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VIDAS EJEMPLARES

¡Y era jueza!

Carmena confirma lo esperado: su relación con la realidad es difusa

Luis Ventoso

Manuela Carmena es un personaje simpático: una señora septuagenaria con elevado sentido de la justicia poética, que se paseaba en bici por Malasaña, regentaba una tienda de filosofía solidaria, se movilizó contra Franco desde el PCE y fue una jueza más bien estrafalaria. Una señora mayor de curioso perfil, un poco dispersa, que flipa instalada en su utopía marxiana y quijotesca. Un personaje simpático, sí, pero solo en el contexto de una comedieta de situación castiza, tipo «Aida», a la vera del Luisma, tomándose un cortao en el bar de Mauricio y desbarrando de política, no para gestionar el Ayuntamiento de la capital de España con un presupuesto de 4.000 millones de euros.

Como a millares de españoles, en la campaña un amigo me mandó un guasap con un vídeo de 2013. Era una tertulia presentada por el profesor Iglesias, en el canal que sufraga en España esa admirable democracia iraní que cuelga a los discrepantes de las grúas. Cuando lo vi pensé que se trataba de una coña, un montaje, pues la jueza Carmena proclamaba junto a otros sesudos invitados antisistema que el 94% de los que están en la cárcel deberían salir libres de inmediato. «Los de la droga, desde luego, todos fuera», decía muy convencida la hoy alcaldesa de Madrid por gentileza del PSOE, en frase estupenda, que encantará a muchos padres que vieron morir en sus brazos a sus hijos heroinómanos.

Luego Carmena ha seguido diciendo boberías (y el sustantivo no es ofensa, sino catalogación empírica). Prometía crear una banca pública municipal, cuando el marco europeo impide hacer algo así; lógicamente ha tenido que olvidarse. Con un ramalazo machista repulsivo –a su lado Arias Cañete es Simone de Beauvoir–, acaba de proponer que las madres funden cooperativas para limpiar los coles de sus hijos, porque el cariño materno las ayudará a fregar mejor. Sandez que además de retrógrada obvia que dejaría sin trabajo a los empleados actuales. Nombró concejal de Cultura a un divulgador de chistes antisemitas, juerga neonazi que ha empañado la imagen de España hasta en Nueva York, y no lo ha echado. Su portavoz está imputada por hacer escarnio de las creencias de los católicos –la religión de más del 70% de los españoles–, desnudándose en una capilla de la Complutense y profiriendo insultos contra esa fe. Pero la señora Carmena lo justifica en nombre de la libertad de expresión, de donde se deduce que le parecerá fetén que discrepantes en top-less acudan a vituperarla a los plenos.

La administración es un engranaje complejo, requiere conocimiento y sentido común, principio de realidad. Es evidente que Manuela Carmena, alcaldesa de rebote por una felonía de Sánchez, carece de cualidades para gestionar la alcaldía de Madrid, y además se ha rodeado de un equipo que en lugar de cubrir sus deficiencias añade gasolina al fuego. Observando este triste sainete solo me pasma una cosa: ¡Era jueza! Una persona fuera del mundo, que proclama que solo el 6% de los criminales deben seguir en la cárcel, te podía tocar en un juzgado decidiendo tu vida. Casi mejor de alcaldesa. Por lo menos el espectáculo será más breve, porque el PSOE solo tiene dos vías: centrarse o irse al garete.

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