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ALCORCÓN

El dueño del edificio «okupa» de Alcorcón: «Aquí no querían vivir ni las ratas»

Excrementos, tablones, pintadas y un sinfín de porquería. Eso dejaron los «okupas» de Alcorcón tras su desalojo; Su propietario relata a ABC las condiciones en las que se encontró el inmueble

El dueño del edificio «okupa» de Alcorcón: «Aquí no querían vivir ni las ratas» ABC

CARLOS HIDALGO

La misma mañana en que el edificio que llevaba una década «okupado» en el barrio de San José de Valderas, en Alcorcón , fue desalojado por orden judicial, no había quien aguantara dentro más de cinco minutos. Su propietario, Ángel Martínez, un empresario madrileño, relata a ABC las condiciones penosas en las que se encontró el inmueble.

« El edificio por dentro está desastroso . Antes de la «okupación», habíamos hecho una reforma integral, lo dejamos en muy buenas condiciones y diáfano, para intentar alquilarlo. Ahora, me he tenido que gastar 20.000 euros en limpiarlo y quitar escombros», relata. Su disgusto no es para menos. «Cuando entramos, tras el desalojo, había zonas en las que no se podía ni respirar. Los «okupas» incluso habían hasta defecado en algunas habitaciones. El olor era vomitivo, tanto, que no había ni ratas; ni ellas querían vivir aquí», rememora.

Las fotos que acompañan este reportaje sólo ayudan a hacerse una idea de la manera en que vivieron y maltrataron el edificio la quincena de «okupas» que, de manera más o menos estable, han estado allí pernoctando. El día del desalojo, eso sí, sólo había cuatro en el interior.

El edificio consta de dos plantas, que suman 1.200 metros cuadrados. Además, hay otro pabellón menor, de unos 400 metros. Durante un tiempo, albergó el Liceo Goya de la localidad, hasta que se quedó sin uso y fue alquilado por el Ayuntamiento de Alcorcón, que instaló allí una escuela taller. Acabado el contrato, volvió a quedarse vacío, momento en el que Andrés Martínez aprovechó para hacer una reforma completa. Poco después, llegaron los «okupas». «Empezó a entrar gente allí, a la que se iba echando. Pero hubo un momento en que vimos que no podíamos acceder: habían cambiado las cerraduras, condenado las puertas con soldaduras, montado una instalación ilegal de luz, también de agua... Eso sí, yo he seguido pagando el IBI estos 10 años», se queja.

Llegaron las denuncias. Una. Y otra. Y otra más. La Policía le decía que tenía las manos atadas hasta que no hubiera orden de un juez. «Las denuncias murieron en el juzgado, hasta que los “okupas” comenzaron a defraudar el fluido eléctrico», explica el propietario. Los okupas decían que tenían derecho a una vivienda. Que allí organizaban actividades para dinamizar el barrio. Que ayudaban a sus vecinos. Pero lo que verdaderamente tenían allí montada era una pocilga, con tablones, colchones podridos, pintadas injuriosas contra el alcalde y la Policía, herramientas... Eso, en el edificio de 1.200 metros, el principal, que lo tenían habilitado como «su casa».

En el otro inmueble habían instalado una sala de conciertos, con un bar ilegal, donde también se celebraban fiestas para el colectivo «okupa» madrileño. Esa era su «actividad cultural». Hasta que el juzgado de Instrucción número 4 de Alcorcón decidió tomar cartas en el asunto. Ese día hubo despliegue policial y, por la noche, alguna refriega de los antisistema con los agentes. Al día siguiente, un par de chicas se pasó por delante del edificio, ya cerrado a cal y canto: «Nos habéis echado de nuestra casa», se quejaban ante su legítimo propietario.

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