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HORIZONTE

¿Periodismo? No, literatura

La defensa de Corinna es comprensible cuando se comparten intereses

Ramón Pérez-Maura

España es territorio fértil para el falso «periodismo de investigación». Claro que este puede ser un arranque equívoco para el asunto al que está dedicado este artículo. Porque vamos a hablar más bien de literatura disfrazada de periodismo. Pulula estos días con gran desparpajo un libro sobre el final del reinado de Juan Carlos I que es verdaderamente inverosímil. Baste un hecho incontestable respecto al mismo. Quien lo ha escrito dice en cualquier foro que ha contado con el testimonio de unas cien personalidades con conocimiento de primera mano sobre la materia, pero que todos, sin excepción, han exigido reservar su identidad para hablar con quien se ha atrevido a contar «toda la verdad» dando la cara frente a tan temible adversario. Qué bonito, qué épico. Este humilde escribidor de periódicos, ante semejante «contexto», pensaría que más bien estamos hablando del Rey de Arabia Saudí. Porque en España no nos consta que a nadie se le haya perseguido por contar la vida privada –y mucho menos la pública– del Rey Juan Carlos. Y de algún otro miembro de su familia difícilmente se puede decir más de lo que ya se ha dicho. Eso de hablar de cien testimonios y no citar ninguno permite a quien lo escribe decir lo que le encaje mejor con la tesis en torno a la que escribe su relato. Y eso no es ni periodismo ni historia. Eso es literatura.

Está después la cualificación de quien escribe un libro así sobre el Rey Juan Carlos. Y eso también tiene su aquel. Esta persona fue durante unos pocos años corresponsal de Familia Real en un diario madrileño. Y eso sería un aval, claro. El 2 de junio de 2014, día en que se anunció la abdicación de Juan Carlos I, su periódico, como ABC y otros diarios, publicó por la tarde una edición especial. En ella, esta persona firmaba en portada la crónica de la abdicación. En cambio, el 3 de junio por la mañana, el mismo diario publicaba una crónica casi idéntica, palabra por palabra, de la que solo habían desaparecido la firma de la autora y una referencia a Corinna zu Sayn-Wittgenstein. En un caso digno de pasar a los anales del periodismo español, ese diario despidió de su cargo a la corresponsal de Familia Real entre la edición de tarde y la del día siguiente, ¡el día que abdicaba el Rey de España! Pocas hazañas profesionales de ese mérito y magnitud hemos vivido los periodistas de mi generación.

La defensa de Corinna era comprensible: esa corresponsal y ella compartían intereses, como se demuestra en el libro ahora publicado, en el que sólo se hace responsable de la autoría una de las dos personas que lo han pergeñado. Pero no deja de ser menos curioso que el diario que despidió a quien aparece como autora de este libro por mencionar en la crónica del 2 de junio a Corinna haya querido hacer hogaño una prepublicación sobre la venganza de Corinna. Claro que se comprende que los intereses de la empresa editora han de primar en tiempos de grave penuria.

La persona que asume la autoría del libro denuncia estos días en Twitter el silencio de los medios de comunicación españoles ante su «magna obra». «Todos contra mí», le falta decir. Pues no. Un poco más de modestia, por favor. Los medios de comunicación españoles, los relevantes, los que de verdad saben de qué habla un colega que escribe sobre una materia de la que todos han informado, se limitan a condenar a la papelera aquello que sólo puede salir de ahí para ser jaleado desde la frivolidad de la prensa rosa o desde el amparo de colegas a los que une íntima amistad.

Que disfruten el dinero que les rente.

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