Los diez establecimientos más antiguos de Madrid
Recorrido por los locales «vivos» que han dibujado la historia de la Villa y Corte
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12345678910Farmacia de la Reina Madre (1578)
Se la conoce con el nombre de la Reina Madre porque a esta farmacia encargaba la reina regente María Cristina sus medicinas en el siglo XIX. Pero el establecimiento lleva ahí, en la calle Mayor, 59, desde finales del XVI. Reconstruida en 1913 por el arquitecto Carrasco-Muñoz Encina, es uno de los mejores ejemplos del modernismo en Madrid. Destaca por su biblioteca y por algunas fórmulas de «prodigiosos remedios» como la pomada encarnada contra la calvicie o los trocitos de «momia» contra la tuberculosis.
Posada del Peine (1610)
Es el hotel más antiguo de Madrid y, seguramente, de España. Nació para dar posada a huéspedes y forasteros que venían en diligencia a la Corte. Ahí estaba, en la calle Postas, donde sigue en la actualidad. Ha pasado por penurias y por abandono. Hoy reluce con brillo y se ha convertido en un auténtico hotel con encanto, un «petit palace», restaurado por la cadena High Techy y reabierto a finales del verano de 2005.
Posada de la Villa (1642)
Entre la Plaza Mayor, las Cavas y la calle Toledo se dan cita numerosos establecimientos para el buen comer. Entre ellos, la Posada de la Villa, que data de 1642, y se encontraba en un lugar de paso de carruajes y diligencias. De ahí su éxito. Situada en lo que antes había sido un molino de harina, en plena Cava Baja, aquella casa de comidas resistió a la decadencia y desaparición de otros establecimientos de su estilo. El restaurador Félix Colomo hizo de ella un horno de asar donde, además, se sirve un estupendo cocido en puchero de barro.
Farmacia León (1700)
Calle León 13, en pleno barrio de Las Letras. Es el domicilio de esta farmacia, una botica que data del Siglo de Oro. El establecimiento conserva su aspecto de comercio antiguo. Destaca, además de su caja registradora, el botamen, con tarros y copas, muchas de las cuales fueron donadas al Museo de la Farmacia Hispánica. En la fachada se puede disfrutar de unas elegantes cerámicas en blanco y azul.
Botin (1725)
Dicen que es el resturante más antiguo del mundo. Y nadie ha dicho lo contrario. Por eso figura en el libro Guiness, donde se cuenta que aquí trabajó como limpiaplatos un joven Francisco de Goya. En 1725 un cocinero francés, Jean Botin, y su esposa, una asturiana de pro, abren una pequeña casa de comidas. Lo demás, merecido a pulso. El horno de leña se conserva desde entonces pasa asar corderos y cochinillos en el domicilio de la calle de Cuchilleros. Cuando el matrimonio fallece, se hace cargo del negocio un sobrino de la esposa de Botin. Ya van por la tercera generación.
El Botijo (1754)
Mencionado en varios de los Episodios Nacionales de Galdós, comienza siendo un bazar donde se vendía de todo. Y todo eran mimbres, sillas, bastones, botería, alpargatas, cordelería, rafia, fuelles, almadreñas, pólvora, cohetes, juguetes, pintura y artículos de droguería. Hoy se dedica a esto último, a lo que sus propietarios suman productos de perfumería. De esta tienda, en la calle Toledo 35, queda su botijo a la entrada.
Farmacia Deleuze (1780)
En el número 39 de la calle de San Bernardo nos encontramos con este establecimiento que procede de la época de Carlos III, cuando en ella podía encontrarse a los «hombres de ciencia» en la rebotica mezclando sus hierbas y sus ungüentos. Cuentan las crónicas que siempre ha llamado la atención su decoración barroca que se asemeja a una estancia palaciega. Bonita, es muy bonita. Conserva tarros y botamen procedentes de la Fábrica del Buen Retiro.
Farmacia Puerto (1798)
Aunque se documenta con anterioridad una botica en la plaza de San Ildefonso, se da como fecha de su fundación la de 1798, al ser el momento en que el arquitecto Manuel Bradi realiza una reforma en los edificios de la plaza, quedando la farmacia ubicada en su emplazamiento actual, el número 4.
Casa Alberto (1827)
Taberna fundada en 1827, en el mismo edifcio en el que Miguel de Cervantes vivió y escribió dos de sus obras maestras: la segunda parte de «El Quijote» y «Los trabajos de Persiles y Segismunda». En tiempos de Fernando VII, los madrileños acudían a Casa Alberto a tomar un chato de vino con un huevo duro y un trozo de bacalao. Hoy, el tipismo y la buena cocina dan fe del buen comer. Tienen fama sus callos a la madrileña y el rabo de toro. Todo, en Huertas 18.
Antigua Pastelería del Pozo (1830)
Presume de seguir haciendo los hojaldres de forma artesanal. Rellenos de crema y cabello de ángel. Eso, y la fama de sus roscones de Reyes, el turrón y el pan de Cádiz, ha traspasado fronteras. Todo empezó en 1830 con la familia Agudo, una de las más conocidas del Madrid de aquel entonces. En la calle Pozo 8, debe su nombre a que en esa vía existió un pozo milagroso al que se habían tirado las reliquias de unos santos. El misterio y ese divino olor que recorre la calle, todavía deleitan a los madrileños.