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Invitación a la danza

La Fundación Jorge Guillén publica por primera vez en español la trilogía «Tiarnia» del poeta finlandés Pentti Saarikoski

Invitación a la danza abc

Luis Enrique valdés duarte

Traducida por Francisco Uriz, y editada por la Fundación Jorge Guillén, acaba de aparecer una interesante trilogía poética -quizás una de las más notables en la poesía nórdica del XX-, que merece nuestra atención. Se trata de Tiarnia -título latinizado de la isla sueca de Tjörn-, del gran poeta finlandés Pentti Saarikoski (1937-1983). Un tiempo escaso el suyo, pero que, calculado al modo de Eurípides -recalquemos que Pentti fue un enamorado de la lengua y de la filosofía griegas que dominaba, traducía y usaba con pasión-, fue suficiente para revolucionar la poesía de su país, forjar una personalidad irrepetible, y crear una poética rica en obras y originalidades.

No es la primera vez que se han vertido al español textos de Saarikoski. El mismo Uriz -referente en la traducción de la poesía nórdica en versión hispana, y gran conocedor, en concreto, de la obra de Pentti, como se revela en el prólogo a esta trilogía- tradujo al poeta finlandés en varias ocasiones: en 1995 en dos libros antológicos, o en el 2002 con Afinidades afectivas en Libros del Innombrable. Pero faltaba en español un texto íntegro como el de Tiarnia -una trilogía que abarca los seis últimos años de la vida de Pentti- para que tuviéramos idea cabal de un mundo tan particular como el que aquí se vive y se explica de modo tan brillante, exhaustivo y dramático.

La portada del libro -realizada a conciencia por el fotógrafo Alberto Maceo- traza un poema experimental sacado de los versos más biográficos de Saarikoski: un hombre solitario con anorak y gorro revolucionario, que tras lo vivido -cristianismo inicial, militancia comunista, y retorno al yo como precio de una soledad infinita-, mira al mar de sus días como residencia última en una paz profunda y contemplativa. Las 200 páginas, que luego traduce Uriz, son asombrosamente sencillas, pero difíciles de matizar porque sacuden los cimientos de la comodidad lectora. Aquí se derriban pilares, y también se destierran filosofías y estéticas que Pentti justifica así: «en un mundo dividido por igual entre hermanos somos exiliados en todo país».

En el prólogo, Uriz define a Tiarnia como «una especie de diario poético» sobre «las pequeñas cosas de la vida». Efectivamente, ya en el primer poemario de la trilogía -«La pista del baile en la montaña»-, integrado por 35 poemas que se escriben en 1977, las cosas esenciales están ahí. Sí, pero amarradas al tiro inicial de la Ilíada que justifican los filósofos griegos, y del que la modernidad es deudora desde Finlandia, Vietnam o los muros del Kremlin. Lo fácil en esta danza reside en encontrar al minotauro y matarlo. Lo difícil es «la salida del laberinto», recalca Pentti. Por ello, los 58 poemas de la segunda parte de la trilogía -«Invitación al baile», 1980- se los lleva de calle Heráclito por las laderas de una belleza transitoria que resiste a la historia más cruel: las tiranías se van extinguiendo solas.

El tercer poemario de la trilogía -«Los bailes del oscuro»- es un largo poema que enlaza con la última chispa del Pentti más vital. Muertas la metáfora y la realidad del tirano y las tiranías, hay que leer esta parte sin respirar, de un tirón, y casi sin comentarios, porque ya no habla Saarikoski por «delegación» de una teoría o de una creencia, sino como un Aristóteles que revela su secreto desde lo más recóndito de lo oscuro: «hoy -dice Pentti como lo escribirían Ovidio y Horacio desde su propia oscuridad- no he visto una sola persona/ pero como estuvo nevando todo el día/ sentí como si hubiera estado en relación/ con todo el mundo».

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