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Antonio Campó, el «Don Juan» patrio

La Temporada Lírica conmemora los 60 años del debut del barítono español en La Coruña dedicándole una ópera

Antonio Campó, el «Don Juan» patrio SABINE WEISS

J. L. Jiménez

En julio de 1956, la interpretación de un cantante como el Don Giovanni mozartiano en el festival de Aix-en-Provence hizo a Pablo Picasso levantarse de su asiento, un impulso todavía más efusivo cuando supo que era un intérprete español. No dudó en saludarlo tras la función y pedirle un disco para conservar para siempre su voz y su canto. De cómo pudo ser aquella función nos hacemos una idea gracias a la grabación que EMI hizo con el mismo reparto. Aquel Don Juan que hablaba español era Antonio Campó (1922-1988) , a quien estos días la Temporada Lírica de La Coruña recuerda con motivo de los 60 años de su debut en la ciudad, dedicándole una conferencia y las dos funciones de «La flauta mágica», a final de mes.

En aquella ocasión se subió al escenario del Teatro Colón para encarnar al Conde de Almaviva en «Faust» y «La Forza del Destino». Era 1955. Había hecho realidad su sueño de ser cantante, formándose en La Coruña, Madrid y Milán, primero como bajo cantante y posteriormente consolidándose como barítono. No fue fácil. « Su padre le dijo que o hacía Derecho, o no lo dejaba estudiar canto», recuerda su viuda, Paz Pestonit, «hizo náutica y le permitieron entregarse a su sueño».

Debutó en 1946 en Bilbao junto a la soprano coruñesa María Luisa Nache —también recordada con justicia por la Temporada Lírica— y de su trayectoria internacional da cuenta la nómina de intérpretes junto a los que cantó: Beniamino Gigli, Franco Corelli, Mario del Monaco, Nicolai Gedda, Anna Moffo, Renata Tebaldi, Carlo Bergonzi, Ettore Bastianini o Cesare Siepi. Una nómina de estrellas con sitio propio en la historia de la ópera. Campó llegó incluso a cantar en la coronación de Isabel II de Inglaterra.

« En el teatro era fabuloso, con una prestancia natural en el escenario », evoca Pestanit, quien por primera vez lo escuchó cantar como el Conde de Luna en un «Trovatore» representado en La Coruña. Lo había conocido meses antes, curiosamente mientras presenciaba una obra de Esquilo en la demolida Plaza de Toros herculina. Luego fue oírle cantar y la consecuencia fue una vida en común. «Era un compañero maravilloso , de una gran sensibilidad», añade, «y todo el mundo que habla de él dice que era un señor, todo un caballero».

Quizás por eso su rol más personal sea el « Don Giovanni » mozartiano. Quizás también por eso, por compartir señorío, forjó una amistad con Alfredo Kraus inquebrantable, hasta el punto que el maestro canario fue padrino de su hija, la célebre cantante Marta Sánchez. Porque Campó era Sánchez Camporro, y accedió a jugar con los apellidos por aquello de la mercadotecnia y un consejo de su profesora de canto Lola Rodríguez Aragón.

Juntos, Campó y Kraus cantaron « Marina », « Rigoletto » o « Pescadores de Perlas », e incluso grabó « El retrablo de Maese Pedro » de Falla. La mala fortuna se cruzó con Campó, al que una dolencia de oído lo retiró prematuramente de la escena en 1966, tras apenas veinte años de carrera. Quedaron su recuerdo y su legado, que ahora La Coruña reivindica con justicia.

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