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«Vístase, que soy masajista sin final feliz»

Profesionales tituladas se someten a situaciones confusas con clientes que pretenden que se termine el servicio con sexo. «Hay mucha prostituta que se oculta tras la camilla», afirman

«Vístase, que soy masajista sin final feliz» abc

t. g. rivas

Está a punto de terminar el masaje relajante al cliente, un jubilado que reposa su cuerpo boca abajo en la camilla. El hombre se da la vuelta, desnudo, y le dice: «Para que sea relajante tiene que ser completo». Virginia, una quiromasajista titulada, sorprendida, le explica por las buenas que no se dedica a ese tipo de servicios: «Vístase, que soy masajista sin final feliz». «Me dijo que me pagaba lo que fuera a cambio de que le tocara. No ha sido la única vez que me ha ocurrido», cuenta a este diario.

En otra ocasión se encontró a otro usuario de pie, sin nada de ropa, mirándola. «Ya sabía lo que quería. Le pedí que se pusiera sus prendas, que no hacía ese tipo de masajes», añade. La primera vez, Virginia arrancó a llorar de impotencia. No esperaba encontrarse con esa escena. Ahora, en su propio gabinete, Masahome , deja bien claro antes de que llegue el cliente que no se dedica a la prostitución. «Te sientes impotente porque se creen que eres prostituta y no sabes explicar que los genitales no forman parte de un masaje».

«No sexo»

Esta situación es habitual para los profesionales de esta especialidad. En páginas de anuncios donde masajistas y quiromasajistas ofrecen sus servicios incluyen la aclaración «no sexo»; «no masajes eróticos ni relacionado». María -nombre ficticio para mantener su anonimato- se publicita en una de estas webs. «Lidio cada día con este problema y me tienen frita. Cuando me llaman en tono cariñoso les paro los pies. El problema es el intrusismo tan grande que hay en este trabajo. Hay mucha prostituta que se oculta tras la camilla y lo complicado son las situaciones que se pueden dar en el domicilio», narra María.

A esta mujer le han llegado a ofrecer 100 euros por lo que los asiduos a finales felices denominan «relax manual». «Si me dedicara a estos servicios podría ganar 1.000 euros al día», opina esta profesional. A María también le han propuesto una cantidad de 1.000 euros por sexo; otro cliente le tocó la pierna mientras le daba el masaje, o incluso le han pedido por teléfono que luciera escote para realizar su trabajo. Ha podido recibir hasta 20 llamadas diarias pidiendo relaciones sexuales. «Psicológicamente es frustrante. Miedo no me da porque he hecho siempre deporte de combate y podría defenderme. El problema al final es la pérdida de tiempo», arguye.

Evitar «todo tipo de masajes»

Llamamos a otra de las que incluye el veto sexual. Su castellano lleva el acento del este de Europa: «Hay que dejar las cosas claras desde el principio, desde la primera llamada y no hay problema». Reconoce que diversos momentos de su trayectoria le han propuesto pasar a mayores. Entrecalados en este tipo de anuncios cibernéticos, algunas de las que dicen ser masajistas cuelan fotos insinuantes.

En la asociación de profesionales Quiromad informan de que no tienen constancia de que ninguno de sus 1.200 asociados haya tenido algún problema de este tipo. Sin embargo, en la Escuela Superior de Masaje sí que aconsejan a sus alumnos que eviten en sus presentaciones incluir frases como «masajes de todo tipo». Tienen constancia de que ocurren estos hechos y quieren alertarles.

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