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NAVARRA

De mayor quiero ser como Sagrario

Sagrario Petri acaba de cumplir su primer siglo de vida

De mayor quiero ser como Sagrario P. O.

Pablo Ojer

Sagrario Petri me recibe con una amplia sonrisa mientras recorre el estrecho pasillo que conforma la espina dorsal de su casa, situada en el corazón del centro de Pamplona. En esa casa ha vivido durante los últimos 93 años, desde que a los 7 bajó de su localidad natal, Larrasoaña, a la capital navarra.

«Pero qué bien está usted» es lo primero que se me ocurre decir. Y no lo digo por quedar bien, sino porque así la veo . El peloteo no es lo mío. «Pues para qué me voy a quejar», me responde. Y continúa «aunque ahora ya no camino como antes». Y es que hace nueve años se rompió la cadera y ya no camina con la soltura que acostumbraba. Aunque eso no le impide dar su paseo diario acompañado de Giovanna, por las calles de Pamplona.

«Cuando yo nací, la ciudad todavía estaba completamente rodeada de murallas», recuerda que le dijo el alcalde de Pamplona hace apenas diez días, cuando cumplió el primer siglo de vida y la máxima autoridad de la capital navarra le rindió un pequeño homenaje en su propia casa que congregó a toda la familia. Un libro de fotografías de la Pamplona del siglo XX, la insignia con el escudo de la ciudad, un ramo de flores muy bonito «y más de una hora que estuvo aquí conmigo», recuerda Sagrario. El resto de la jornada transcurrió rodeada de toda la familia. «Cuarenta y ocho personas nos juntamos» entre la hija, nietos, sobrinos y los seis biznietos, «tres chicas y tres chicos». Y culminó con un baile en casa con la actuación de la Cofradía de San Saturnino que también quiso homenajearla. «Aún se echará mozo», trato de sonsacarle. «No, yo no bailé. Las piernas ya no me responden. Me moví así», explica entre risas mientras se menea en la silla.

Viuda muy joven

Sagrario Petri no tiene una familia demasiado amplia ya que apenas estuvo casada apenas 2 años, se quedó viuda muy joven. «En el año 42» rememora con una memoria que ya quisiéramos los demás para nosotros mismos. «Pues habrían sido unos años duros», me atrevo a adivinar. «Fueron duros, pero hambre no pasamos». Y en este punto recuerda cómo su madre misma amasaba el pan. «Y nos lo comíamos enseguida porque era lo que más nos gustaba».

«Entonces qué le diría a los que ahora vivimos esta crisis angustiados». «Ahora por lo menos no te lanzan bombas», se ríe. «Después de lo malo, viene lo bueno», apunta con optimismo. Y recuerda cómo sus hermanos tuvieron que ir a la guerra. «Y les tocó estar en bandos distintos». Aunque afortunadamente todos volvieron sanos y salvos a casa.

Al quedar viuda tan joven tuvo que trabajar muy duro para sacar a la familia para adelante. «Era peluquera, que iba por las casas, y también repartí el periódico durante muchos años».

El secreto

Y claro, tenía que llegar la pregunta del millón. ¿Cuál es el secreto para cumplir 100 años? «Pues eso no te lo puedo decir, porque yo he llegado sin pensarlo. No pensaba ni aun estando cerca». Un médico le dijo que era porque comía poco, «de todo pero poca cantidad», aunque también es posible que el secreto se encuentre en «el culín» de vino tinto que todavía a sus cien años bebe en cada comida.

«El año que viene vendré a celebrar yo también sus 101 años», me despido. «Pues aquí te esperaré». De mayor quiero ser como Sagrario.

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