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En la intimidad de la Semana Santa

ABC acompaña a la hermandad de Los Estudiantes en los últimos preparativos de la gran procesión que recorrerá el Domingo de Ramos por la tarde el Madrid de los Austrias

En la intimidad de la Semana Santa Óscar del POZO

ADRIÁN DELGADO

Hay una parte íntima de la Semana Santa que pocas veces se tiene la oportunidad de presenciar. Preparativos, de puertas adentro, antes de las procesiones que llevan a las hermandades y cofradías a meterse de lleno en esta fiesta de la fe. La de los Estudiantes vivió ayer uno de esos momentos con la colocación de su Cristo de la Fe y del Perdón sobre el paso. Lo hicieron con las manos firmes de quienes, el Domingo de Ramos, darán los primeros pasos de la Semana Santa madrileña procesionando por el barrio de los Austrias. Una cita, que tras más dos décadas de historia, se ha convertido en uno de los atractivos más importantes de la capital. La hermandad lleva varias semanas preparándose a fondo para tener todo listo. Su cortejo de nazarenos saldrá mañana con un espléndido sol de la Basílica de San Miguel, a las 19.00h. ABC ha podido acompañarles en esa «intimidad» cofrade.

Caída la noche sobre el viejo Madrid, primero se produjo el traslado en Vía Crucis del Cristo dieciochesco de Luis Salvador Carmona. La talla, escoltada por la luz de los faroles, fue portada a hombros antes de ser colocada sobre el paso. «Mañana lucirá 300 docenas de claveles rojos y lirios en sus costados», explica Juan Venegas, hermano mayor de los Estudiantes. En el templo solo los pasos de los costaleros hacían eco. La solemnidad del acto conmueve y la emoción de todo un año da paso a los nervios de quienes llevarán sobre su costal la responsabilidad de acercar a Cristo a los fieles.

San Justo, Puñonrostro, Conde de Miranda, Puerta Cerrada... La Hermandad Sacramental y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Fe y del Perdón y María Santísima Inmaculada Madre de la Iglesia recorrió, ya ayer, con su Vía Crucis algunas de las calles que trazarán en su recorrido. Sobre los hombros de los cofrades, y ante la presencia del arzobispo de Madrid, Carlos Osoro , el Cristo crucificado. A su regreso al templo, con las puertas cerradas, llegó la colocación de la talla. Un proceso que requiere de una gran concentración. «La cuadrilla se hace uno ahí abajo», explica Venegas.

Nervios en la víspera

La última prueba para que todo «salga a la perfección» es el retranqueo de los pasos. El más espectacular, bajo palio, es el de la Virgen. Una salve cantada en latín les arenga mientras se escucha la voz del capataz. «No quiero que nadie se lastime», les dice mientras comprueba que los candelabros y el palio están bien anclados. «Movemos el paso para ver que no se caen», dice.

Una especie de ensayo general que es, también, un «espacio de gozo». Un momento íntimo antes de que mañana suene el golpe del martillo y la voz del capataz. Entonces llevarán la carga sobre el costal y la fuerza en los pies que elevan, año a año, la emoción en el rincón más místico del viejo Madrid.

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