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Necesitamos un MAAN
Las principales instituciones del empresariado catalán han reaccionado negativamente a los restrictivos Presupuestos Generales del Estado
Las principales instituciones del empresariado catalán han reaccionado negativamente a los restrictivos Presupuestos Generales del Estado. La Cámara de Comercio de Barcelona habla de «asfixia económica», mientras que la patronal Fomento del Trabajo se queja de que no contribuyen a «fortalecer el diálogo». ¿Qué podía esperarse en un contexto de ajuste de los gastos a unos menguantes ingresos, máxime cuando el clamor secesionista no cesa? Llevado al terreno doméstico, ¿qué marido amenazado de divorcio corre al notario a poner las propiedades a nombre de la esposa que desea abandonarle?
Las técnicas de negociación son variopintas, como bien saben los empresarios y ejecutivos. Hasta ahora sólo se han desplegado tácticas competitivas y sus posibles vías para contrarrestarlas de manual. Frente a una demanda inicial exagerada (independencia) se contesta con una limitación de presupuesto. Antes de recurrir al aspaviento debemos comprobar si los límites son tácticos o reales y, si son veraces, conocer su flexibilidad. En el caso del Reino de España vemos que la limitación está inspirada por la «troika»: FMI, Banco Central Europeo y Unión Europea, ese club al que todos los catalanes pertenecemos pero no por el mero hecho de desearlo. Porque a mí me encantaría integrarme en los Rolling Stones, pero la banda se empeña en no aceptarme.
Deberíamos tener como único objetivo satisfacer necesidades más que deseos. Por eso son bienvenidas las terceras y hasta las cuartas vías que enriquezcan el debate, hasta ahora inexistente entre lo malo y lo peor. Ningún proceso democrático de decisión puede ser libre sin previo debate. Puestos a abrir alternativas, algunos esgrimen la táctica de «esto me lo puedes arreglar»; otros se encaraman al «lo tomas o lo dejas»; los linces interpretan los papeles del bueno y el malo, mientras que los que más arriesgan no cesan de mascullar «y si…» Todavía hay posibilidad de renegociar la parte por el todo para regresar al punto de partida del Estatut.
Lo cierto es que las presiones del tiempo y las electorales atenazan esta negociación a cara de perro entre dos fuerzas antagónicas: centrípeta la del Estado y centrífuga la que huye del centro. Las negociaciones competitivas funcionan bajo el binomio ganar-perder. Y el riesgo es que todos perdamos.
Se impone, por tanto, mutar hacia una visión colaborativa que demuestre lo europeos que somos. Es el famoso ganar-ganar que nace de la creatividad y que gestiona las expectativas orientadas hacia la generación de valor. De ahí la urgencia de encontrar la Mejor Alternativa a un Acuerdo Negociado. Necesitamos un MAAN.
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