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EL ÁNGULO OSCURO

Contra la juventud

Uno de los problemas mayores del éxito es que tiende a solidificar nuestra imagen ante el mundo

Juan Manuel de Prada

Durante muchos años, Pablo d’Ors pudo desarrollar (pese a la sonoridad ilustre de su apellido) su vocación literaria desde un apacible ámbito de discreción. Así escribió algunas de sus obras más admirables, como El estupor y la maravilla o Lecciones de ilusión , que para quien esto escribe se cuentan entre las mejores de nuestra literatura contemporánea. Pero a Pablo d’Ors le llegó el insidioso éxito, sobre todo con Biografía del silencio , a la que siguió la magistral El olvido de sí , que lo hicieron aparecer ante un público nuevo como un escritor estrictamente interesado por cuestiones espirituales. Un reciente nombramiento vaticano ha atraído todavía más la atención sobre él, ganándole adulaciones e incomprensiones por igual, algunas muy entusiastas o enconadas; pero a todas ellas sabrá sobrevivir un hombre de sus talentos.

Uno de los problemas mayores del éxito es que tiende a solidificar nuestra imagen ante el mundo, de tal modo que muchas de nuestras facetas dejan de interesar a una legión de seguidores (u odiadores) primarios que sólo nos demandan aquella por la que ellos se sienten atraídos (que con frecuencia no es la más verdadera); y si el escritor cede a este reclamo, acaba convirtiéndose en una parodia de sí mismo, por mucho que su parroquia lo jalee y aclame. Este riesgo lo corría nuestro autor, de quien tal vez muchos esperasen que se apoltronara en el negociado de la espiritualidad; pero Pablo d’Ors, en Contra la juventud , se revuelve contra esta tentación ofreciéndonos una obra insólita, por momentos incómoda, a la vez muy juguetona y muy terrible, y desde luego muy arriesgada, porque –como nos reclamaba Flannery O’Connor– se adentra en territorios que son en gran medida propiedad del demonio (lo cual, siendo el autor sacerdote, será incomprendido por algunos). En Contra la juventud , Pablo d’Ors nos propone la peripecia de Eugen Salmann, un joven berlinés aspirante a escritor, destinado a Praga por la empresa publicitaria en la que trabaja. Allí, auspiciado por las sombras benéficas (o maléficas) de Kafka y Kundera, Eugen tendrá ocasión de zambullirse en un mundo acechado por el absurdo, muy delicadamente cómico, y de vivir aventuras amatorias de lo más variopintas; pues, del modo más inopinado, Eugen empieza a ser asediado por las mujeres, convirtiéndose en un conquistador. La novela, que nos muestra un aprendizaje sentimental muy sui generis (como de fantasía erótica que por momentos se torna pesadilla), es también una reflexión sobre la impostura y el error de erigir nuestra vida sobre la mentira que nos brinda páginas desternillantes, de un humor a la vez estrafalario y poético, como aquellas en las Eugen, para seducir a una muchacha muy religiosa, se hace pasar por teólogo, ayudante de Hans Küng, para más señas.

Y, junto a estas páginas de irresistible humor, Pablo d’Ors nos ofrece también otras extraordinariamente dolorosas que nos hablan de la herida que el amor mal encauzado deja en las almas. Eugen se convierte entonces en un canalla sin escrúpulos; o, más bien, en un hijo de su tiempo (nuestro tiempo), confundido e insensato, que aspira (como tantos de nosotros) a que el daño causado se eleve impunemente como un globo inflado de gas, hasta desaparecer de nuestro recuerdo. Pero el daño que causamos siempre vuelve; y escribir sobre él es una manera de hacerlo volver. De este modo, Contra la juventud , que empieza contándonos juguetonamente ciertas liviandades para mostrarnos de repente la faz descarnada de la inmoralidad, acaba revelándose una obra muy profundamente moral, aunque sin moralina, que nos interpela y golpea e invita a meditar sobre errores de nuestra propia vida que ya creíamos olvidados.

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