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Tras los pasos de la mística «andariega»

El constante peregrinar de Santa Teresa para realizar sus fundaciones dejó una intensa huella en Castilla y León. Nueve ciudades teresianas de la Comunidad conservan su recuerdo cinco siglos después de su nacimiento

Tras los pasos de la mística «andariega» ical

m.burón

Ávila fue la cuna de Santa Teresa; Alba su sepulcro». Vicente de la Fuente publicó en 1882 un libro conmemorativo del tercer centenario de la muerte de la mística que no era otra cosa que una guía de viaje para seguir sus huellas. Se reeditó con el título de Casas y recuerdos de Santa Teresa en España: Manual del viajero devoto para visitarlas. Los hitos más importantes de ese itinerario se sitúan en Castilla y León, donde la religiosa fundadora de las Carmelitas Descalzas desarrolló gran parte su tarea de creación de conventos, además de su obra literaria.

El quinto centenario del nacimiento de Teresa de Cepeda y Ahumada devolverá la actualidad a esa ruta armada sobre argumentos religiosos, artísticos y literarios. Entre el lugar de nacimiento y el de la muerte, fueron parada y fonda para ella Medina del Campo, Valladolid, Salamanca, Palencia, Burgos, Segovia y Soria. La Junta de Castilla y León y los ayuntamientos impulsan la ruta teresiana, en lo pretende convertirse en el gran evento turístico y cultural de 2015.

Dentro de las actividades conmemorativas, la Consejería de Cultura ha puesto en marcha la Biblioteca Digital Teresiana que rescata títulos como el citado de Vicente de la Fuente, en una edición corregida y aumentada; un peculiar libro de viajes que sigue los pasos de la mística, una recomendación turística hecha para los viajeros atrevidos del último tercio del siglo XIX. En aquel tiempo, embarcarse en la ruta propuesta no era cosa de unos pocos días. «De Medina del Campo a Valladolid solamente hay 42 kilómetros, o sea unas diez leguas, según los antiguos cálculos. Pasa el ferrocarril por las estaciones de Pozaldez, Matapozuelos, Valdestillas y Viana, haciendo el viaje en unas dos horas. El trayecto es más ameno que el de Ávila a Medina», cuenta el autor sobre una de las etapas más cortas.

ÁVILA_El origen

El recorrido por las ciudades teresianas tiene en Ávila su primera y más importante estación. Arranca en el lugar donde estuvo la casa en que nació, el 28 de marzo de 1515, convertida en el convento de Carmelitas Descalzas, que hoy alberga el museo teresiano, e incluye paradas en la parroquia de San Juan -donde fue bautizada-, el convento de Nuestra Señora de Gracia -donde ingresó de adolescente-, el monasterio de la Encarnación -donde profesó-, el de Santo Tomás -de donde «salieron sus principales defensores y directores»-, y el de San José -«donde planteó la reforma de Nuestra Señora del Carmen para religiosas descalzas» y que se convirtió en la primera fundación de Santa Teresa.

Aunque de la casa original no quedan restos, el lugar remite a los primeros recuerdos de la autora de Camino de perfección. Como ella misma dejó escrito, su padre era «aficionado a leer buenos libros, y así los tenía de romance para que leyeran sus hijos». Entre las lecturas infantiles también hubo «vidas de santos», compartidas con uno de sus once hermanos. Esas obras piadosas les influyeron de tal modo que los dos niños decidieron irse «a tierra de moros», para que allí les «descabezasen». Ese viaje hacia el martirio que quiso emprender con siete años acabó al otro lado de la muralla de Ávila, cuando un tío suyo encontró a los dos hermanos en lo que hoy son los Cuatro Postes. Aquel viaje frustrado ya parecía anunciar la vocación de la «andariega».

MEDINA DEL CAMPO_Segunda fundación

Medina del Campo es un lugar importante en la biografía de Teresa de Jesús. En la Villa de las Ferias fundó el segundo convento de las Carmelitas Descalzas, el de San José, en 1567. El relato de la protagonista recoge alguna anécdota: «Llegamos a Medina del Campo, la víspera de Nuestra Señora de agosto a las doce de la noche; apeámonos en el monasterio de Santa Ana, por no hacer ruido, y a pie nos fuimos a la casa. Fue harta misericordia del Señor, que aquella hora encerraban toros, para correr otro día, no nos topar con alguno». El destino inicial era una casa medio en ruinas, «las paredes harto caídas me parecieron, mas no tanto como cuando fue de día se pareció». Pero no todo fueron contratiempos en Medina, donde se encontró con San Juan de la Cruz, un episodio que servirá de argumento a una exposición prevista en el Museo de las Ferias.

