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Entrevista | Joël Dicker Novelista. Premio San Clemente

«Me siento tramposo al no haber llegado a Santiago caminando»

No ha cumplido 30 años y recibe el galardón con que antes se agasajó a literatos como Murakami y Saramago. Tiene un lema: soñar a lo grande

«Me siento tramposo al no haber llegado a Santiago caminando» ABC

Érika Montañés

El jurado que criba y otorga el prestigioso premio Arzobispo Juan de San Clemente es un tanto peculiar: los alumnos de bachillerato del Instituto Rosalía de Castro, en Santiago de Compostela, y otros cuatro centros de enseñanzas de la autonomía, uno por provincia. En pos del galardón han arribado a la capital gallega literatos como el escurridizo Haruki Murakami, que charló con los jóvenes sin arrugarse, Mario Vargas Llosa, Stephen Hawking y Jostein Gaarder, entre otros. Porque van veinte ediciones y 63 escritores reconocidos. En esta ocasión, ha recalado en el jovencísimo y triunfador novelista suizo Joël Dicker .

En medio de su apretada agenda, pocos minutos después de aterrizar el pasado jueves en Compostela, atiende las preguntas dirigidas por ABC en el Hostal de los Reyes Católicos este ginebrino que convirtió su segunda novela, «La verdad sobre el caso Harry Quebert», en un fenómeno mundial con récord de ventas y de crítica. En unas horas es laureado en el auditorio del instituto público, con el propósito encomendado de fomentar la pasión por la lectura entre el alumnado, que, a propósito, se rendirá en la inmensidad del océano de sus ojos.

—Le leo los nombres de los anteriores premiados: Milan Kundera, Paul Auster, José Saramago... ¿Cómo se queda uno cuando es el siguiente?

—Ser reconocido junto a estos increíbles autores es un privilegio. Este premio lo veo desde un punto de vista diferente. Soy un escritor joven, y para mí ésta es una experiencia grande, intensa y divertida. Es una oportunidad para promover la literatura entre jóvenes y me siento halagado de que las personas del mañana me hayan escogido para recibirlo.

—Y aprovechando que está en Galicia. ¿Adónde le lleva su camino?

—Me siento un poco tramposo al no haber llegado a esta ciudad caminando, si no en avión (se ríe). Opino que el camino de cada uno se va trazando según las experiencias vividas, y el mío aún se está escribiendo. Estoy emocionado por todo lo que estoy viviendo, y opino que es un buen momento para empezar a crear algo grande.

—¿Le molestan comparaciones como la de que es el nuevo Stieg Larsson?

—La primera respuesta que se me viene a la cabeza es que sí y no a la vez. Fue en la feria de Frankfurt donde me compararon con él. Es un honor, pero la gente se equivoca al pensar que mi libro es un thriller, y no lo es.

—También se le advierten rasgos de Nabokov, Philip Roth… ¿Cómo define al Joël Dicker escritor?

—Me veo a mí mismo como Joël. Lo que escribo está influenciado por mis experiencias, lo que leo, veo o escucho.

—¿Y cómo persona? Déjenos conocerlo un poco más, ¿cómo se ve a sí mismo? ¿Algún defecto inconfensable?

—Bueno, para empezar podría decir que soy una persona nada paciente, no me gusta esperar. Tengo dificultad para controlar mis ideas, por lo que a veces puedo ser algo difícil de seguir. Lo que siempre digo es que, a pesar de los defectos, la clave está en soñar a lo grande. Como dijo una vez Óscar Wilde: «Los sueños están para cumplirse».

—¿No espanta a su familia y amigos su afición por los insectos?

—Ahora mismo ya he dejado los insectos a un lado (sonríe). De pequeño estaba fascinado con la naturaleza y la escritura. Mi madre siempre estuvo asustada. Nunca me permitió traer arañas, pero una vez conseguí una tarántula muerta y no me dejó quedármela. Más tarde sí que tuve una serpiente. Fue divertido hasta el día en que se escapó de su jaula.

—No ha cumplido siquiera los treinta. ¿Abruma el éxito más por ser más joven, o cree que lo habría hecho de igual modo a los veinte o cuarenta?

—Opino que habría hecho las cosas de forma diferente. No creo que diez años atrás hubiera sido capaz de escribir mi novela como lo he hecho. Sin los libros escritos antes no hubiera sido capaz de formar mi personalidad como escritor, y lo que queda de ellos está reflejado en Harry Quebert.

—Ha vendido unas cifras mareantes de libros en países francófonos; también en Canadá, España e Iberoamérica. ¿Tiene algo el lector español que no tengan los demás?

—El español es un idioma interesante. La novela fue publicada en castellano a pesar de haberle dado vueltas a la idea de publicarla en español latino. Noto que en España el público es muy abierto e interesado en la lectura, como ocurrió en la fiesta de Sant Jordi. Esto nunca lo vi en Francia.

—¿Es Suiza buen país para el escritor?

—Es un país pequeño dividido en tres pequeñas partes entre Italia, Alemania y Francia. Es un mercado pequeño, por lo que fue necesario salir para dirigirme a más público.

—Tenemos ejemplos de escritores metidos a políticos, como Luis García Montero. ¿Entraría en política?

—No me vería siendo político. No sabría decir en qué lado, derechas o izquierdas, me pondría.

—Su admirado Houellebecq reconoció haber usado algunos pasajes de la Wikipedia francesa. ¿No le parece un insulto a la magia del escritor y la literatura?

—Copiar el texto de otra persona no está bien, y menos de Wikipedia. Tenemos que empezar a enseñarle a la gente que no todo lo que está en Wikipedia es creíble. Necesitamos empezar a utilizar nuestra capacidad individual para sacar lo mejor de nosotros.

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