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Madrid se queda sin cine porno

La única sala X de la ciudad echará el cierre este mes. Los dueños del inmueble de Duque de Alba, 4 rescinden el contrato porque el dueño del negocio debe 140.000 euros de alquiler

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tatiana g. rivas/beatriz. f. Rebolledo

Las cuentas no cuadran en la última sala X de Madrid, que aún sigue atrayendo a su público fiel –cada vez más escaso– en la calle Duque de Alba número 4. Se espera que eche el cierre de forma inminente; probablemente a finales de este mes. La propietaria del edificio, la Inmobiliaria Noroeste Barragán –que no la dueña del negocio– ha rescindido el contrato con el administrador de la sala X después de dejar a deber 140.000 euros de alquiler. O lo que es lo mismo: más de año y medio sin abonar la mensualidad.

Los dueños del inmueble aún no saben qué tipo de actividad continuará en este espacio con capacidad para más de 300 personas en una sala. Por el momento, ya están buscando un nuevo inquilino y tienen propuestas para continuar como cine o reconvertirse en un teatro.

Este « cine con pantalla divertida», como le gusta denominarlo a su histórico gerente, Rafael Sánchez, ha funcionado desde 1986 ininterrumpidamente; siempre ofreciendo al espectador la sesión continua. La última X no ha sido inmune al virus de la pérdida de espectadores en las salas, que en 2013, en términos generales fue más nefasto que el año anterior: 15 millones de personas dejaron de acudir a los cines, según el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte .

Rafael, que ha dedicado tres décadas de su vida a este lugar, está convencido de que un cine convencional aterrizará en el 4 de Duque de Alba. «Algunos de los interesados contarían conmigo». Si no, le será difícil dejar de recorrer el sórdido pasillo de esta sala, y más aún dejar de elaborar los simpáticos carteles para promocionar las películas que él mismo proyecta. Los títulos picantes y frases de cine clásico decoran el pasillo que conduce a la única sala del edificio.

Mientras se habla con Rafael, no paran de entrar hombres –alguna mujer se ha dejado ver, eso sí, acompañada por su pareja–. Todos los que acuden parecen cortados por un mismo patrón: varones de más de 50 años. La gran mayoría se tapa la cara para no ser reconocido. La taquilla tiene un pequeño hueco por el que se venden las entradas –a 8 euros–. Taquillero y espectador no pueden verse el rostro. Es un cine anónimo donde sobre todo se viene «buscando compañía». En la sala son conscientes de que, hoy en día, cualquiera puede ver porno en su casa, pero esta clase de proyecciones en público ofrece otro tipo de diversiones –también en los aseos, según asegura algún espectador–. La entrada permite al usuario disfrutar de las dos películas que se suceden una y otra vez a lo largo del día.

Los otros cierres

La sala de Duque de Alba ha aguantado tres años más de lo que lo hizo su competencia. Las X de la calle Postas y la de Corredera Baja de San Pablo bajaron el cierre para siempre en 2012. Entonces, los trabajadores de estas actividades extintas narraban a este diario que internet fue su principal verdugo. La crisis terminó de rematarles.

El último cine X empezó como un cine de barrio en 1941 y cambió de formato en los 80 gracias a la «Ley Miró». «Más que un cine es un club social», explica su gerente, quien cree que, introduciendo unas reformas, se podría tener un final feliz y mantener así el formato actual.

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