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HORIZONTE

Hollande despide a su Pedro Sánchez

Todavía existen socialistas en el mundo que, hasta que llegan al poder, no se dan cuenta de que no se puede gastar lo que no se tiene

Ramón Pérez-Maura

Esta afición a hacer política en la calle empieza a conseguir que algunos pierdan el Norte. Claro que, se tiene mucha más tendencia a actuar de esa manera cuando se está en la oposición que cuando se ostenta el poder. Y así, a Pedro Sánchez se le ocurrió la brillante idea de irse el fin de semana pasado a Santiago de Compostela donde debía albergar la esperanza de que las masas fueran a confluir en las calles para protestar por las políticas de Rajoy y Merkel. Vista la escasa afluencia de manifestantes, Sánchez desapareció raudo.

Hubiera sido mucho más útil para el secretario general del PSOE que su responsable de política internacional, Carme Chacón, le hubiera informado de por dónde le vienen los verdaderos problemas a su partido y a sus planteamientos ideológicos. Que no es por las políticas (de éxito) que ponen en práctica los dos dirigentes europeos que esa tarde avanzaban por el Camino de Santiago. Si Chacón leyó la edición de «Le Monde» del domingo –que se publica el sábado– cabe suponer que advirtió a Sánchez de la que se le venía encima. Porque en esa edición de «Le Monde» aparecía una entrevista con Arnaud Montebourg, ministro de Economía francés, en la que defendía posiciones políticas que coincidían sin matices con las que ese domingo iba Sánchez a propagar en Santiago con motivo de la cumbre hispano-alemana. Montebourg hablaba de «alzar la voz» ante la «intransigencia» de la canciller alemana. «Nosotros no podemos seguir dejándonos hacer. Si tenemos que alinearnos con la ortodoxia más extremista de la derecha alemana, eso (...) significará que incluso cuando los franceses voten por la izquierda francesa, en realidad estarán votando por la aplicación del programa de la derecha alemana». A lo mejor Sánchez y Chacón se alegraron al leer esas palabras. Me temo lo peor. Porque, como es lógico, el Gobierno francés cayó gracias a estas declaraciones.

Las políticas que defiende Montebourg, que son idénticas a las que defiende Sánchez, ya no las sostiene ni el gobernante más izquierdista de la Unión Europea, que resulta ser el presidente de la República Francesa. Uno de los inconvenientes de ser político en tiempos de crisis es que es mucho más difícil ser gobernante que opositor. A diferencia de los que gobiernan en tiempos de afluencia, cuando, como decía Giulio Andreotti, «el gobernar a quien desgasta es a la oposición». Hollande está haciendo la única política que puede hacer, que no es exactamente la que prometió en su campaña electoral. Y esa política es muy impopular. Pero todavía existen socialistas en el mundo que, hasta que llegan al poder, no se dan cuenta de que no se puede gastar lo que no se tiene. En España padecemos ejemplos de esa actitud en el emergente Podemos, que como tiene una expectativa de gobierno moderada, puede prometer vacaciones gratis en el Caribe (¡en Cuba, claro!) para todos sus votantes. Preocupa más que tenga una actitud tan utópica el secretario general del partido que debe ser la verdadera alternativa de Gobierno.

Pero lo que es de verdad desconcertante es que a estas alturas tuviera una actitud así el ministro de Economía de Francia que, como decimos los montañeses, no se había enterado de cómo están los bolos «pinaos». Tal vez Sánchez pueda explicarnos a los españoles por qué el gobernante socialista más relevante de Europa define políticas opuestas a las que él propugna para España y para Europa.

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