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hidratación

El agua o la vida

Una mala ingesta de líquidos puede llegar a ocasionar daños neuronales y hasta un estado de coma, llegando a la muerte

El agua o la vida f.heras

diana g. arranz

Ante la pregunta de cuán importante es beber agua, el jefe del Servicio de Endocrinología del Hospital Río Hortega de Valladolid, Luis Ángel Cuéllar, no tiene ninguna duda: «nuestro organismo es en sí mismo un 60% agua, y ante las pérdidas que sufrimos tenemos la necesidad vital de volver a reponer este líquido si queremos tener un correcto estado de salud». La función del agua en las personas responde a una importancia de carácter biológico, básico y esencial para mantener activos los órganos que nos posibilitan la vida.«El agua además de termorregular la temperatura corporal es el medio que utiliza el organismo para trasportar nuestras sustancias nutrientes, y donde se realizan casi todas las reacciones enzimáticas del cuerpo», explica este doctor.

Tan importante es el agua que, de hecho, resulta más imprescibible que la propia comida a la hora de conservar la vida, «ya que una persona que no beba en tres o cuatro días puede fallecer», una circunstancia especialmente sensible en los diferentes grupos poblacionales. Como sucede con casi todas las cuestiones de la vida, en el equilibrio está la virtud y en la ingesta de líquidos sucede los mismo. «Podríamos decir que tan perjudicial es para la salud beber mucho que hacerlo poco», afirma el doctor Cuéllar.

Cuando hay pérdidas de líquidos corporales (diarreas, vómitos, sudoración excesiva) o con la pérdida de la sensación de sed, muy común en las personas mayores, es cuando se genera el mayor peligro en relación a la deshidratación. «En la pirámide nutricional, en su base, desde hace unos años se han añadido los iconos del agua por la importacia que tiene en la alimentación».

En cuanto a las medidas óptimas de su ingesta se han escrito ríos de opiniones, pero la recomendación sanitaria es «30 mililitros por kilo y día, o bien un mililitro por cada kilocaloría que se ingiera», explica este nutricionista.

El hecho de no ingerir suficiente agua influye en los solutos que circulan dentro del organismo, concentrándose y pasando a un estado hiperosmolar, «que llegado a unas cantidades es incompatible con la vida».

Es precisamente en el acto de ingesta de comida cuando se inicia un proceso de osmolarización y por ello es imprescindible que la comida vaya acompañada de una ingesta de agua proporcional «que lleve al organismo a un nivel isotónico».

En cuanto al exceso de agua, «normalmente el riñón cuenta con mecanismos de defensa para su evacuación, que es lo que se denomina la dilución de la orina, «que dependerá de la cantidad de agua y de la concentración de solutos», añade este experto. El tono de la orina nos indicará si el aporte de agua a nuestro organismo está siendo excesivo cuando sea muy diluido, «y si sobrepasaramos una cantidad podríamos llevar al organismo a un estado de hipotomía que puede derivar en deterioros neurológicos con riesgo vital».

Nuestro organismo precisa de agua en muchas de sus funciones, como explica el doctor Cuéllar, entre las que se cuentran las realizadas por el intestino, «que mueve una cantidad de ocho litros al día» y que posibilita una adecuada evacuación de los desechos nutricionales.

Agua del grifo

En cuanto a si es saludable beber el agua que sale del grifo, el doctor tiene muy claro que la primera premisa para que este líquido sea salubre es su potabilidad, «y eso es algo que cualquier agua de nuestros grifos nos garantiza y que cuenta con los controles sanitarios pertinentes que avalan su seguridad para el consumo». «Los problemas pueden venir por la cantidad de electrolitos, como en el caso de aquellas con más calcio denominadas «duras» y que pueden generar problemas en personas con cálculos en el riñón», añade este médico, pero en cualquier caso, «nunca es algo que utilicemos como tratamiento o que prescribamos».

Lo que sí aconseja este especialista nutricionista es que nos acostumbremos a tener cerca agua, estemos en el entorno en el que estemos, y que nos acostumbremos a hidratarnos habitualmente, sin olvidar «que otro alimentos como la fruta o las verduras también nos aportan una cantidad determinada de agua».

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