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SEmana de la Arquitectura

Palacio de Santa Cruz de Madrid: una cárcel de nombre impropio

Víctor de la Serna bautizó como Palacio de Santa Cruz a la actual sede de Exteriores, originalmente penal de la Corte

Palacio de Santa Cruz de Madrid: una cárcel de nombre impropio José Ramón Ladra

IGNACIO S. CALLEJA MADRID

«La cárcel de Madrid es un edificio tan bonito que parece más apropiado para ser el palacio de un príncipe que un lugar para criminales», relataba, en 1654, un viajero en la Villa de Madrid. La consideración, como su proximidad con la iglesia de Santa Cruz , inspiraron al periodista Víctor de la Serna para bautizar el alabado penal, constituido desde 1901 como sede del Ministerio de Asuntos Exteriores , aunque antes de 1938 recibió el nombre de Ministerio de Estado, con idénticas funciones.

Ni el escueto apelativo ministerial, ni el primigenio, Cárcel de la Corte, eran suficientes para equipararlo en 1939 a otros enclaves que alimentaban las columnas periodísticas de la época, como «Wilhemstrass», «Downing Street» o la «Casa Blanca». El secreto, revelado en ABC , es la conjunción de la historia misma del edificio, tesoro cultural en la Semana de la Arquitectura que se organiza el COAM hasta el 10 de octubre.

Orden de Felipe IV en 1629 , el edificio nació como administración de Justicia y Cárcel de la Corte. Coetánea con el penal de la Villa , en su caso tuvo particularidades especiales, derivadas de su concepción Real. También porque representó una revolución en las cárceles europeas de entonces, más abierta y cómoda, con los reos paseando por los considerados patios que hoy acompañan a la política internacional.

Finalizado en 1636, su construcción guarda un estilo clásico , con influencia escurialense. Aunque tiempo atrás se discutió su paternidad, los documentos hallados atribuyen la obra a Juan Gómez de Mora. Simétrico en su conjunto y en sus dos plateas interiores, otrora llamados De Audiencias y De Calabozos, es flanqueado en el exterior por dos torres culminadas con un chapitel. Las ventanas, igualmente, guardan proporciones calculadas. A la entrada, la estatua de un ángel da la bienvenida . Esta presencia, a su vez, originó un dicho popular en aquel Madrid de los Austrias : «Pasar la noche bajo el ángel»; o lo que es lo mismo, dormir entre rejas, prisionero de sus muros de ladrillo visto y granito.

La apariencia actual, sin embargo, no es la original, pues el enorme escudo que corona la puerta tuvo que ser restaurado. Otras cuatro estatuas, símbolo de las cuatro virtudes cardinales , desaparecieron de la parte alta del edificio con el terremoto que asoló Lisboa en 1755, también sentido en la capital. Sólo unos años después, un incendio durante una ampliación hizo lo propio con el interior y el archivo documental de esta suerte de palacio.

Precisamente por sus reformas, así como por su diseño inicial, en el Palacio de Santa Cruz coinciden los trabajos de tres de los arquitectos más importantes de la historia de España: Gómez de Mora, Juan de Villanueva y Pedro Muguruza . Villanueva se encargó de ampliar la escalera tras el devastador fuego, con aire imponente; Muguruza, a mediados del siglo XX, de adecuarlo tras la Guerra Civil. Añadido en la última obra el edificio contiguo, hoy proyecta solemnidad bajo un silencio absoluto, acompañante de cada ministro de Exteriores, retratados en lienzo como testigos mudos.

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