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Carta de Fernando Altuna a su padre, asesinado por ETA: «Las heridas siguen abiertas»

El hijo del capitán de la Policía Nacional Basilio Altuna tacha de «caricaturas» los retratos de la memoria promovidos por Urkullu

Carta de Fernando Altuna a su padre, asesinado por ETA: «Las heridas siguen abiertas» efe

p. p.

«Pensaba que tras 35 años las heridas de tu asesinato eran suficientes para que éstas estuviesen cerradas. No, padre, las heridas siguen abiertas ». Fernando Altuna dirige una carta a su padre, Basilio Altuna Fernández de Arroyabe, capitán de la Policía Nacional asesinado por ETA en Erenchun (Álava) en 1980, que publica en su web el colectivo de víctimas del terrorismo Covite , como respuesta a la reunión del pasado viernes en el que el lendakari Urkullu entregó a más de un centenar de alcaldes los llamados retratos de la memoria .

Una recopilación de víctimas de la violencia desde 1960 que no distingue entre aquellos que murieron a manos de ETA, GAL o lo que el Gobierno vasco define como «violencia policial ilegítima». A partir de ahí, se deja en manos de cada Ayuntamiento, varios de ellos controlados por Bildu, pero ninguno con regidor del PP , el celebrar futuros homenajes mediante, por ejemplo, la colocación de monolitos.

Altuna comienza su misiva lamentando los errores en los que incurre el ejecutivo de Urkullu en el retrato sobre su padre : se habla de dos hijos, en lugar de cuatro, y de Policía Armada, que ya no existía. «Lo único que sé, y no es una opinión, es que pasados 35 años, una parte de la sociedad y gran parte de sus instituciones siguen callando ante tu asesinato e incluso homenajean, jalean, protegen y amparan a los que lo cometieron. Lo único que sé con toda seguridad que pasó y esto no es un retrato, es que tus asesinos y cómplices hicieron perfectamente su trabajo, que cumplieron y alcanzaron al menos parte de unos objetivos diseñados y definidos previamente. Lo único que sé y esto no es un retrato, es que después de 35 años el estado de derecho por el cual te asesinaron no hizo, ni ha hecho a día de hoy, su trabajo (como sí, insisto, lo hicieron perfectamente tus asesinos)», detalla Altuna.

«La MEMORIA de la que tanto se habla no te podrá devolver la vida, pero podrá devolverte la DIGNIDAD, siempre que el Conjunto del Estado de Derecho y sus instituciones se atrevan a ir en busca de la VERDAD en mayúsculas, que no es otra cosa que la JUSTICIA», prosigue la carta. «Si la primera víctima de la guerra es la verdad, la primera víctima del terrorismo es la libertad . No podemos permitir que el terrorismo (los terroristas) ganen una guerra que nunca existió y que quieren hacernos creer que existió».

A juicio de quien perdió a su padre a manos de ETA, «nuestra sociedad ha sido vapuleada por el terrorismo, la primera víctima del terrorismo ha sido el estado de Derecho y por tanto el conjunto de la sociedad vasca y española. Hasta la fecha el Estado de Derecho y la Sociedad están siendo vapuleados por el encubrimiento, la manipulación y la distorsión de lo que debe saberse y conocerse, simplemente porque sucedió».

«Este encubrimiento, manipulación y distorsión… esta equiparación entre victimarios y víctimas no es otra cosa que un acto de traición a las víctimas directas del terrorismo y de la violencia, por tanto es la derrota de la verdad y de la libertad y el triunfo de los terroristas», incide.

«No son memoria, son caricaturas»

«Los retratos en los cuales tú [se dirige a su padre] apareces el pasado viernes, fruto del arduo trabajo de la Secretaria de Paz y Convivencia del Gobierno Vasco, y en los cuales todo vale y todo entra no son memoria, son caricaturas », asegura Altuna. En su carta critica que el ejecutivo de Urkullu no haga distinciones entre víctimas, cuando «las muertes de los asesinados por el terrorismo de ETA, esa muerte selectiva, y la de esos 5 trabajadores asesinadas en Vitoria [el 3 de marzo de 1976], son muertes distintas, no son equiparables, no son comparables».

«No hablo de grados de sufrimiento, ni de escalas de dolor, no son unas mejores, ni peores… Simple y llanamente no pueden estar en el mismo monumento, placa, monolito …», explica. «Del mismo modo que no es igual la muerte de mi padre, que la de los cinco trabajadores de Zaramaga, que la provocada por un policía beodo fuera de sus horas de servicio en un bar de Vitoria, de Haro o de Baracaldo».

«Como no es lo mismo (y no hablo de grados de dolor, ni de sufrimiento) las víctimas de la violencia familiar, de género, como las víctimas de accidentes de trafico… No todo entra, ni puede entrar en el mismo saco (o acto). Sería una afrenta para cada muerte juntarlas a todas . Todo lo demás son caricaturas, retratos, relatos…», concluye.

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