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Una noche de sonrisas en el primer «café de la muerte» de España

ABC asiste en La Coruña a un «Death Café» donde los clichés saltan por los aires al hablar de un tema con frecuencia tabú

Una noche de sonrisas en el primer «café de la muerte» de España D. D.

darío domínguez

Cae la noche en La Coruña y en las calles se produce una curiosa mezcla de viandantes ataviados con los colores blanco y azul del Deportivo que se dirigen a Riazor con otros vestidos con sus ropajes más terroríficos hacia las múltiples fiestas de Halloween que ofrece la ciudad. Al margen de ambos, encontramos un novedoso plan en la víspera de Todos los Santos: el estreno del primer «Death Cafe» de España. La cafetería El Hacedor de Charlas, conocida por su abundante actividad cultural, acoge esta iniciativa, cuyo único objetivo es el de compartir entre los participantes experiencias y opiniones relacionadas con la muerte.

Casi media hora antes de comenzar la tertulia ya hay clientes que se guardan un hueco para lo que está por llegar. Las organizadoras del evento colocan a los futuros participantes con arreglo a las normas según van llegando. Mesas de cuatro o cinco personas y en cada una de ellas unas instrucciones para marcar la pauta del encuentro y conseguir una experiencia lo más satisfactoria posible .

Perfil del asistente fuera de tópicos

A pocos minutos del inicio, el local está abarrotado. No quedan sillas y hay que ingeniárselas con taburetes para acomodar a todos los asistentes. Si alguien esperaba encontrarse gente joven con una imagen gótica, ropa negra o maquillajes estrafalarios, se equivocaba absolutamente, pues la amplia mayoría son personas de mediana edad sin apariencia de pertenecer a ninguna «tribu urbana».

Los problemas de espacio hacen que se retrase la presentación. Pide la palabra Iriana Cacheiro, la psicóloga que hará las veces de «facilitadora», una suerte de moderadora que encauzará la tertulia para que no derive hacia otros temas, se interesará por las experiencias que comparten los participantes y guiará las conclusiones tras la charla.

«Prohibido juzgar» y confidencialidad

Iriana vuelve explicar las instrucciones, repite que el objetivo no es hacer terapia ni manifestación religiosa alguna e insiste en que cada persona se sienta libre para compartir sus vivencias , pues media la obligación de no juzgar las opiniones de los demás y de mantener en la confidencialidad lo contado en el evento. El auditorio se muestra expectante, a sabiendas de que van a ser pioneros en el país en una iniciativa muy especial.

Una vez iniciadas las conversaciones, siguen desmontándose los clichés. A pesar de que se trata un tema trágico, los rostros que predominan son los del entusiasmo, la atención hacia las experiencias ajenas e incluso la alegría por compartir la misma visión en determinados aspectos.

Casi 100 kilómetros para asistir a la cita

«No esperaba que hubiera tanta gente. Es un tema casi tabú»

Gabriela Umpiérrez, la dueña de la cafetería, no da abasto en atender a sus clientes mientras siguen entrando nuevos interesados en vivir la experiencia. Los últimos, a los que el tráfico les ha jugado una mala pasada, han recorrido los casi 100 kilómetros que separan la localidad costera de Cariño hasta la capital de provincia solo para tomarse este café. «No esperaba que hubiera tanta gente. Es un tema casi tabú», comenta otra de las rezagadas, a la que responden con rapidez que eso es precisamente lo que lo hace así de atractivo.

La próxima, con invitación

Se hace tarde, pero son muy pocos los que se van antes de que termine el evento, y todos lo hacen pidiendo disculpas por tener que ausentarse y preguntando cuando será el próximo. Tras las conclusiones y la puesta en común de las ideas principales, la tónica se repite: todos los asistentes dibujan una amplia sonrisa y muestran su satisfacción, se citan para la siguiente ocasión y avisan de que traerán amigos. Pero tendrán que apresurarse, ya que tras haber duplicado la cifra ideal estimada en veinte participantes, las organizadoras ya avisan de que en el Death Cafe del mes que viene habrá que solicitar la invitación previamente. Parece que la moda ha llegado a la ciudad para quedarse.

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