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Pico histórico de calor en Madrid

La capital registró las temperaturas más altas del último siglo en un mes de marzo; hasta 27 grados en El Retiro

Pico histórico de calor en Madrid ignacio gil

i.reyero

«Cuando marzo mayea, mayo marcea». Eduardo, un vecino jubilado de la glorieta de Quevedo tiró del refranero para describir las escenas de calor propias de la canícula que se daban ayer a la hora de comer en el Parque de El Retiro de Madrid. Empezando por la que protagonizaba él, descamisado, con chancletas y el sudor resbalando por su carne mientras hacía estiramientos sobre la toalla. «Esto es exagerao, esperemos que no nos recorten ahora el verano... Iba a ir a Gandía, como todos los años en Semana Santa, pero el hotel estaba completo», decía este hombre de piel curtida ya en el tercer mes del año.

La estación de la Agencia Española de Metereología, Aemet, situada en el parque marcó el lunes la temperatura más alta registrada en el último siglo para un mes de marzo en Madrid . Se llegaron a los 27 grados en el pulmón verde más famoso de Madrid. Ayer el termómetro se quedó en parámetros parecidos, con 26,4 grados, aunque habrá descenso desde hoy, con máximas que bajarán a los 20 grados.

El sol, sinónimo de «la buena vida»

La crema solar fue el mejor aliado de los que se tumbaban en el césped, con las rojeces típicas de principios del verano. Como el grupito de amigas alemanas, encantadas de haber dejado la nieve y el frío de su tierra por unos días de vacaciones en Madrid. O Alfonso, madrileño de treinta, que leía una novela mirando hacia el estanque, donde algún despistado preguntaba a la taquillera si estaba permitido el baño.

Laura, estudiante sevillana de Medicina, buscó una fuente para defenderse del «abuso» de calor, por más que en su ciudad se registraran ayer valores extremos: 32 grados. «Podíamos haber ido a la playa, pero Madrid en primavera es muy tentador», concedió esta joven acompañada por Jörg, otro teutón gigantón. Elías, igual de alemán, hacía sus ejercicios de español en el ordenador portátil. «No es tan cómodo mirar la pantalla con tanto sol, pero me arreglo», concedía este estudiante de Economía de 23 años. Sentado en la escalinata bajo la figura ecuestre de Alfonso XII, cumplía con dos de los objetivos marcados para este año:aprender «bien»el idioma de Cervantes y disfrutar de «la buena vida española», lo que incluye, claro, el sol.

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