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POSTALES

La izquierda de 2015

La nueva izquierda es como la vieja, sólo más incultalo que no impide que buena parte de los españoles la siga

José María Carrascal

Sólo un político de izquierdas, si es mediterráneo por partida doble, puede sostener sin inmutarse una cosa y la contraria a lo largo de todo un discurso. La superioridad moral que se arroga la izquierda la autoriza a ignorar la ética como si le perteneciese e incluso a presumir de ello. El ejemplo más esclarecedor fue el discurso que Alexis Tsipras pronunció ante su Parlamento para denunciar, por una parte, y apoyar, por la otra, el acuerdo alcanzado en Bruselas, y obtener así un tercer rescate de su país. Sin etapas intermedias, el primer ministro griego pasó de condenar el acuerdo a preciarlo, de llamar estafadores a todos sus socios a loar su ayuda, de presentarse como el defensor de la dignidad griega a reconocer que se había ofendido su honor, de echar la culpa de la mala situación en que se encuentra su país a todo el mundo, incluidos los gobiernos que le precedieron, sin decir palabra de su desastrosa gestión de la crisis, de que Grecia estaba empezando a crecer cuando él llegó al poder y de que hoy está en un corralito con las calles incendiadas. Habría que ir muy lejos para encontrar tal despliegue de hipocresía, caradura y desvergüenza. Sabiendo, además, que iban a salvarle los que estaba insultando, tanto en Atenas como en Bruselas, mientras los más listos de los suyos se dan el piro, empezando por el hasta ahora su mano izquierda (se ofendería si dijéramos derecha), el chuleta calvo de la moto, que debe de estar ya buscando una cátedra bien pagada en una universidad élite del podrido mundo capitalista. Menos mal que nosotros no las tenemos.

Lo que tenemos es la misma izquierda. Y, además, tan hipócrita y tan caradura como la griega, sólo que más ignorante. No me estoy refiriendo a Podemos, filial reconocida de Syriza, sino al PSOE, su pista de aterrizaje. La torpeza de su actual líder llega al extremo de que el mayor elogio de Mariano Rajoy lo hizo Pedro Sánchez en el rifirrafe que sostuvieron el miércoles en el Congreso. «España no es Grecia», dijo muy marchoso, como es él, al reprochar al presidente del Gobierno que hubiese sacado la crisis griega a colación. Estamos totalmente de acuerdo. Pero si España no es Grecia es gracias a las medidas que tomó Rajoy cuando la encontró al borde del precipicio al que la habían llevado ellos. Medidas que, como ha dicho un montón de veces, él derogará en cuanto llegue al poder, para adoptar las opuestas. O sea, hacer lo que ha hecho Tsipras en Grecia. Eso ya no lo ha dicho Sánchez, tal vez porque su mente no llegue tan lejos, pero lo ha dicho Pablo Iglesias, al que ha ayudado a hacerse con las principales ciudades españolas. La nueva izquierda, en fin, es como la vieja, sólo más inculta. Lo que no impide que buena parte de los españoles la siga. Tenemos la suerte de que el experimento ha sido aquí con gaseosa. Los griegos lo han hecho con champán, sin tener dinero con que pagarlo.

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