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HORIZONTE

La batalla de este fin de semana

Cuando alguien intenta matar a otro y las fuerzas de seguridad finiquitan primero al asesino en potencia, me alegro bastante

Ramón Pérez-Maura

La mayoría de los medios de comunicación lo despachaban ayer con un interés matizado. Dos tipos habían muerto el domingo en Garland (Texas) cuando intentaban asaltar una exposición de caricaturas del Profeta Mahoma. La escasa repercusión sobre semejante acontecimiento indicaba dos cosas: que como los terroristas no mataron a nadie, tampoco fue para tanto y que como atacaban una exposición supuestamente islamofóbica, su acto estaba un poquito justificado. Otro gallo nos cantara si hubiesen atacado una exposición cristofóbica. En ese caso el que fuesen finiquitados habría sido totalmente inaceptable.

Nunca puede ni debe uno alegrarse de la muerte de nadie, pero me permitirán decir que cuando alguien intenta matar a otro y las fuerzas de seguridad liquidan primero al asesino en potencia, yo me alegro bastante. Y eso fue lo que sucedió el pasado domingo en Texas. Habrá quien diga que no se debía haber consentido esta exposición crítica con lo que hoy encarna el islam. Pero lamentablemente esa voz no se alzó el pasado 17 de enero cuando en la misma sala se inauguró la muestra «Alineados con el Profeta» en la que se ensalzaba al islam y se descalificaba otras creencias.

Aunque haya quien crea que la rapidez de gatillo de la Policia local es preocupante –y en estos tiempos hay muchas razones para manifestar esa inquietud– lo cierto es que desde Texas se emitió el domingo un mensaje que puede ser muy beneficioso para nuestra seguridad: estamos sobre alerta. La defensa de la libertad de expresión se va a llevar hasta sus últimas consecuencias. Si se consiente la mofa de la cristiandad en aras de la libertad de expresión, también se consentirá –y defenderá a mano armada– la del islam. Los que quieran ser mártires del islam perpetrando atentados suicidas deben saber que corren el riesgo, como en Garland, de ser mártires con las manos vacías de ningún infiel cuyo sacrificio aspiraban a ejecutar ante su altar.

La batalla continúa. A este lado del Atlántico tuvimos el mes pasado la detención en Barcelona de la célula de la Fraternidad Islámica para la Predicación de la Yihad. Un hecho que puso de manifiesto algo escalofriante: cuando la Policía logra impedir que musulmanes españoles viajen a Oriente Medio para entrenarse en actividades terroristas, la reacción de las células en España está siendo que los miembros que quedan aquí pongan en marcha planes terroristas sin entrenamiento previo. Lo que genera la paradoja de que el éxito policial a medio plazo puede provocar más ataques terroristas a corto plazo.

Seamos conscientes de que ésta es una guerra que se libra cada día. Que nuestras fuerzas de seguridad y las de nuestros aliados están implicadas en ello a tiempo completo. Y que, además de la lucha policial, importa, y mucho, la cultural.

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