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ataque a la sede del PP

«Lo primero que pensé al oír el estruendo fue que era un atentado de los árabes»

A las 6.55 arrancaba una mañana de desconcierto y cordones policiales que, tras 7 horas, ha culminado con la visita de Rajoy, Cospedal y Floriano para comprobar in situ los desperfectos

«Lo primero que pensé al oír el estruendo fue que era un atentado de los árabes» jaime garcía

marta r. domingo

Eran las 5.55 de la mañana cuando un gran estruendo sacó de la cama a María Isabel, vecina del portal de la calle Génova, 15. Sobresaltada se puso la bata y se asomó por el balcón que da a la calle Zurbarán para comprobar qué es lo que estaba ocurriendo. «Será un borracho al volante el que se ha estampado contra la puerta de la sede del PP », pensó al ver que el coche Citroen Xantia azul se había llevado por delante la verja de metal que protege la puerta. [Sigue la información en directo]

Así arrancaba una mañana de desconcierto y cordones policiales, que han sido levantados siete horas después, tras la visita a Génova de Rajoy, Cospedal y Floriano, para comprobar personalmente los desperfectos. Los tres, acompañados del que fuera vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo, han inspeccionado la rotura del cierre de metal y de las lunas de la entrada principal, donde unos biombos de cartón hacen ahora las veces de puerta.

Al mismo tiempo, dentro de la sede del PP, media docena de trabajadores eran evacuados, entre ellos Inés, que avisó por teléfono a la secretaria de Esperanza Aguirre , tras cambiar impresiones con otra limpiadora que vio lo ocurrido desde la calle y a la que, según fuentes populares, el coche casi atropella.

Bastaron menos de diez minutos para que los policías nacionales que custodian la entrada al edificio llamaran a los refuerzos policiales y llegaran las ambulancias y los bomberos. Pero la sorpresa de quienes viven y trabajan por la zona fue mayor cuando puso la radio y llegaron los Tedax, el cuerpo especializado en desactivar explosivos: «Ahí me di cuenta de que se trataba de algo más serio. En la radio dijeron que podría ser una amenaza terrorista y ahí ya me asuste. Lo primero que se me pasó por la cabeza es que podría ser un atentado de los árabes, porque es la sede del partido del Gobierno, pero al final era un hombre de Teruel», decía con cierta sorna Ignacio, el quiosquero de la calle Génova, que se vio obligado a recoger la prensa que ya tenía desplegada desde las 5 de la mañana.

Las órdenes de la Policía en ese momento fueron claras: había que evacuar la zona de inmediato. Los inquilinos de las casas podrían salir, pero no volver hasta nuevo aviso. En cuestión de minutos se formó un cordón policial que desde la plaza de Alonso Martínez hasta la Plaza de Colón. «He tenido que cerrar el puesto más de 4 horas porque nos desalojaron a todos», contaba el quiosquero.

A las 7.30 los trabajadores de los establecimientos de la calle comenzaron a llegar y se agolparon a ambos lados de la vía. Todos se hacían las mimas preguntas: «¿Cuándo nos van a dejar entrar?, ¿Sigue el coche allí? ¿Cómo está la empleada a la que casi embiste con el coche?». «Suelen cortar la calle cuando hay manifestaciones, pero nunca habíamos visto un dispositivo de seguridad tan grande», comenta María Martínez, una empleada de la cafetería Viena Capellanes. «Suerte que no ha llegado a explotar, porque si no nos habrían perjudicado a muchos más», añadía.

«La gente está un poco harta, pero lo de las bombonas es exagerado»

A esa hora la circulación de medio Madrid ya era un caos. Decenas de agentes de movilidad trataban de desatascar el cuello de botella de los conductores despistados que insistían en subir por la calle Génova a sus lugares de trabajo. Mientras, se empezaban a formar corrillos entre los vecinos que han ido a sacar el perro y los curiosos que paseaban por la zona hacían sus propias especulaciones: «La gente está un poco harta, pero lo de las bombonas es exagerado, la violencia no se puede justificar con nada».

Con los accesos abiertos y el tráfico de Génova restablecido a partir de las 12.30, ya han llegado los chistes y había hasta quien reclamaba un «souvenir»: «¡Yo quiero un trozo de coche!».Al mismo tiempo que los operarios del servicio de limpieza del Ayuntamiento se llevaban los restos de la chapa de la persiana de la sede del PP, los comercios colindantes comenzaban a levantar las suyas. Del susto solo quedaba ya un bolardo arrancado como testigo del suceso. Dentro de la sede, el árbol de Navidad de la entrada seguía clavado impasible e intacto ante la adversidad.

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