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la nada nadea

Escalofrío

Estamos a punto de entrar en el estudio y, quizá por temor a dejar a Pujol plantado, dejamos transcurrir unos segundos en silencio, inmóviles, indecisos, observando la figura del forjador de la Cataluña contemporánea

juan carlos girauta

A primera hora de la mañana de ayer (por anteayer), siguiendo mi costumbre de los miércoles, acudí a un pequeño bar de Maestro Nicolau. Desayuné copiosamente en su terraza fatigando la prensa del día. Pensé que la inminente tertulia en Catalunya Ràdio iba a exigirnos un imposible: arrojar luz sobre la dispersa, tenue y pretenciosa hojarruta recién expuesta por don Artur Mas para celebrar que lleva medio año de legislatura. No vaya a tropezarse con las prisas. Llego a la emisora, en Diagonal con Beethoven. Joan Laporta, que con muy buen criterio ha decidido regresar al ámbito en que triunfó, espera a ser entrevistado por Manel Fuentes.

La tertulia deberá esperar. Tomamos un café de máquina, pero digno, por matar el tiempo. Charlo de las maldades habituales con mis adormecidos compañeros. Y entonces aparece, de repente, Jordi Pujol.

Nos levantamos todos a un tiempo musitando de modo automático: «President...» Salen Laporta y Fuentes, se estrechan manos, el ex presidente del Barça se marcha. Estamos a punto de entrar en el estudio y, quizá por temor a dejar a Pujol plantado, dejamos transcurrir unos segundos en silencio, inmóviles, indecisos, observando la figura del forjador de la Cataluña contemporánea. Entonces él pronuncia, sin anclaje en conversación alguna, y provocando el estupor de los presentes, esta frase inconcebible: «Y si Mas se muriera, ¿qué?»

Conmoción. Mis contertulios miran sus relojes y cruzan precipitadamente la gruesa puerta del estudio principal. Yo he intentado responder algo por puro horror al vacío. Creo que era «Dios no lo quiera», pero mi voz ha salido estrangulada. Al estudio, rápido, me he dicho. No he visto qué sucedía fuera, pero es previsible: Jordi Pujol solo, plantado en el centro de una sala de tránsito, escuchando el eco de su propia frase sin réplica: «Y si Más se muriera, ¿qué?» Los testigos hemos querido olvidar la escena. No tengo ninguna explicación de lo sucedido. Sólo quería compartir el escalofrío con ustedes. Disculpen.

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