La colección Álvaro Gil, en casa

Tras un exilio de más de un año y de un contencioso de casi tres lustros, están otra vez en el Museo de Lugo el torques de Burela y, con él, las demás piezas de orfebrería prerromana reunidas en su día por don Ricardo Blanco-Cicerón y que hoy constituyen la llamada «colección Álvaro Gil Varela». Al pleito entablado entre la Diputación lucense, que se consideraba propietaria de los objetos, y la familia Gil, que reclamaba la pertenencia de un legado depositado pero no donado, pusieron fin varias sentencias judiciales y un acuerdo de compraventa cercano a los tres millones de euros.

La todavía reciente incoación de expediente para declarar Bien de Interés Cultural (BIC) a la colección ahora reintegrada a su propia sala evitará que se puedan repetir incómodos litigios y (digámoslo con palabras de don José Lázaro Galdiano) «riesgos migratorios». El relato de las peripecias del torques de Chao do Castro, popularmente conocido como «torques de Burela», omite casi siempre el nombre de Atilano López Eijo, que fue quien lo salvó de su probable condena a la chatarra. El olvido constituye una injusticia flagrante. Fue Atilano quien le mostró la pieza a Julio López Regüela, cuya joyería, pegada a la Praza Maior, muchos lucenses todavía recordamos. Pasó luego a manos de Álvaro Gil, cuyo proverbial munificencia con el museo de Lugo todavía esté pendiente de un reconocimiento a la altura de tal mecenazgo.

A lo largo de su vida, Álvaro Gil fue reuniendo una valiosísima colección de obras de arte, de la que forman parte elementos imprescindibles en el catálogo histórico de la pintura y de la escultura de Galicia. La Diputación de Lugo, que ha logrado recomponer las amistosas relaciones con los herederos del mecenas, tal vez debiera plantearse la posibilidad de conseguir que algunas de estas piezas pasasen a enriquecer los fondos del museo provincial. Quede hecha la sugerencia.