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El Real Cortijo de San Isidro se niega a perder su autonomía

Los vecinos de una de las dos únicas Entidades Locales Menores que hay en la Comunidad dicen no querer perder tal grado de independencia ante la reforma de fusión de municipios que propone el Gobierno

El Real Cortijo de San Isidro se niega a perder su autonomía abc

juan antonio pérez

El Real Cortijo de San Isidro tiene los elementos de cualquier pueblo español: cuenta con una plaza mayor, una ermita, un supermercado y dos bares. Pero no lo es. Al menos, jurídicamente. Es una Entidad Local Menor. Es decir, que tiene un Ayuntamiento, compuesto por una alcaldesa y cuatro vocales, elegidos por sus propios vecinos -mientras que en una pedanía sus habitantes no eligen al alcalde-, pero depende administrativamente de Aran juez , situado a poco más de cinco kilómetros.

Ahora, la nueva Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local que prepara el Gobierno de Mariano Rajoy amenaza esa autonomía. Bajo la premisa de unir las poblaciones más pequeñas para así ahorrar en gastos, la administración central ha impuesto, de momento, como requisitos que las Entidades Locales Menores entreguen sus números al Tribunal de Cuentas. Y que, por supuesto, esas cuentas estén saneadas. Condiciones ambas que cumple El Real Cortijo.

«Nosotros siempre hemos entregado las cuentas y hemos tenido más ingresos que gastos. Así que, en ese sentido, estamos tranquilos», dice su alcaldesa María Antonia de Oro. Expone otra razón para la calma: «En la Comunidad de Madrid solo somos dos entidades de este tipo -la otra es Belvis del Jarama que pertenece a Paracuellos-, mientras que en León hay 1.200».

Eso sí, reconoce que cuando en julio se conocieron las intenciones del Gobierno los vecinos «se alarmaron un poco». No quieren perder ese sentimiento de pertenencia. Incluso acudieron a la manifestación que hubo en Madrid en favor del mantenimiento de las Entidades Locales Menores. «Hay que tener en cuenta que para muchos vecinos este es el sitio en el que vivieron sus padres y abuelos. Tienen mucho arraigo», cuenta la alcaldesa.

El grado de autonomía de El Real Cortijo se refleja en que, por ejemplo, tienen un presupuesto con dos vertientes: por un lado reciben una asignación económica anual de Aranjuez, que el año pasado ascendió a 57.100 euros, y por otro obtienen un dinero por el alquiler de diferentes edificios propiedad del Consistorio. Con esas cuentas hacen las fiestas de San Isidro, que se celebran estos días, y gestionan la iluminación o parte del acondicionamiento de las calles.

De lo que no disponen es de Policía o servicio de recogida de basuras. Es Aranjuez la que se encarga de proporcionárselo. Los dos único funcionarios que tiene El Real Cortijo son «dos jardineros, que es fundamentalmente para lo que va destinado el dinero que nos da Aranjuez», dice de Oro.

63 familias de colonos

El origen de El Real Cortijo se remonta a los tiempos del rey Carlos III cuando en 1766 cambió su residencia del Palacio Real de Madrid al Palacio Real de Aranjuez y compró la finca del Cortijo. Sin embargo, su historia reciente hay que fijarla a partir de los años cuarenta del pasado siglo.

Fue entonces cuando el Instituto Nacional de Colonización franquista «compra la finca con su poblado, segrega la finca en parcelas de cuatro y cinco hectáreas de regadío, y ofrece, por una parte, unos lotes de parcelas de regadío, mientras que por otra parcelas de secano y vivienda». Dice la alcaldesa que en un principio fueron «63 las viviendas, que en total podrían sumar unos 250 ó 300 vecinos».

En esos años, las familias de El Cortijo vivían del campo, como la mayoría de España. Pero hoy en día ya no es así. «Son muy pocos los que trabajan aquí y viven de la agricultura», dice Leo, propietario del bar Belinchón. Su local anda estos días lleno. Son las fiestas de San Isidro y el fin de semana han podido dar «entre 50 y 80 comidas cada día», cuenta Felipe, uno de los camareros.

La mayoría de la gente es de Aranjuez que, al menos una vez al año, se acercan hasta El Cortijo a pasar la tarde. Y a montar a los niños en las atracciones de la feria. ¿Y el resto del año? «En invierno muy poco -el Belinchón solo abre por las mañanas-, pero en verano sí que viene gente. Aquí se está muy bien», dice sonriendo Leo.

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