ruiz; la iglesia –que incluyó la característica torre campanario–, se configuró en tres naves con capillas laterales.
Gran parte de las obras de arte que se albergaban en el templo se destruyeron en 1824 a causa de otro virulento incendio, del que sólo salió indemne la Capilla del Santísimo Cristo, la estancia de mayor interés. La reconstrucción que aborda José María Aguilar entre 1870 y 1872 introduce una nueva fachada, pues aprovechando los terrenos de un cementerio anexo se crearon entonces la logia y el atrio que se abre a la calle Arenal.
Un «greco» en sus paredes
La Capilla del Santísimo Cristo ha conservado hasta hoy lo más valioso y antiguo del patrimonio artístico de San Ginés, con obras de autores como Alonso Cano, Lucas Jordán o el Greco, del que se atesora un pequeño cuadro conocido como «La expulsión de los mercaderes del templo». A la entrada de la parroquia una lápida conmemorativa recuerda que entre los muros de la antigua parroquia fue bautizado Francisco de Quevedo –también enterrado en San Ginés–, y que allí se casó Lope de Vega.
Parroquia del Carmen
La iglesia parroquial del Carmen –ubicada en la calle del mismo nombre–, formó parte del antiguo convento del Carmen Calzado, fundado en 1575, y es la única parte del conjunto arquitectónico que sobrevivió a la desamortización de Mendizábal en 1836. El templo empezó a construirse en 1611 bajo la dirección de Miguel de Soria. La fachada de la calle de la Salud tuvo que hacerse nueva cuando en los años cuarenta del siglo XX se prolongó esta calle. Presenta la curiosidad de que la portada actual se le trasplantó entonces desde la desaparecida iglesia de San Luis Obispo, en la vecina calle de la Montera, y es una muestra del barroco madrileño del primer tercio del XVIII.
En su interior presenta una nave con capillas laterales que se cierran con rejería original del siglo XVII. La cúpula ciega, sobre el crucero, carece de tambor y linterna. Por desgracia, el retablo barroco del altar mayor fue sustituido por otro neoclásico en el siglo XIX, aunque se mantuvieron algunas esculturas –de Juan Sánchez Barba–, y el cuadro del ático, de Antonio de Pereda.
De este último se conserva también un curioso cuadro, casi escondido en lo alto del crucero, en el que el profeta Eliseo ordena a los osos que devoren a unos niños descarados. A Sánchez Barba corresponde por su parte la autoría del Cristo yacente que se venera a los pies de la nave central, obra maestra de la escultura barroca.
Real Monasterio de las Agustinas Recoletas de Santa Isabel
Emplazado en la actual calle de Santa Isabel, este monasterio fue en sus orígenes el palacio de campo de Antonio Pérez, el célebre ministro de Felipe II. Se conocía como «la Casilla» y se trataba de un palacete suburbano del siglo XVI, entre jardines y huertas, que la congregación de las agustinas recoletas ocupó en 1610.
Poco antes, el colegio de Nuestra Señora de la Asunción para niños huérfanos, fundado por el Felipe II en 1595, había ocupado también parte del antiguo palacio. Esta compartimentación ha perdurado hasta nuestros días, aunque el actual colegio es hoy un centro de enseñanza. La construcción se sometió durante años a diversas obras de adaptación y en 1667 se edificó la pequeña iglesia que completó el convento según un proyecto original de Gómez de Mora.
El templo presenta una austera fachada rectangular coronada por un frontón en forma de triángulo; en el interior, de cruz latina, con crucero y cúpula con pechinas, pueden admirarse las pinturas de Claudio Coello, entre otros autores. En la clausura del convento también se conservan abundantes lienzos de los siglos XVII y XVIII. La zona del antiguo palacio donde se albergan las aulas del colegio de la Asunción ha conservado su estructura en torno a un claustro central, así como el zaguán y el gran patio posterior.
