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suceso

Hallan en Zamora los cuerpos de la madre e hija dominicanas desaparecidas en junio

El presunto asesino, pareja de la mujer, se trasladó desde Madrid hasta la casa de sus padres en San Vicente de la Cabeza y arrojó los cadáveres a un pozo

Hallan en Zamora los cuerpos de la madre e hija dominicanas desaparecidas en junio Mariam álvarez

C. morcillo / P. muñoz / V. esteban

Adolfina Puello de 32 años y su hija, Argelys, de 9, son los dos últimos nombres que se suman a las víctimas mortales por violencia de género. Aunque aún queda la confirmación oficial de los forenses, todo indica que los dos cadáveres encontrados en un pozo de una finca de la localidad zamorana de San Vicente de la Cabeza, en la comarca de Aliste, son los de estas personas. Como informó ayer ABC, su novio, Raúl Álvarez, está detenido como autor del doble crimen.

Adolfina y Argelys desaparecieron el 29 de junio. Ese día, la pequeña iba a regresar a la República Dominicana para vivir a partir de entonces con su abuela materna, ya que su madre la quería separar del clima de violencia que imponía el novio de ésta. Los tres vivían en el número 10 de la calle Sancho Panza desde hacía tres años y la niña estaba aterrorizada. En el aeropuerto de Santo Domingo debían recogerla otros familiares. Pero la menor nunca llegó a subir al avión.

Avisada de lo ocurrido, al día siguiente la abuela paterna, Leonarda , que vive en Madrid, llamó a Adolfina. No contestó. Decidió entonces presentar una denuncia ante la Policía por su desparación, en la comisaría de Puente de Vallecas. Desde el primer momento Leonarda advirtió de que el sospechoso era el novio de su nuera, y explicó además que ya lo había denunciado a la Policía dos veces, al parecer en la Comisaría de Arganzuela, la primera el 16 de enero. Aquel día lo acusó de malos tratos después de que su nieta le contara que Raúl le pegaba; ahora se lamenta porque, según dice, nadie hizo nada. Cuando el sospechoso supo que le había sido denunciado, la amenazó con «cortarle el cuello».

Los agentes de Puente de Vallecas y la UDEV de la Comisaría General de Policía Judicial se hicieron cargo de las investigaciones, que lógicamente se centraron en Raúl. En la vivienda de la calle Sancho Panza se encontró la maleta de la niña, con la ropa perfectamente doblada dentro... En el entorno familiar se define a este tipo como «reservado, tímido y muy violento. Ni siquiera sabíamos dónde trabajaba. Solo que era aficionado al karate». Un tío de Argelys añade que «desde el principio me pareció un chulo, me dio mala espina»...

La abuela Leonarda sufría por su nieta, que vivía con mucho miedo aunque no lo dijera; ella era la única conexión con su hijo y padre de la menor, que había muerto hace años en un atraco en su país. A raíz de ese suceso, madre e hija viajaron a España. En cambio, casi no tenía relación con la nuera.

En el entorno familiar nadie entiende por qué Adolfina no abandonó a Raúl. Ella tampoco lo explicó, porque según los testimonios recogidos era despegada y reservada. Por no saber, ni siquiera sabían dónde trabajaba, aunque Leonarda piensa que limpiando casas de lunes a jueves. Entre sus allegados, sin embargo, afirman que manejaba más dinero del que se gana con esa actividad...

Cuando los investigadores comprobaron que tampoco la madre había acudido el 30 de junio a su puesto de trabajo, se entrevistaron varias veces con Raúl y comenzaron a comprobar su versión. En su relato había lagunas, contradicciones y, sobre todo, por los posicionamientos de los teléfonos móviles sabían que dos días después de la desaparición había viajado a San Vicente de la Cabeza, un pequeño pueblo zamorano muy próximo a Portugal en el que sus padres tenían una finca con pozo.

En una alcantarilla

El pasado domingo, los agentes de la UDEV de la Comisaría General de Policía Judicial decidieron detenerlo. Tras admitir que cometió los crímenes y asegurar que había arrojado los cuerpos en una alcantarilla de un parque de la Dehesa de la Villa, en Madrid, se echó para atrás y negó cualquier relación con la desaparición de su novia y de la hija de ésta. Se le intervino su teléfono móvil y el de su novia, que además había llegado a utilizar.

El lunes se montó un amplio dispositivo de búsqueda en el punto de la capital señalado, aunque ya los investigadores tenían puesta su mirada en la citada finca zamorana. La búsqueda de Madrid fue infructuosa y, aunque continuó ayer, a las diez de la mañana especialistas de la Policía comenzaban a trabajar en el pozo. Antes de comer, comenzaron a encontrar los primeros restos.

«Cinco o seis coches, un furgón y unos diez agentes de paisano andaban cerca del río», comentaba ayer uno de los vecinos; «los padres del muchacho venían todos los veranos al pueblo, y ahora algo más porque el padre, que era fontanero, ya se había jubilado y la madre es ama de casa. Una familia muy maja. ¡Cómo vas a esperar esto, Dios mío!», decía una mujer, entre sorprendida y apenada. El alcalde de San Vicente, Fernando González, afirmó que el presunto asesino visitó el pueblo el verano del 2013 acompañado por su pareja, pero «no vino con la niña; era muy cerrado, no sé ni dónde trabaja».

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