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PROVERBIOS MORALES

Sectarimos

Para Ian Paisley, el patriotismo británico fue sólo un medio para mantener la supremacía protestante en el Ulster

Jon Juaristi

CUALQUIER español menor de la cincuentena que repasara la prensa de los años sesenta se llevaría, sin duda, muchas sorpresas, Comprobaría, por ejemplo, que los medios más conservadores e incluso los declaradamente franquistas, desde el comienzo mismo de los disturbios del Ulster (1969-1971), tomaron partido sin reservas de ningún tipo por los republicanos del Sinn Féin y por el IRA provisional, que desde la década siguiente aparecerían conchabados con ETA. Aquella simpatía inicial de la derecha española por el secesionismo irlandés y su excrecencia terrorista radicaba en una confusión del conflicto político entre nacionalistas y unionistas con un conflicto religioso entre católicos y protestantes. El rostro del catolicismo norirlandés lo ponía una estudiante llamada Bernardette Devlin que a mediados de los setenta dirigió una formación trotskista de corta vida antes de retirarse de la política. El del protestantismo, un clérigo cuarentón, Ian Richard Paisley, que murió el pasado viernes con 88 y ocho años.

Devlin era una chica de familia católica, pero sus simpatías por el nacionalismo irlandés eran más bien escasas. Bajo la influencia del movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos, Devlin y sus seguidores lanzaron una campaña por la igualdad de derechos a la que intentaron incorporar no sólo a los católicos ulsterianos, sino a los protestantes más abiertos y progresistas. En vano. Cuando el Sinn Féin comprobó que la reivindicación del movimiento por la igualdad arrastraba a la población católica, lo politizó de inmediato mediante una treta de eficacia probada en la historia del nacionalismo irlandés. Hizo ondear la tricolor en sus sedes de Derry y de Belfast. Al detener el Gobierno británico a los dirigentes nacionalistas, el IRA tomó la iniciativa y se apropió del movimiento cívico en su provecho. Estalló la violencia (primero, en Derry) y Devlin tomó distancia de los nacionalistas creando su propio partido.

Paisley fue más clásicamente sectario. Para él, tanto el unionismo como la adhesión a la Corona británica eran medios para proteger al presbiterianismo norirlandés, no fines patrióticos en sí mismos. Por eso se peleó con quien hizo falta: con el primer ministro unionista del Ulster desde 1963, Terence O’Neill, al que acusó de blandengue y cómplice de los católicos por haber recibido en Belfast al primer ministro de la República de Irlanda; hasta con la propia reina Isabel II en 1998, por haber esta sancionado los acuerdos de Stormont. Las broncas públicas de Paisley se recordarán durante mucho tiempo, sobre todo dos del año 1988. La primera, con ocasión de haber sido invitado a un desayuno en la Embajada irlandesa en Londres por el presidente Ahern. El reverendo Paisley aceptó poniendo como condición que le sirviesen sólo huevos duros con cáscara. Al preguntarle Ahern la razón, Paisley le contestó que así no podría envenenarle. Ese mismo año interrumpió el discurso del Papa Juan Pablo II en el Parlamento Europeo llamándole Anticristo. Sin embargo, después de haberse opuesto a cualquier gesto de contemporización con los nacionalistas, aceptó en el año 2007 que estos entraran en el Gobierno del Ulster a cambio de su renuncia a exigir la disolución de la Policía británica de Irlanda del Norte. No sólo eso: fue primer ministro del Gobierno autónomo con un viceprimer ministro del Sinn Féin y antiguo miembro del IRA, Martin McGuinness. Se hicieron grandes amigos, aunque Paisley, como presbiteriano riguroso, jamás probó, ni solo ni en compañía de Martin, una gota de la cerveza del apellido de este. En Irlanda, todo un récord digno de pasar al ídem.

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