Real Monasterio de la Encarnación
Situado en la plaza de la Encarnación, este monasterio fue el primero de la larga serie de fundaciones conventuales que se realizan en Madrid en el siglo XVII. Fue mandado levantar en 1611 por Margarita de Austria, esposa de Felipe III, y Juan Gómez de Mora dirigió su construcción. La iglesia, de nave única, con crucero y cúpula, sufrió un incendio en el siglo XVIII tras el cual fue reformada por dentro por Ventura Rodríguez en un estilo neoclásico, y ricamente decorada por los mejores artistas de la época.
La fachada del templo, fiel a la tipología original, ha sido imitada a lo largo del tiempo; presenta triple arcada, ventanas y escudos en la parte superior, y un frontón triangular que remata el conjunto. Algunas de sus estancias están abiertas al público como museo desde 1965 –entre ellas el salón de Reyes, coro, claustro, sacristía…–, ofrecen un interés más que notable; en el recorrido pueden admirarse obras de autores como José Ribera, Antonio Pereda, Lucas Jordán, o Gregorio Fernández, del que destaca sobre todas una escultura de Cristo yacente.
La asombrosa sala del Relicario es la más importante, además de la más popular y visitada por los madrileños. Su bóveda fue pintada por Carduccio y alberga tallas de Juan de Mena y Salzillo; guarda también –con otros varios cientos de reliquias diversas–, la famosa ampolla con la sangre de San Pantaleón, la cual experimenta un inexplicable fenómeno de licuación cada 27 de julio.
Convento de las Benedictinas de San Plácido
El convento de Benedictinas de San Plácido se encuentra en la calle de San Roque y fue fundado en 1623 por Teresa Valle de la Cerda, una dama de alcurnia que renunció a un ventajoso matrimonio para profesar como religiosa y convertirse en la primera priora del establecimiento religioso.La iglesia que se integró en el conjunto conventual en 1655 fue diseñada por el arquitecto Lorenzo de San Nicolás, presenta planta de crucero y pilastras dóricas, y mantiene un grado de conservación que destaca entre el conjunto de los templos de su época en la capital.
La austeridad en la estructura de la iglesia la mantiene aún cercana a la sobriedad renacentista de Herrera, pero su imponente decoración pueden incluirse ya entre lo mejor del barroco madrileño. En el retablo mayor destaca el soberbio cuadro de la Anunciación, de Claudio Coello. Más lienzos y frescos de este pintor, junto con obras de Rizzi, Pereira y Gregorio Hernández, entre otros, confieren gran belleza e importancia al templo, declarado Monumento Nacional en 1943. El magistral Cristo crucificado de Velázquez –actualmente en el Museo del Prado–, fue pintado para este convento.
Convento de las Mercedarias Descalzas de Don Juan de Alarcón
Este conjunto arquitectónico se encuentra en la calle Valverde y fue fundado en 1609 por Juan de Alarcón, confesor y testamentario de la rica doña María de Miranda, que había destinado a tal fin un cuantioso legado. De la edificación se sabe que fue concluida en 1656, aunque se desconoce el nombre del arquitecto que la proyectó. En el exterior, la fachada de la iglesia conventual sigue la línea del monasterio de la Encarnación: triple arcada y frontón triangular.
El interior presenta planta de cruz latina, con crucero y cúpula sobre pechinas; carece de capillas y está bellamente decorado en un sobrio e incipiente estilo barroco. En el altar mayor destaca el gran lienzo de Juan de Toledo; los demás retablos, reconstruidos, pertenecen a distintas épocas, con muestras que abarcan hasta el siglo XIX. Las obras más interesantes entre las conservadas en el templo son un crucifijo de autor anónimo y el cuadro atribuido a Antonio Palomino, «El triunfo de la Cruz», de un «barroquismo castizo», en el que los resucitados se dirigen en tropel al Juicio Final. El cuerpo de la beata Mariana de Jesús permanece incorrupto en una urna.