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PATRIMONIO

El Pilar: el gran joyero de España

La Virgen del Pilar cuenta con una colección de piezas de incalculable valor donadas a lo largo de los siglos. Algunas de ellas se exponen en el renovado Museo Pilarista

El Pilar: el gran joyero de España FABIÁN SIMÓN

YOLANDA AZNAR

Piezas únicas, de un valor incalculable –tanto desde el punto de vista material como histórico–, donadas por los fieles a lo largo de los siglos conforman el joyero de la Virgen del Pilar (en imágenes) . Ahora, parte de estas valiosas joyas pueden contemplarse en el renovado Museo Pilarista. Ha abierto de nuevo sus puertas al público, tras dos años cerrado por reformas.

Todas las piezas que se exhiben son ofrendas, «síntesis del cariño» que se profesa a la Virgen, asegura el arzobispo de Zaragoza, Vicente Jiménez. Piezas de gran valor «material, cultural e histórico», pero también con mucho «valor espiritual», ya que proceden «del corazón de un hijo» que las ofrece «a la madre».

A lo largo de los siglos, desde la Edad Media hasta la actualidad, son muchos los que han hecho su particular ofrenda a la Virgen. Ciudadanos de a pie, nobles, papas y reyes que han regalado piezas exclusivas de inmenso valor.

La pieza más antigua que se conserva data del siglo XII. Es un olifante, un cuerno de caza de marfil, que perteneció Gastón Bearn, colaborador del rey Alfonso I y que pidió ser enterrado en el templo románico del Pilar. El cuerno lo utilizó en la Reconquista de Zaragoza y fue donado en 1135 por su viuda. Está considerado como uno de los más valiosos testimonios de la devoción pilarista durante la época mozárabe.

Del siglo XV y del siglo XVI se conservan pequeños retablos colgantes que ya tenían la imagen de la Virgen. De la época es también una banda de caballero, de la que solo se conservan tres en todo el mundo. Una de ellas en la Basílica del Pilar. Se trata de una cadenilla de oro con esmaltes, de la que se desconoce su origen. No se sabe con exactitud quién ni cuándo la donó. De lo que no cabe duda es de su exclusividad. Durante años se pensó que era un collar, hasta que un estudio reciente ha certificado que se trata de una banda, de las que a penas quedan muestras en todo el mundo.

El recorrido cronológico continúa con una imagen de la Virgen del Pilar en plata que llevaban a la batalla los tercios aragoneses para que los protegiera. En señal de gratitud fue donada a la Pilarica. También se conserva un cáliz entregado por San Juan de la Cruz y una carta manuscrita de Santa Teresa de Jesús.

Una de las vitrinas del Museo Pilarista recoge las donaciones más importantes realizadas por monarcas, miembros de la Iglesia y nobles. Destaca, un broche donado por el Rey Carlos IV con sus iniciales y las de su esposa, María Luisa de Parma. También se conserva un cáliz y una fusta de tuétano para montar a caballo con un broche de diamante que pertenecieron a Isabel II. Más actuales, son la tiara que la Reina Sofía donó a la Virgen del Pilar y el rotulador chapado en oro que entregó el Rey Juan Carlos.

En el capítulo de donaciones eclesiásticas, destaca el cáliz de Pío X y el de Juan XIII y el solideo blanco y el rosario que utilizó el Papa Juan Pablo II en una de sus visitas a Zaragoza. Tras rezar con ellos decidió donarlos a la Virgen.

La joya de la corona

Sin embargo, la pieza central del museo, la que destaca por encima de todas, es la corona que lució la Virgen del Pilar cuando recibió coronación canónica. Data de 1905 y se elaboró gracias a las donaciones de alhajas de oro y anillos de matrimonio que los españoles donaron para que se fundieran y poder así completar la corona. A ello también contribuyó la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena, que vendió parte de sus anillos. La espectacular corona –en la imagen– posee más de diez mil piedras, entre topacios, amatistas y perlas. Fue fabricada por la casa Ansorena de Madrid y fue bendecida en Roma por el Papa Pío X.

Esta corona de valor incalculable permanece todo el año en el Museo Pilarista, ya que la Virgen solo la luce en contadas ocasiones: el 12 de octubre, día del Pilar; el 2 de enero, conmemorando su llegada a Zaragoza; o el 20 de mayo, fecha de su coronación. Y coincide con los únicos días del año en los que la Virgen no luce manto.

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