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PECADOS CAPITALES

Los 25.563 niños de Carmena

Tarda la alcaldesa en explicarnos por qué solo 600 menores se han acogido al plan de comedores escolares

Mayte Alcaraz

Y si hay 25.563 niños, ni uno más ni uno menos, pasando hambre en la Comunidad de Madrid, ayunos de carne, pescado y pollo en al menos tres comidas a la semana, ¿por qué sus padres no los han inscrito en el plan de Cristina Cifuentes para atender a familias en riesgo de exclusión? No vaya a creerse Manuela Carmena que la pregunta es retórica ni destinada al desván de su web para periodistas malos. Tanta energía empleó la alcaldesa de Madrid en convencernos de que los pequeños madrileños eran un trasunto del autorretrato que Frank McCourt dibujó de su infancia en su desasosegante obra «Las cenizas de Ángela», que habíamos terminado por creerla a pesar de que ningún indicio en nuestro entorno, laboratorio doméstico nada desdeñable, cimentaba esa hipótesis.

Aunque la cifra es posible que crezca, por el momento solo 600 pequeños se han acogido a este programa de alimentos que ofertaba 5.500 servicios para garantizar la nutrición a los menores más desfavorecidos. Estúpido sería negar que la terrible crisis económica no ha afectado con virulencia a muchas familias madrileñas que han visto mermados sus ingresos y castradas sus posibilidades de futuro o simplemente su día a día. Sin embargo, sobre esa innegable realidad se ha construido un discurso grosero, demagógico y nada ingenuo, según el cual, cuanto más dramática se exponga la situación, más réditos recibe su ponente. Y de ese saco, sálvese quien pueda: desde las tertulias en las que la escaleta parece obra de Dickens hasta los partidos que han recogido frescas nueces en forma de votos. Carmena sabe de qué hablo.

Algunos hemos intentado, convencida estoy de que sin éxito, argumentar en los debates televisivos contra la falta de rigor de los datos de pobreza y marginalidad en España sobre los que se edifican programaciones enteras de televisión. Más allá del sentimiento de frustración que ello genera, sobre uno siempre pesa la sensación de que es un insensible ser que ni conmiseración siente por el mal de unos niños. Pero solo ha sido necesario que un Gobierno autonómico de la casta se haya encargado de plantear una respuesta a la hipotética demanda para que el resultado haya sido demoledor contra los que exprimen, sin más objetivo que llenar su propia nevera, la angustia de aquellos que les cuesta mucho pagar los macarrones en el súper.

A los pocos que, como Joaquín Leguina, se les ha ocurrido negar la infalibilidad de las estadísticas de exclusión social o del paro en España, les han lanzado a la pira porque donde esté un discurso ramplón y gratuito que se quite cualquier razonamiento por duro que resulte. Pero ahora los que hablan no son ni el expresidente madrileño ni la casta, a la que usted ya pertenece desde el 13 de junio pasado. Hablan, alcaldesa, las familias de los niños en riesgo de exclusión.

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