VALLADOLID_Vecina de honor

Tampoco empezó bien la aventura vallisoletana de Santa Teresa en 1568. Aunque la mística atribuye a mandatos divinos la decisión de crear los conventos, en sus Fundaciones cuenta también la intervención de benefactores. «Un caballero principal vallisoletano» (Bernardino de Mendoza) ofreció «una casa que tenía, con una huerta muy buena». Se le antojó insano ese lugar, pegado al río, en la zona del actual barrio Cuatro de Marzo; y demasiado apartado, por encontrarse «a casi un cuarto de legua del lugar». Pero la muerte del donante y la «revelación» de que no saldría del purgatorio hasta que no se cumpliese su voluntad, la llevó a concluir el proyecto. Pese a la «huerta deleitosa», las religiosas enfermaron y otra donación de María de Mendoza las llevó al actual convento de Santa Teresa, donde se guarda el manuscrito de Camino de perfección, en su segunda y definitiva versión, además de numerosas cartas. A pesar de los reveses iniciales, la religiosa intentó retirarse en el cenobio vallisoletano, aunque no pudo hacerlo. La Ayuntamiento la declaró «vecina de honor» en 1968 y dio su nombre al barrio y a la calle, Rondilla de Santa Teresa, donde permanece el convento.

SALAMANCA_«Vivo sin vivir en mí»

A la ciudad universitaria llegó la víspera de Todos los Santos de 1570 para emprender su séptima fundación. Para darle cobijo tuvo que desalojarse un caserón donde vivían estudiantes, que aún se conserva en manos de otra orden religiosa. Es el lugar, cuenta Vicente de la Fuente en su obra, «donde la santa tuvo los éxtasis más admirables, y donde compuso la célebre glosa: Vivo sin vivir en mí, / Y tan alta gloria espero, / Que muero porque no muero». En Salamanca realizó Fray Luis de León la primera revisión y edición de las obras de Santa Teresa, editada en la ciudad por la imprenta real de Guillermo Foquel en 1588, cuando la autora ya había fallecido.

SEGOVIA_Dos casas de la orden

Llegó el 18 de marzo de 1574 para instalarse en una primera casa, que no sería la definitiva. Cinco años más tarde, la orden se trasladó al convento de las Carmelitas que aún existe. En Segovia permaneció algo más de seis meses durante esa estancia. Vicente de la Fuente alude a la creencia popular, mantenida durante mucho tiempo, de que en esta ciudad se había gestado la que fue su última obra. «No parece admisible que en su celda de Segovia escribiese gran parte del libro de las Moradas. Esta es una de tantas tradiciones locales que no se pueden admitir». El autor asegura que lo empezó en Toledo en 1577 y lo concluyó en Ávila. Y cuando la mística volvió a la capital del acueducto, en 1581, Las moradas del castillo interior ya estaba escrito.

PALENCIA_«Gente de la mejor masa»

Santa Teresa acudió a esta ciudad en 1580 para fundar el convento de las Carmelitas Descalzas. Culminada la obra, la religiosa cuenta en su obra Fundaciones el buen recibimiento que tuvo por parte de los palentinos, para los que no ahorra elogios: «Fue tanto el contento que mostró el pueblo, y tan general, que fue cosa muy particular; porque ninguna persona hubo que le pareciese mal. Mucho ayudó saber que lo quería el Obispo, por ser allí muy amado: mas toda la gente es de la mejor masa y nobleza que yo he visto; y así cada día me alegro más de haber fundado allí». Se conserva la fachada plateresca de lo que actualmente es la iglesia de San Bernardo.

SORIA_Encargo del obispo de Osma

Cuando está en Palencia recibe carta del obispo de Osma, quien le informa de que Beatriz de Veamonte y Navarra quiere ser benefactora de un convento de la orden. Tras cuatro días de viaje, llega a Soria el 2 de junio 1581 y allí permanece hasta el 16 de agosto. Dejó ya abierto el convento carmelita que aún pervive.

BURGOS_Fundación pese al frío

Ya enferma, Santa Teresa quiso que la priora de Palencia se ocupase de preparar la llegada de la orden a Burgos, para evitar las crudas temperaturas de la ciudad castellana: «porque ir yo a Burgos con tantas enfermedades (que les son los fríos muy contrarios) siendo tan fría pareciome que no se sufría, que era temeridad andar tan largo camino». Finalmente emprendió el viaje y la del convento de San José y Santa Ana -todavía de las Carmelitas Descalzas- fue su última fundación, en 1582, el año de su muerte.

ALBA DE TORMES_El final

Es una de las plazas teresianas mayores y muestra al público esos vínculos a través del mayor museo que existe sobre la mística abulense. Alberga el sepulcro y las reliquias principales de la religiosa, que murió en esta villa salmantina el 4 de octubre de 1582, días después de regresar de Burgos. En Alba de Tormes había fundado en 1571 el convento de la Anunciación, donde fue enterrada antes de que distintas partes de su cuerpo se repartiesen por medio mundo. A finales del siglo XIX comenzó a construirse una basílica en su honor que no ha llegado a concluirse. En el exterior de este templo se sitúa una escultura de Santa Teresa realizada por Venancio Blanco que se ha convertido en un todo un símbolo de Alba de Tormes.

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