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Opinión

Una donosa profecía

Los beneficiarios de la obsesión economicista de nuestros moderados de hogaño serán los revolucionarios

Juan Manuel de Prada

Se acaba de publicar, con el título acaso un tanto hirsuto de Contra elliberalismo (Ediciones Áltera), una antología de textos del gran pensador político Juan Donoso Cortés, quien empezara militando en las filas del liberalismo moderado para terminar abjurando de sus delicuescencias y adherirse a la línea genuinamente española del pensamiento tradicional. José María Pemán, en el extraordinario homenaje que ABC rendía a Donoso (¡dedicándole su portada!) con ocasión del centenario de su muerte, explicaba la preterición sufrida por Donoso porque todas las grandes cuestiones las había dilucidado a la luz –faros de largo alcance– de la fe católica, osadía que las ordenanzas de la burricie contemporánea son incapaces de soportar. En la antología que ahora publica Áltera, se incluye un sabroso estudio de Arnaud Imatz donde se explica con detalle la evolución política y religiosa de Donoso, a quien nunca se le escapó que las doctrinas que profesaba, «a fuerza de ser antiguas, van siendo nuevas y extrañas en los oídos de las gentes»; pero consideró siempre un deber proclamarlas, aun a costa de granjearse odios sin cuento. Naturalmente, Donoso sabía que las ideas «falsas, peligrosas o absurdas» de liberales y socialistas llevaban las de ganar en el combate mundano; pero también sabía que la lucha por la verdad es un deber insoslayable: «Demos gracias a Dios –escribía, en carta a Montalembert– de habernos otorgado el combate, y no pidamos sobre la gracia del combate la gracia del triunfo a Aquel que en su bondad infinita reserva a los que combaten bien por su causa una recompensa mayor que la victoria terrenal». Donosas palabras que modestamente hacemos nuestras.

Donoso, combatiente de la cristiandad en contra de Europa, orador de vibrante elocuencia y mirada profética de águila, es uno de los pensadores más odiados por la modernidad, porque nos enseña que en todo problema político subyace una cuestión religiosa y que todo pueblo que renuncia a su fe acaba convirtiéndose en una papilla informe, pasto de la rapiña material y espiritual. En su «Discurso sobre la situación de Europa», Donoso lanza una diatriba feroz contra los liberales moderados que habían llegado a pensar (¡pobres ilusos!) que la preocupación economicista bastaría para mantener la estabilidad de su gobierno. Advierte que la «cuestión económica», siendo importante, debe ocupar su lugar natural, que es subalterno, en la jerarquía de preocupaciones políticas; y que el empeño de anteponer la cuestión económica a las que son verdaderamente prioritarias, lejos de vencer el peligro de la expansión del socialismo, no hace sino darle vigor, porque el socialismo es hijo del economicismo, «como el viborezno, que nacido apenas devora a su madre, es hijo de la víbora». Donoso considera que un gobierno debe preocuparse, antes que por las cuestiones de orden material, por «la unión de las inteligencias en lo que es verdad, en la unión de las voluntades en lo que es honesto, en la unión de los espíritus en lo que es justo». Y que cuando lo que es verdadero, honesto y justo es pisoteado con la excusa de solucionar la cuestión económica –como hacía entonces Narváez y hace hoy Rajoy–, lo único que se logra es que los pueblos se tornen ingobernables, y que acaben alistándose –extraviada ya la idea de autoridad, tanto divina como humana– en las filas de la revolución.

Así ocurrió entonces y así ocurrirá ahora: los beneficiarios de la obsesión economicista de nuestros moderados de hogaño serán los revolucionarios. Rajoy haría mejor en leer las palabras proféticas de esta antología de Donoso Cortés, en lugar de seguir escuchando las paridas arriolescas y fiambres que le han tupido las meninges.

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