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el mentidero

«Coworking» en el gobierno catalán

El que estaba llamado a ser el «Gobierno de los mejores» es hoy un gabinete desestructurado cuyos miembros, hartos del mantra soberanista, ya no pueden o ya no quieren trabajar en equipo

maría jesús cañizares

EL que estaba llamado a ser el «Gobierno de los mejores» es hoy un gabinete desestructurado cuyos miembros, hartos del mantra soberanista, ya no pueden o ya no quieren trabajar en equipo. Ante esta situación, los consejeros de Artur Mas han recurrido a una especie de «coworking», consistente en compartir espacio, yendo cada uno a lo suyo. Es la única forma que tienen de desmarcarse, sin demasiados aspavientos, de un proyecto de transición nacional, asfixiante y absorbente, que exige una entrega y un culto al líder que luego no son recompensados. Incluso el fiel escudero de Artur Mas, el consejero de Presidencia Francesc Homs, fue desautorizado por el «president» cuando propuso la creación de un registro de patriotas. El audaz Homs nos ofrece ahora un listado de deslealtades del Govern. Iniciativa no le falta y apostaría a que su jefe volverá a lavarse las manos.

Dicho de otra manera, en el Ejecutivo de Mas es obligatorio cerrar filas en materia identitaria -aunque los «ministros» de UDC siempre se quedan rezagados-, pero no cuando un consejero tiene noticias que comunicar de su negociado. Qué poco le ha lucido al titular de Territorio y Sostenibilidad, Santi Vila, la rebaja de los peajes, medida de gran impacto en el ciudadano. Con qué timidez se ha divulgado esta iniciativa frente al ruido que en su momento provocó la campaña «No vull pagar! (no quiero pagar)». Normal que Vila esté cabreado y tilde de adolescentes a los independentistas conversos que le rodean en el Palau de la Generalitat. Aunque no menos infantil resulta comparar la tragedia de Lampedusa con el soberanismo para criticar a la Unión Europea. Resbalón. Nos gustaba este consejero, el menos ortodoxo del Govern y de Convergència.

Pero a quien realmente pone enfermo tanto separatismo oficial es al titular de Salud, Boi Ruiz. Me cuentan que aprovecha algunas recepciones oficiales para desahogarse y confesar su rechazo a esa obsesión de Mas. Boi Ruiz ha parado muchos golpes dirigidos al «president» por los fuerte recortes aplicados en sanidad. Pero el líder de CiU, a vueltas con los agravios -«no controlamos la legislación básica», «no tenemos dinero»...-, no reconoce demasiado el trabajo realizado en un departamento, perplejo ante la inmunidad del consejero de Economía, Andreu Mas-Colell, auténtico cerebro de los ajustes que parece estar tocado por la gracia de sus «cum laude» universitarios.

Habrá que esperar al próximo discurso oficial de Mas para ver si sus consejeros reciben algún agradecimiento. Quizá cuando haga balance de este Año 0 del secesionismo gubernamental. Eso tocaría en diciembre, si no hay adelanto electoral de nuevo. Si lo hay, todo apunta a unas elecciones plebiscitarias en las que no habrá programa, solo una promesa de declaración unilateral de independencia y una campaña que, a modo de agujero negro, hará desaparecer toda referencia a educación, sanidad, infraestructuras o justicia. Qué ingratitud.

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