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«No sabía que Edu, abrazado a mí, ya estaba muerto»

La novia y familiares del montañero fallecido en Peñalara relatan a ABC sus últimas horas tras hablar con Carlos, el compañero superviviente

«No sabía que Edu, abrazado a mí, ya estaba muerto» abc

tatiana g. riivas

Alicia estaba deseando abrir la mochila de Eduardo. El macuto estuvo con él hasta su último aliento , el pasado domingo. Ansiaba encontrar un mensaje de despedida del montañero que dejó su alma en Peñalara. Durante los dos años que había pasado a su lado siempre le dejaba dedicatorias de amor en cualquier lugar: en una pancarta anclada a un puente de la autovía de Toledo a Madrid, en una valla frente al parque de su casa, en el ascensor, en el techo sobre su cama... Pero especialmente en los puntos más altos del planeta que había pisado a sus 27 años: el Toubkal, en Marruecos; el Mont Blanc alpino; los Pirineos; Gredos... Allí sacaba siempre su pañuelo con las palabras escritas: «Ali. Te quiero».

Dos días después de la tragedia, la familia de Eduardo del Blanco y su novia abrieron la mochila que les entregaron los miembros del equipo de rescate. Entre el kit de supervivencia estaba la cámara donde Edu inmortalizó sus últimos momentos. Nos los muestra Alicia, invitándonos a pasar a su casa de Toledo, donde vive con sus padres. Se le ve feliz, eufórico, contento: «¡Esto sí que es una invernal!», gritaba ante el objetivo, que se congelaba por instantes, horas antes de dormirse para siempre. No había mensajes para Alicia.

«Cuanto más frío pasaba, más le gustaba. Yo no llegaba a entender su afición, pero lo respetaba. Él no sabía que iba a morir ese día. Si no, me hubiera dejado unas palabras. Era increíblemente detallista», se desploma y muestra un papel con una poesía escrita hace meses donde él decía: «Serás mi último pensamiento».

Se iban a casar en 2016

Alicia, con ojos hinchados, solo vierte elogios para aquel loco enamorado de la vida, de los instantes y de la montaña. Un día 12 de 2012 se conocieron. Siempre celebraban su «mensuario». Ella no podía imaginar que este mes tendría su cita en el cementerio. Llora, sonríe, se derrumba y vuelve a encontrar la fuerza cuando habla de él y rememora sus momentos. Alicia, a sus 25 años, siempre pensó que la montaña podría llevarse a su chico en cualquier momento.

Nos lleva hasta su habitación, donde se expone un auténtico museo de detalles que el joven regaló a la que podría haber sido su esposa.«Nos íbamos a casar en 2016. Quería hacer un 8.000 antes del matrimonio. Sabía que después, la familia y la montaña no eran compatibles. Había cerrado un viaje a Nepal en abril», revela con una media sonrisa. Su tía y su madre, en el umbral de la puerta del cuarto, la contemplan con ternura.

«¿Y mi compañero?»

«¿Y mi compañero?», preguntó Carlos al equipo de recate al ver que era él solo el que regresaba al puerto de Cotos. En todas esas horas de espera no se percató de que su amigo, al que conocía de hacía dos años tras trabajar juntos en Decathlon, había fallecido. Ya en la zanja, se daban golpes para mantenerse calientes«No sabía que Edu, abrazado a mí, ya había muerto», explicaba Carlos Lorenzo, el joven superviviente al que protegió Eduardo con su calor. Cuenta su historia a través de Alicia. Aún no está preparado para hablar directamente con los medios. Cuando se introdujeron en la zanja se golpeaban para mantenerse calientes. Pero llegó un momento en el que cesó el contacto, se acabaron las palabras y perdieron la noción del tiempo.

«Teníamos mucho sueño. Pensábamos que pronto amanecería y nos rescatarían. No sabíamos el tiempo que llevábamos ahí dentro.Escuchábamos el teléfono sonar, pero éramos incapaces de cogerlo. Nos dormíamos», prosigue el joven, de 25 años. «Era fácil querer a Edu», añade.

Mikel, amigo suyo desde la adolescencia, subió a la montaña aquella noche para buscar al joven en cuanto supo que se había perdido. Los bomberos no le dejaron meterse en la cumbre durante la noche. Por la mañana se enteró del peor resultado. «Era pasión lo que sentía por la montaña. Siempre tan alegre y vivaz», le recuerda Mikel.

Tres hermanos

Eduardo era el mediano de tres hermanos. Marcos, el pequeño, sabe bien lo que sentía Edu por la montaña. Por eso lleva su ausencia algo mejor. Lo cuenta mientras le tiembla la voz. «Él quería hacerse conocido por sus expediciones, como Calleja. Estaba entrenando para Nepal. Era su primer gran reto. Da rabia que teniéndolo tan cerca al final haya ocurrido en un lugar que conocía bien y que no era tan peligroso». Marcos cuenta que su hermano mayor y su padre subirán a los picos de Dos Hermanas en primavera a rendir homenaje a Eduardo.

Tanto para la familia como para su novia, su gran consuelo es que se fue como quería, «en la montaña». Y el médico forense les dio la paz que necesitaban: «No sufrió. Se quedó dormido, sin sentir dolor».

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