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Defendiendo lo nuestro

Rivero ha estado utilizando medios ajenos y propios para invadir los hogares de todos los canarios a todas horas con publicidad interesada en contra de las prospecciones

chema ayaso

Por mi condición de ciudadano español y canario, pues lo soy de nacimiento, siempre he estado dispuesto a defender lo nuestro, lo de Canarias, porque también es lo mío. Cualquier atisbo de agresión, sea de la índole que sea si además está dirigida a Canarias, activa en mi interior un sistema de alerta que me persuade y predispone a estudiar su origen para, en su caso, tomar la decisión más adecuada sobre cómo reconducirla.

Resulta que llegó a mis oídos que el señor Carlos Herrera, columnista de este mismo periódico, dedicó uno de sus artículos a expeler una serie de improperios contra Paulino Rivero, jefe del Ejecutivo Canario, relacionados con la fórmula utilizada por el presidente cuando nos convocó a eso que eufemísticamente quiso llamar consulta popular. El señor Herrera tuvo a bien opinar sobre nuestro autoproclamado y sobre su equipo de gobierno llamándolos literal y respectivamente "perdedor, portentosa mediocridad, una caricatura de presidente, perla selecta de un viejo conglomerado de intereses llamado Coalición Canaria, gobierno de tantas limitaciones intelectuales o cabestros de gobernantes".

Y claro, cuando todos estos epítetos son vertidos desde la España peninsular hacia alguien de nuestra tierra, la primera alerta que se activa es el impulsivo y local modo-reconocimiento mediante el cual el supuesto agresor queda, de entrada, marcado con el identificativo de "godo". Pero como toda actitud defensiva que se precie requiere de la virtud de la templanza, antes de pasar al nivel dos (de tres), es decir al modo-ataque, uno intenta entender las posibles causas por las que un licenciado en medicina reconvertido a comunicador como lo es el señor Herrera pudo llegar tomar esta deriva.

Así, mientras decapaba aquel artículo venían a mi memoria nada menos que casi ocho años de despropósitos paulinistas, unos contra todos los canarios y otros particularmente contra los de la isla de Gran Canaria, de la que por cierto al señor Rivero le repatea hasta el nombre. Y recordaba digo con respecto a este tema, cómo después de los tres años que el señor Rivero ha estado utilizando medios ajenos y propios para invadir los hogares de todos los canarios a todas horas con publicidad interesada en contra de las prospecciones, con informativos casi monográficos sobre la misma cuestión, pretendió groseramente convocarnos a una consulta sobre el que según su opinión parece ser el único tema de interés para Canarias y que tanto tiempo había dedicado a ensuciar interesadamente.

Seguí buscando y recordé que también nos utilizó para que sacáramos sus fracasos a la calle, a las plazas, a las playas e incluso fuera de nuestras fronteras ocultándonos a sabiendas que, de lo que éramos portadores era de la ridiculez de su imagen como responsable de un pueblo con más dignidad de la que él es capaz de entender. Aún dolido por tales abusos de poder me armé de templanza y seguí observando.

Y los días me fueron mostrando a un presidente que cegado por la ira que causa la impotencia y que origina su ignorancia, se olvidó de que su cargo lleva implícita la responsabilidad de ser el representante del Jefe del Estado en nuestra comunidad autónoma. Aún así decidió utilizar su posición tomada al asalto para infundir en los canarios el espíritu de una rebelión contra el gobierno de su país. Después de que los canarios fuésemos víctimas de semejantes muestras de "fuego amigo" no parecía muy lógico pretender llevar a cabo una encuesta que por definición debería estar libre de sesgo.

Mucho menos cuando la pregunta que se planteaba además de ambigua era un auténtico insulto para la inteligencia de cualquier lector, canario o no. En estos días en los que afortunadamente las prospecciones se están llevando a cabo y, por enésima vez las interesadas intenciones del señor Rivero han dado nuevamente en el traste, esta vez mediante una sentencia del Tribunal Supremo, nuestro regidor autonómico se enroca en su tozudez y vuelve a amenazar al Gobierno de la Nación con una ruptura de las relaciones, eso si, esta vez sin convocarnos a las urnas para consultarnos semejante barbaridad.

Confieso que me he esforzado por intentar encontrar un solo atisbo que me inspirase el inicio de un debate dialéctico con el señor don Carlos Herrera por aquellos exabruptos volcados en su artículo. Pero también he de confesar que no he encontrado motivos.

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