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«Muerte dulce» en Móstoles

«Hallé a mis tres amigos muertos en el salón, entre vómitos, sangre y olor a gas»

Fallecen tres chicos por la mala combustión de la caldera de un piso okupa de Móstoles

«Hallé a mis tres amigos muertos en el salón, entre vómitos, sangre y olor a gas» abc

m. j. Álvarez

Tres jóvenes de entre 21 y 23 años perdieron ayer la vida en una vivienda ocupada situada en el número 14 de la calle de Oviedo de Móstoles, a consecuencia de la inhalación de monóxido de carbono (CO). La causa del luctuoso suceso podría haber sido la manipulación de la caldera, según las primeras hipótesis que se manejan, precisaron fuentes policiales.

Los servicios de Emergencias del 112 Comunidad de Madrid recibieron la primera llamada de alerta a las siete de la tarde, indicando que en el inmueble había tres personas inconscientes. Cuando llegaron los sanitarios del Summa, solo pudieron certificar los fallecimientos, informó un portavoz. Los tres se encontraban en el salón.

Las víctimas son la madrileña Sandra Rodríguez Jiménez, de 21 años; su novio, Amós Crístofer Rey Casillas, de 22, nacido en el municipio toledano de Yuncos, y Ángel Barquilla González, de 23, natural de Puebla de Montalbán, en la misma provincia, donde residía con sus padres.

Los Bomberos de Móstoles, que acudieron a realizar mediciones al piso, detectaron que había 28 partes de monóxido de carbono por millón, una cantidad muy elevada, dado que a partir de las 10 partes por millón la acumulación de ese gas puede ser tóxica, en función del tiempo de exposición.

La tragedia, que sacudió en la tarde de ayer el municipio mostoleño y destrozó a tres familias, se fraguó la víspera, cuando los tres fallecidos acudieron a la casa okupa a pasar la noche del sábado. Así lo aseguraba a ABC, en estado de shock y sin poder dar crédito a lo ocurrido, Manuel Scotto Rosatto, apodado «Toti». Fue quien descubrió la desgracia.

«Me ha salvado un ángel»

«Yo podía estar ahora mismo muerto, como ellos. Me ha salvado un ángel. Mi ángel de la guarda», repetía como un autómata. El grupo se había dirigido, como tantos otros fines de semana, a la casa (en un primer piso), donde reside un amigo común, Isaac. Dispuestos a divertirse, a pasar una agradable velada, ver una película , echar unas risas, ignorando la jugada que les tenía deparado el destino.

Isaac al final se marchó, ya que había quedado con otro grupo. Allí continuaron los cuatro hasta que, al filo de las tres de la madrugada, «Toti» decidió irse a casa. «No me encontraba bien. Estaba como mareado...». Quizá fueran ya los efectos del gas. «Encendieron la caldera porque hacía frío y para utilizar el agua caliente», recordó, a preguntas de los periodistas. Todos se encontraban bien y él se fue a su domicilio de Leganés, en donde Sandra y Crístofer llevaban viviendo con él unos ocho meses, según su relato.

Ayer domingo, la intranquilidad comenzó a cundir. Ninguno daba señales de vida ni respondía a las llamadas de teléfono. «Toti» decidió ir a ver qué sucedía. y se desplazó a la calle de Oviedo. «A la una y media llamé al timbre con insistencia y nadie respondía. Me fui», agregaba. Su objetivo era localizar a Isaac, el okupa, para que abriera la puerta a ver qué sucedía. Ambos llegaron a las cinco y media de la tarde. Sin llave. «Yo me colé por la ventana del baño y le abrí. Él entró y se quedó paralizado. Tirados en el salón estaban Sandrita y Ángel. Parecía que se habían caído; ella incluso tenía sangre en la cara. En el sofá, con los brazos abiertos, estaba Crístofer. Intenté coger a los que estaban en el suelo y levantarlos para llevarlos al sillón. ¡Tenía que hacer algo! Pero estaban fríos. Al ver que estaban muertos, salí corriendo», suspiraba.

Tres familias rotas

En el suelo había vómitos y la casa olía a gas. Los vecinos dieron la voz de la alarma a los servicios de Emergencias pero el drama ya se había consumado. «¡Ay, mi Sandra! ¡Quiero ver a mi hija!», gritaba, entre sollozos, María del Prado, la madre de la fallecida, presa de la desesperación. «Desde ayer estaba aquí, Dios mío, desde ayer...». La mujer sufrió un desvanecimiento. «!Qué desgracia!. No le ha dado tiempo a vivir. Era joven, guapa... ¡Cómo es la vida!», acertaba a decir su padre, Miguel Rodríguez, con los ojos arrasados por las lágrimas. «Estudió y trabajó con nosotros en la chatarrería que tenemos en Leganés; después se fue a vivir con unos amigos y ahora...», añadía’. La víctima era la tercera de seis hermanos.

Lorenzo Barquilla, padre de Ángel, se enteró de la muerte de su hijo Juan a las siete de la tarde: «Mi mujer ya barruntaba algo. Nuestro hijo siempre le escribe un WhatsApp a las nueve de la mañana, y no lo hizo. Era extraño en él. Tampoco respondía al teléfono y estábamos muy nerviosos». Recién llegados de Puebla de Montalbán, indicaba que el fallecido se había quedado sin trabajo y que era el mayor. «El viernes fue el cumpleaños del pequeño, hizo 20...». No pudo seguir hablando.

Los dramas familiares se repetían. «Amós Crístofer era un chaval normal. Era el pequeño de cinco hermanos (cuatro chicos y una chica). El 6 de mayo iba a cumplir 23 años. Se dedicaba a hacer horas en restaurantes», aseveraba uno de sus hermanos, roto de dolor. Una amiga explicaba que Sandra y Amós llevaban juntos año y medio y que se habían ido a vivir con «Toti». Los cadáveres fueron trasladados hasta el Instituto Anatómico Forense, en donde hoy se les realizará la autopsia.

Los vecinos, consternados, explicaban que el piso donde se desencadenó la tragedia era propiedad de Caja Madrid y que tenía más de un inquilino. «Al poco de quedarse vacío, lo ocuparon, hará unos seis o siete meses. Vivían varios chavales y recibían a sus amigos. Yo me enteré porque rompieron la puerta de contadores, engancharon la luz a mi aparato y me quedé sin suministro. Salvo ese incidente, nunca habían dado problemas», precisaba Antonio. La colonia de viviendas tiene 40 años. «Yo solo sé que el jueves pasado hubo una pelea en esa casa y tuvo que acudir la Policía y hoy me encuentro con que ha habido tres muertos por un escape de gas... ¡Qué horror!. No sé si son amigos de los que estaban dentro», indicaba María, otra vecina.

Según su perfil de Facebook, Amós Cristofer trabajaba en la discoteca Fabrik de Humanes (Madrid) y había cursado estudios en el Instituto La Cañuela. Sandra también era asidua a la sala de fiestas. En cuanto a su amigo Ángel, era relaciones públicas de ese local de ocio y cursó sus estudios en el Instituto Juan de Lucena, de Puebla de Montalbán. Apenas habían empezado a vivir.

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