Los protagonistas del caso Asunta

Los protagonistas del caso Asunta

El padre, la madre y el juez completan junto la niña de 12 años muerta las caras que componen el puzzle para resolver el crimen

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El padre, la madre y el juez completan junto la niña de 12 años muerta las caras que componen el puzzle para resolver el crimen

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  1. Alfonso Basterra: Vocación de padre antes que periodista

    Cuando Alfonso Basterra -americana, gafas de montura negra y pelo blanco sin haber cumplido los cincuenta- salió de una de las entrevistas de trabajo que ha realizado en la capital gallega a lo largo de los últimos meses, la encargada de analizar si veía en él a la persona idónea para lograr el puesto -gestionar la comunicación de una entidad- trazó un rápido perfil sobre su personalidad. No deja de ser algo con frecuencia injusto, fruto de pocos minutos, aunque respaldado por la experiencia que otorga un área de recursos humanos. Y sin embargo, este bosquejo encaja con lo que dicen quienes le conocen. Incluso, con la primera impresión que el padre de Asunta dejó en comisaría hace ocho días.

    La trabajadora, sorprendida ahora al saber que aquel candidato está entre rejas desde el pasado viernes acusado de homicidio, recuerda para ABC a Basterra como «fácil de manejar y bonachón». Una manera de ser que encaja con lo que en gallego se llama «xancillo». Así lo vio entonces. Y así lo percibieron también los agentes que le atendieron cuando acudió a denunciar la desaparición de su hija la noche del sábado 21 de septiembre. Fue Rosario Porto, su exmujer, quien tomó la palabra ante la Policía para relatar lo ocurrido. No tardaría en encontrarse el cadáver de la menor.

    Este periodista, nacido en Bilbao en 1964 y un vecino más en Santiago de Compostela desde la década de los ochenta, hace mucho tiempo que priorizó su vida personal sobre la profesional. En especial después de la adopción de la niña en 2001. La vocación de padre antes que la curiosidad por informar. Su especialidad tanto en prensa como en radio -colaboraba con diversos medios- eran los asuntos económicos, aunque en la actualidad su ámbito era el sector turístico. Sonriente y discreto. Aguantó cabizbajo las preguntas de los periodistas sobre su posible implicación en el crimen poco antes de ser detenido.

    Nadie tenía queja de él. Alfonso se encargaba de recoger a Asunta en el colegio. Siempre la familia sobre el trabajo. Se preocupó también por la progenitora -con quien mantenía buena relación pese a la aún reciente separación- cuando este año permaneció ingresada debido a un problema psiquiátrico. Siempre a la sombra de Charo, incluso en la investigación. Fue arrestado después de ella, declaró más tarde, menos tiempo... Dio la misma versión... y los mismos errores.

  2. Rosario Porto: La abogada en busca de una hija brillante

    Lo que ningún vecino de la comercial calle Doctor Teixeiro imaginaba es que un jueves de septiembre increparían a una de las inquilinas del número 31 al grito de «¡asesina!». Bajo esa posible acusación, ingresaría un día después en una cárcel con idéntico apellido al de su domicilio. Rosario Porto (Santiago, 1969) era Charo en la tienda y Charo en la vida social y cultural compostelana que tanto frecuentaba. Desde hace una semana soporta el peso de ser señalada como una presunta filicida a la que estos días se ha visto llorar, pero también reír mientras registraban una de sus propiedades.

    Tiene sorprendidos a muchos allegados. La amiga que ejerció de portavoz de la familia se quemó la mano al ponerla sobre el fuego y defender su inocencia con rotundidad. Abatida y decepcionada, se apartó a un lado tras la detención, mientras resonaban varias de las frases con que les había defendido a las puertas del tanatorio: «Los amigos no comprendemos cómo pueden estar de pie y abrazando y besando a quienes se acercan». No era el papel en el que acostumbraban a ver a esta mujer de clase acomodada, precedida por la fama de sus padres: un prestigioso abogado y una profesora universitaria de Historia del Arte. Hija única, de él heredó profesión y el puesto de cónsul de Francia en Santiago con solo 28 años. En ese cargo se mantuvo de 1997 a 2006.

    Personas que compartieron estudios de Derecho con ella en la capital de Galicia aseguran a ABC que durante la carrera «no era brillante». Les extraña la responsabilidad que alcanzó. Charo había ampliado sus estudios en el país galo y en Reino Unido.

    Pero algo cambió en quien había presumido en televisión de ser la primera santiaguesa en adoptar una niña china. Fue a raíz de la repentina muerte de sus padres en un intervalo de seis meses entre finales de 2011 y el verano posterior. Su despacho echa el cierre; deja de pertenecer al Colegio de Abogados; se separa de Alfonso; entabla contactos comerciales con Marruecos; recibe tratamiento psiquiátrico en una clínica. Sobre la relación que mantenía con Asunta solo hay versiones contrapuestas y rumores. Pero se las veía pasear felices por la ciudad.

    Entre sus grandes preocupaciones, la formación de la niña. Madres de compañeras de clases de ballet cuentan a este diario que «era muy exigente con su hija. Quería que fuera brillante y que sacara todo sobresalientes».

  3. El juez que cambió la historia del narcotráfico

    Tenía 31 años cuando tomó el mando judicial en Vilagarcía de Arousa, territorio comanche donde la ría hacía las veces de puerta a la cocaína que enriquecía a unos pocos y arruinaba la vida a muchos. No llegó dispuesto a cambiar la historia del narcotráfico en Galicia, pero lo hizo. Definir la mayor virtud del juez que recuperó el Códice Calixtino, que pasó una amarga noche en las vías de Angrois y que ahora instruye el crimen de Asunta es simple: empatía. Esa característica le llevó a entenderse pronto con Policía y Guardia Civil. En su caiga quien caiga, cayeron todos, aunque tuviera que renunciar a un ascenso para ganar un año más y terminar con lo iniciado.

    Salvo algún recelo entre sus iguales, Taín cuenta con aprecio y reconocimiento social. Trata a la prensa con cercanía y disposición, otra de esas cuestiones que no gusta a los suyos, comúnmente alérgicos a los plumillas. Es directo y cercano cuando toma declaración y le gusta lo que hace. Tanto como ser el último en levantarse de una reunión, coger el mando de la elaboración de gintonics o mantener viva y animada una charla siempre interesante. El orensano (A Merca, 1968) no escribirá una novela esta vez, como hizo, inspirado por el Códice, pero pocos dudan de que se apuntará otra muesca en su venerada toga.

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